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Crónica de Jack Bisonte (Streaming con DIGITALFEP desde la Sala Moby Dick de Madrid, 2020)

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He de confesar que aunque haya presentado a Jack Bisonte en la sección de Nuevos Valores de CrazyMinds como la gran esperanza de la música pop, su música está fuera de los márgenes por los que normalmente me muevo, pero algo ha cambiado durante estos meses encerrado. Costuras que antes me encorsetaban se han descosido o roto. Quizá durante estos meses de encierro estaba deseoso de ser sorprendido. Gran mérito a Jack Bisonte por haber sabido colarse en mi casa y hacerme mover los hombros frente al espejo.

Bajo este resurgir inusitado y esta restructuración musicómana, me enfrento con cierta curiosidad a estudiar la propuesta de esta banda sobre el escenario, y también a examinar cómo se están dando estos nuevos conciertos, la respuesta del público, los recursos audiovisuales durante la emisión y la energía deconstruida desde el escenario hasta el salón de nuestras casas.

Es el segundo concierto que observo a través de la plataforma DigitalFep en la sala MobyDickClub después de que el de Los Punsetes el pasado 29 de mayo fuera un auténtico éxito llegando a ser visto por más de 1500 espectadores digitales desde más de 14 países. También bajo esta propuesta de música en directo por streaming se han podido ver a Indigo Drone.

Puedo decir que, que desde aquella emisión, se han dado leves mejoras que hacen que la experiencia desde el sofá de casa sea aún más inmersiva. La gente de DigitalFep sigue progresando para ofrecer al espectador valores extra que ni siquiera disfrutan los que están presentes en la sala. Antes de la ya mítica cuenta atrás, hemos podido dar cuenta de los tres videoclips que la banda ha presentando estos últimos meses, avance de lo que será el disco Hounds of Glory que se presentará en octubre. Después la cámara se ha introducido a escondidas en el camerino y hemos podido ver cómo Miky Lagoona se engalanaba con la licra de lentejuelas y Carlos Amelivia se enlacaba el pelo mientras preparaba la voz.
Luego la steadycam se ha movido por toda la sala, hemos podido ver al público, las dimensiones de la sala, el ambiente en mesas y barras, los camareros sirviendo y el camino desde la puerta hasta el escenario.

Estamos dentro a la espera de que lleguen Jack Bisonte a un escenario en el que ya intuimos la batería y un teclado Alesis V49. A las 22:06 entran en escena con lo prometido: ojos pintados, lentejuelas, hombreras y pose, actitud sobre todo.

Después de una intro orquestal y sintética, empiezan fuerte con los punteos de guitarra eléctrica que evocan a las entradas del Dream on, la canción con la que empezaba el Exciter de Depeche Mode.

Suena France Gall, una canción para convencer a las masas, un tema para hacer explotar un estadio. Esta vez la explosión tendrá que ser controlada, los presentes en sus mesas y yo en el salón de mi casa. La revolución será televisada. Eso sí, es difícil dejar de moverse al ritmo de este gran interprete, Carlos Amelivia, que se muestra como un meteoro moviéndose por el escenario, desgarrándose y rompiendo la voz: “Come on!!

El movimiento de cámaras les da aún una percepción más cinematográfica, a las cámaras también les gusta Jack Bisonte y las luces se mueven, encienden y se apagan con cada golpe de batería. En el chat que acompaña a la pantalla por la que les vemos ya les están pidiendo matrimonio.

Los tonos verdes se transforman en suntuosa luz púrpura, las uñas pintadas de Carlos se arremolinan sobre el teclado y comienza el encantamiento. Intensidad y arrebato en la versátil voz de este frontman que se mueve desde el gesto arrogante a la más leve dulzura. Nuestra diva se atusa el pelo y confiesa al público: Me siento libre, me siento empoderada.

Volvemos al centro del escenario y Amelivia se calza la guitarra acústica en una introducción más lenta, su voz pasa de peinar el aire a interpelar al público en un rap de medio tiempo sobre batería electrónica de Miky Lagoona que va retroalimentando la energía duplicada para terminar arriba. Ahora la cámara se mueve por el borde del escenario, nuestro hombre apunta desde el cielo y grita para exhortar al público en inglés y reclamar todas las miradas del público en castellano, en uno de los primeros silencios de la noche. Se impone la dramaturgia y el público come de su mano. La cámara nos vuelve la mirada hacia las mesas donde una masa dócil y adiestrada se vigoriza con cócteles y cervezas.

Empieza el solo con la guitarra de lo que parece un acercamiento más acústico del“Love You Good. Aquí escuchamos la versión más cercana a la modulación vocal de Tracy Chapman sobre arpegios que nos llevan al rapeo sobre coros programados y al que se le suma la contundente batería de Mr Lagoona.

Como si llenasen la sala de espuma, la dupla madrileña prepara al público para la entrada de uno de los temazos de la noche que demuestran que donde mejor se mueven es en la hibridación de estilos: Famous Tonight. La voz nos lleva a vislumbrar a la diva del soul que lleva dentro pero esta vez rompiéndose en quejidos blueseros a capela sobre orfeones de góspel. Amelivia grita al cielo moviendo sus proclamas de lado a lado del escenario: Cuz I’m as free as a man can be,Free as a bird, and I know that I’ve been far from home But freedom is the kingdom of my soul.

Después de esta inmolación se apoyan en su disco más folk, Wood Crown, para bajar las pulsaciones en una canción de las más sensuales y emotivas que nos llevan a languidecer y a apagar las luces.

Nos movemos ya cerca de la traca final con No Drama, este cañón de dancehall donde Lagoona marca reciedumbre tribal y salvaje en cada golpe. Otro de esos cortes que hace temblar el parqué de mi sala, esa canción que pondría a todo el patio a botar si abriese las ventanas.

Algo parece que termina cuando comenzamos a aprender el lenguaje de una banda sobre la tarima. La intensidad se afloja en los medios tiempos justo antes de volverse a tensar hasta romperse con los hits, en un recorrido de géneros y estilos que nos harían girar hasta centrifugar en las mejores discotecas. Entra en escena el que ha sido el segundo adelanto de lo que será el nuevo disco, Dying Free, que es como si se rompiese un globo gigante de pintura en una fiesta de disfraces. La canción habla de que la belleza implica un deterioro y que ese deterioro desemboca a su vez, en más belleza. Calos Amelivia se mueve por las tablas recordándonos el descaro y la insolencia de Hedwig and the Angry Inch.

El show se termina, lo anuncian los bisontes que también han sido adiestrados antes del concierto y los bises esta vez irán sin el paripé de salir y volver a entrar de nuevo. La banda agradece al público, a Brais Ruibal que además de ser el productor del disco, ha estado lanzando las programaciones electrónicas y los samplers que han enriquecido todo acto en un juego perfecto de precisión sonora que ha hecho sonar a Jack Bisonte como un concierto de festival .

Infunden a las huestes a mover el cuerpo de cintura para arriba, sin moverse de sus habitáculos: hombros, brazos y cabeza y animan a pasarlo con responsabilidad, toserse en el hueco del codo y gritar con brío de nuevo: Come on!!

Ha sido un buen concierto y los chicos han sabido adaptar sus canciones al formato de estas actuaciones que no a vienen suplir aquellos conciertos prepandemia, sino para ser ese acercamiento a la experiencia única de música en directo que en estos momentos necesitamos. Solo hay que entender el código y dejarse llevar.

Volvemos a la música, el concierto termina con el mismo tema con el que empezó, con el histrionismo de France Gall. Suena más fuerte que la primera vez, están más sueltos y se percibe mejor la melancolía que encierra esta canción donde parecen gritar auxilio para que alguien se dé cuenta de que esta pareja es presa de su propia genialidad, como lo somos todos nosotros. Aprendamos entonces que para liberarse es necesario tirar abajo las paredes que apresan nuestro eclecticismo. Debemos mirarnos con los ojos pintados, acomodarnos las hombreras y la licra de lentejuelas, y entonces saber que solo así frente al espejo, libres y empoderadas, somos más nosotras mismas.

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