Mar 17 septiembre 2024

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Crónica de Fito Páez en Madrid (Noches del Botánico, 2023)

En tiempos donde nadie escucha a nadie
En tiempos donde todos contra todos
En tiempos egoístas y mezquinos
En tiempos donde siempre estamos solos

Al Lado del Camino (1999)

Fito Páez construyó un refugio en las Noches del Botánico donde resguardarse de la fealdad de estos tiempos. Un remanso al lado del camino en el que, gracias a las canciones, triunfó la comunión y la celebración de un disco que marcó el rock argentino y que ahora cumple 30 años. Durante un par de horas no se pudo distinguir en el Jardín Botánico si se estaba en Baires o en Madrid, como bien indicó el propio Páez. Un escenario rojo infierno inauguró una noche que no podía empezar de otra manera que con El Amor Después del Amor. Comenzó a sonar una banda tímida, a un volumen bajo que seguro asustó a más de uno y la voz sonando desde detrás del escenario para acabar de confundir a todos, hasta que salió Páez y llegó uno de los mejores cambios de ritmo contenidos en su discografía. Y se desató la música, demostrando lo bien que ha envejecido el amor y la tremenda banda que lo mantiene vivo.

Todo está medido y Fito Páez es el claro director de una banda que funciona más como una orquesta, obedeciendo a unas señales que no requieren de batuta para clavar cada apunte de trompeta, cada segunda voz, cada break de batería. Quedó muy claro que hay mucho trabajo detrás de este espectáculo, donde cabe también la improvisación y el fluir, incitados con un solo giro de muñeca del argentino que da pie a que se haga la magia: jueguen, jueguen, sigan, sigan…

Además de director, ejerce también de maestro, corrigiendo y guiando a todos sus músicos hasta el más mínimo milímetro, cuando sus interpretaciones estuvieron a un altísimo nivel. Pero Páez es exigente e inconformista como solo los grandes lo son. Y corrige, felicita e incluso reta para conseguir sacar de ellos todo lo que pueden dar, que no es poco. Los resultados son solos de guitarra osados y trepidantes, coros con tanta personalidad como potencia y vientos atronadores, en una atracción de feria en la que cada remanso tiene un giro de rabia, donde cada subida a toda velocidad lleva consigo un aroma de dulzura inherente a la música de Fito Páez, que su banda ha sabido absorber. Como suena en Brillante sobre el mic: Hay secretos en el fondo del mar, y lo mismo sucede en cada verso y melodía del rosarino.

El concierto estuvo repleto de cambios en medio de las canciones, que se sucedían sin dar tregua a la banda ni a un público que se entregó desde el primer instante, sorprendiendo incluso al propio Páez: las tablas del escenario debieron temblar con los saltos de la pista en la euforia generada por Mariposa Teknicolor. Un derroche de sonido, de arreglos dispares, complejos, enriquecedores, acertados. Caían bombas en los visuales del escenario y estallaron en forma de himnos de una generación, y las que ha arrastrado consigo, hasta llegar a las más recientes con su nueva serie de Netflix.

Salvo por unos minutos a mitad del concierto en los que se sucedieron varios temas no tan conocidos de su repertorio, donde disminuyó la energía y la intensidad del ambiente, el repertorio fue prácticamente rotundo, mucho más cerca de los arreglos de las grabaciones originales que a los de las versiones de EDDA9223 (2023), recién salido del horno y con grandísimas colaboraciones.  

En definitiva, Fito Páez ofreció un concierto más que emocionante en las Noches del Botánico y buena parte de la culpa la tuvo un público que ya venía estudiado de casa, que ya se había perdido en los laberintos de la música del rosarino, disfrutado de la libertad de su música, de la sensibilidad y la rabia entendidas siempre juntas, y de todos los esquemas rotos a lo largo de los años.

Inolvidables los largos minutos que cerraron el concierto con el público cantando a capella Y Dale Alegría A Mi Corazón, con el mejor director de orquesta que tendrán nunca.

Jorge Ocaña
Jorge Ocaña
Estudiante de ingeniería, pero sobre todo un loco de la música.