InicioConciertosCrónica Chaqueta de Chándal + Parquesvr en Madrid (Wurlitzer Ballroom, 2019)

Crónica Chaqueta de Chándal + Parquesvr en Madrid (Wurlitzer Ballroom, 2019)

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Es inevitable mantenerse apolítico ante grupos como Chaqueta de Chándal. La formación catalana tiene un directo energético e incisivo, que clava mantras en los oídos de uno sin poder dejar de mover los pies. Así sucedió este fin de semana en Madrid, en su presentación de Gimnasia Menor (2019, Bankrobber) como antesala de los madrileños Parquesvr, quienes también traerían artillería pesada para deleitar a una legión de fans que coparon la sala al máximo. La Wurlitzer Ballroom hirvió durante algo más de dos horas, breves pero muy intensas y dirigidas por las audaces propuestas de ambas formaciones.

Incisivos, mordaces, los catalanes Chaqueta de Chándal llegaban a matar desde el primer momento. «Hablo durante el bolo, me da igual soy mono, esto es el underground»; «Ya queda lejos el señor feudal, y nos putean igual»; «Todas las piezas que me faltan no las quiero colocar», recitaban en algunas de sus primeras canciones. Letras notablemente políticas que hablan acerca del presente desde la disidencia, desde el desencanto —en algún otro momento dirían que «España es un estado de ánimo»—. Sobre un colchón de sintetizadores, guitarra eléctrica y batería, la fórmula de estos catalanes es infalible en el directo. Adaptan, además, las letras a las injerencias del momento, incluyendo personajes ausentes en su álbum como Vox, Santiago Abascal o Vocento.

Los teclados, que abren la mayoría de los temas en el disco, reinan también sobre el escenario de la mano del showman que es Guillem Caballero. Aún habiendo confesado al público que se encontraba indispuesto, conseguía bailar junto al teclado, improvisar en divertidos solos, saltar o aplastar las teclas con el brazo o la pierna mientras manejaba el sinte. Acompañban a la batería Alfonso «Pocho» Méndez, y a la guitarra y coros Natalia Brovedanni, generando melodías y ritmos adictivos, capaces de atrapar a un público en aumento. Aunque escaseaban los que se sabían las letras al dedillo, no faltaban las ganas de aprendérselas y entregarse a su contenido, que en ocasiones se desviaba de la desidia sociopolítica para hablar, por ejemplo, de un romance en El Espíritu de Luis Moya, mucho más melódico y rozando el pop-rock.

Durante una hora —y «tres minutos más» que pidieron para desvelar la inédita Artículo Primero— hicieron de su bandera la irreverencia y de su sonido un popurrí de influencias —punk, pop ochentero, lo fi, rock, garage—, culpables de incitar al baile y la crítica, al canto y la desidia, a la sonrisa y la preocupación, a partes iguales. Una fórmula acertadísima como antesala de lo que Parquesvr se traía debajo de la manga.

La formación de Leganés comenzó con Amor de Compra y Venta, de Los Chichos, y remataron provocando un pogo bestial en torno a Lance Armstrong. Lo que pasó entre medias, pronto será historia. Esta formación fue la clara culpable del ‘sold out’ que colgó sobre la puerta de la Wurlitzer. A pesar de haber nacido hace poco, ya cuentan con un gran numero de seguidores en su ciudad natal.

Los fans colmaban la sala y se sabían todas las letras; coñeras, irreverentes, corrosivas, destartaladas pero a la vez cargadas de sentido, que ponen patas arriba el sistema, la historia popular o el propio sentido común a base de humor amargo. Inevitable sacar una sonrisa en temas como Conchi, Tom Petty o Lance Armstrong«nació en Texas, o las tomas o las dejas»—, o ponerse (algo) más serio con Los Nombres, Puretrap o Manuel Gavancha. Y mientras uno procesa el mensaje, su cuerpo se anima casi sin saberlo al baile, al desfile, al pogo, a la euforia. A la tormenta de sonidos punk y hardcore, que atronan ad libitum en los dilatados instrumentales. Al frente de todo ello se alza Javi Ferrara, frontman carismático y teatral, que no paraba de hacer hincapié en la «elevada» media de edad de la sala, para arrancar socarronas carcajadas del público. Él canta, baila, suda, se retuerce, viviendo la intensidad de cada palabra y convirtiéndose en un espectáculo paralelo.

Parquesvr rehúyen cualquier definición. «Un sitio equidistante entre Cuchillo de Fuego, la Orquesta Mondragón, un monólogo de Ignatius Farray y una ópera post-punk animal», les define su sello —raso.— en Bandcamp. Yo me quedo con un «Ojete Calor a lo hardcore», como me dijo un amigo hace poco. O con esa sensación, de felicidad y adrenalina por los poros, con la que sale uno tras dejarse la piel en un bolo diferente, irreverente y que desafía cualquier expectativa, como los dos que conquistaron la Wurlitzer el pasado viernes en Madrid.

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