InicioCrónica Black Midi en Donostia (Kutxa Kultur Kluba, 2019)

Crónica Black Midi en Donostia (Kutxa Kultur Kluba, 2019)

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Nominados al Mercury Prize 2019, Black Midi volvían a España este mes de septiembre como uno de los mayores ‘hypes’ británicos del 2019 y con su primer disco más rodado, tras su publicación este mes de junio. Sin embargo, el interés por la banda londinense venía de antes, cuando ni siquiera tenían singles en el mercado, y sus conciertos eran puro derroche de improvisación a los que se llegó a unir en vivo el ex-Can Damo Suzuki. En su última fecha en nuestro país, el viernes 27 de septiembre en el Kutxa Kultur Kluba donostiarra, relegaron los momentos de libre albedrío para presentar en escasos 50 minutos su debut discográfico: ‘Shlagenheim’ (Rough Trade Records, 2019).

La actuación de Donostia tuvo complicaciones que estuvieron a punto de obligar a los organizadores a suspenderla. En primer lugar, semanas antes decidieron cambiar el escenario del evento, que estaba anunciado al principio para el Dabadaba. Por “razones logísticas”, a Black Midi los pasaron en el mismo horario (21:00) a la sala ubicada en el centro de cultura Tabakalera. Pero, una hora antes de que comenzara el directo, tuvieron que retrasarlo casi hora y media. El problema era un solape de culturas: a las 20:45 se proyectaba una película en un espacio contiguo con motivo del Zinemaldia. “Era eso o cancelar”, explicaban a través de Twitter.

Geordie Greep, cantante y guitarrista, recordaba por gestos y vestimenta a David Byrne. Foto: Unai Macias.

Este contratiempo pudo ser lo que obligó a los ingleses a recortar notoriamente su concierto, que resultó irregular, con altibajos, de arrebatos ruidistas y momentos densos. El sonido poderoso se comió por completo la histriónica voz del cantante y guitarrista Geordie Greep, una especie de David Byrne moderno en apariencia, a quien se le oía falto de volumen. De hecho, en los temas interpretados por sus compañeros se apreciaba mucho más la voz. Tanto los del bajista Cameron Picton, el más soso del grupo y que lucía camiseta de Rosalía como vínculo con España; y el hiperactivo guitarrista Matt Kwasniewski-Kelvin, el encargado de espolear el bolo con las poses de cara a la galería y mordiendo las cuerdas de su instrumento. A este último le duró poco tiempo el sombrero tejano con el que salió al escenario mientras sonaba un remix de Charli XCX. Junto al batería Morgan Simpson, con más pintas de boxeador playero que de músico pero con una técnica brillante, formaban la sección más lucida y llamativa de Black Midi.

Los jóvenes británicos, formados musicalmente en la Brit School, prestigioso centro del que han salido celebridades pop como Adele, Leona Lewis o en su día la desaparecida Amy Winehouse, son una rara avis en las islas. Lo evidenciaron en Donostia, en donde el “frikismo” de su sonido, movido por la libertad del free jazz, los ritmos y estructuras complejas del math rock y los frenesís guitarreros del noise rock, se unió a la insípida presencia escénica de la mitad del grupo. Tan solo un efímero “thank you” salió de la boca de Greep en dirección al respetable. Un público heterogéneo, atento a lo que ocurría en el tablado, y que prácticamente llenó el local. Se oía hablar inglés entre los asistentes 15 minutos antes de que salieran Black Midi, quizá por la coincidencia con la cita festivalera de cine. Asimismo, entre los cuatro miembros tampoco hubo interacción alguna; cualquiera diría que ni se llevan bien.

Matt Kwasniewski-Kelvin, con sombrero, y Morgan Simpson centraron todas las miradas. Foto: Unai Macias.

El momento en el que más sueltos se les vio fue en los 10 minutos de improvisación (riff ‘tarantiniano’ incluido) que intercalaron entre los gritos hardcore de “Years Ago” y la dupla final que cerró el bolo: los cambiantes ocho minutos de “Western”, con fallo técnico incluido; y “bmbmbm”, la única canción del disco en la que experimentan en directo, con balbuceos de Greep y rasgueos de guitarra con el teléfono móvil por parte de Kwasniewski-Kelvin -un servidor creía que el guitarrista se disponía a contestar ‘whatsapps’ cuando lo sacó de su bolsillo-.

Ahí se observó que con lo que realmente disfrutan Black Midi es con los giros de guion. Tocar canciones de un álbum parece acorazar y encerrar todo el potencial del cuarteto. A los londinenses les sobran técnica, formación y referencias musicales, pero les falta explotar aún más en directo su arma de la improvisación. A pesar de ello, hay que reconocer que no todos los ‘hypes’ del año británicos suenan igual y tienen el limitado postureo escénico que Greep y compañía, que a veces se agradece. Porque la realidad de este tipo de bandas es, normalmente, muy distinta.    

Black Midi en Donostia
Matt Kwasniewski-Kelvin muerde las cuerdas de su guitarra. Foto: Unai Macias.

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