Vamos a volvernos locos
Con el Botánico abarrotado y puntualmente a las 22:30, los esperadísimos León Benavente irrumpieron en el escenario, sobrios y elegantes. Indiscutibles en el panorama de la música independiente de nuestro país, son músicos con una trayectoria vital ligada a los escenarios y estudios, a pesar de que como grupo solo llevan diez años juntos. Así, sin necesidad de presentaciones ni proyecciones en pantalla, Abraham Boba (voz y farfisa), Eduardo Baos (bajo / guitarra ocasional y sintetizadores), Luis Rodríguez (guitarra / bajo ocasional) y César Verdú (batería) ocuparon sus posiciones, iluminados apenas por luces claras y casi celestiales.
El recital comenzó con Líbrame del mal, al son de los teclados liderados por Boba y Baos, en un tono aparentemente tranquilo, y casi como la única representación de su último trabajo, ERA. Hacia el final de la canción, la intensidad aumentó y se convirtió en un grito furioso con el vocalista de pie, iluminado y su plateada cabellera moviéndose en medio de la turbulencia del aire directamente enfocada hacia él, en un efecto escénico impactante.
A continuación, siguieron con la apoteósica y enérgica California, con la que Abraham Boba conquistó tanto a los veteranos como a los nuevos espectadores. Sin duda, era cierto todo lo que había escuchado sobre la energía que irradian los conciertos de León Benavente (y eso que apenas estaban empezando). Con pocas palabras entre canciones, los temas se sucedieron aumentando el ritmo cardíaco: Se mueve, Amo (con el coro del estribillo a cargo del público: «Amo tu nombre»), Como la piedra que flota, No hay miedo y la contestataria Tipo D.
Después de tanta energía, fue necesario tomar un momento para recuperar el aliento, y para ello nada mejor que la interpretación sugestiva de Mano de santo junto a Miren Iza de Tulsa, quien, como introdujo Boba, ha estado muy vinculada al grupo desde sus inicios.
En ese momento ocurrió un contratiempo técnico que obligó a desalojar el escenario para solucionarlo. No fue gran cosa, desde luego. Cuando volvieron a tomar sus posiciones, el cantante, con experiencia y recursos, aprovechó para enfatizar el objetivo de esa noche y restar importancia al incidente, señalando que «esto ocurre incluso en los conciertos más grandes, y lo que una banda necesita es un público entregado». Por eso, La Ribera sonó especialmente contundente, con una furia añadida, y llevó al público a gritar desde lo más profundo de sus gargantas: «Esto y esto se vende…».
Aunque no lo supiéramos, habíamos superado el ecuador del concierto cuando empezó a sonar La canción del daño, devastadora y real como la vida misma, a través de la cual (lo admito) muchos nos enfrentamos a nuestros propios demonios personales.
Para revivir el espíritu festivo de la velada, resonó Nuestro aniversario, una canción estrenada en abril para celebrar el aniversario redondo. De hecho, como recordaron y anunciaron, el concierto formaba parte de una gira conmemorativa y era el anticipo de una gira especial de diez conciertos que tendría lugar en los próximos meses, incluyendo su regreso a Madrid. La fiesta llegó a su tramo final con las grandiosas Mítico (recuperando la exhibición de ERA con ese pegadizo toque electrónico), Disparando a los caballos, Gloria, La palabra y Ser brigada. Aún tenían un as bajo la manga y lo mostraron como colofón con Ayer Salí, donde Abraham Boba se sumergió entre la multitud para bailar y mezclarse con el público.
Y en este punto final, y bajo el compromiso con la verdad que nos impone nuestro oficio, debemos señalar que hubo un cierto malentendido o desacuerdo entre lo que planteaba el artista y lo que el público deseaba. Tal vez el primero interpretó que la interacción y el contacto físico con sus seguidores era suficiente para satisfacer las expectativas de un público entregado, al que Abraham Boba se ofrecía como un ídolo en ese momento de delirio y extraña euforia… Pero tal vez esa misma masa devota, además de ese privilegio, también buscaba hacer realidad el antiguo proverbio «Obras son amores, y no buenas razones», y tenía la osadía de pedir uno o dos bises (sugeriríamos las ausentes Ánimo, valiente, Estado provisional o Canciones para no dormir), aunque esa no fuera precisamente una tradición que nuestros amigos de León Benavente iban a inaugurar. Los artistas no lo vieron así y, sin ceder en este aspecto, abandonaron el escenario.
Sin duda, fue la única mancha en la actuación de la noche. Y, desde luego, en un ámbito completamente aparte de lo artístico y musical. Queremos creer que es una hábil estrategia para aumentar el apetito y animarnos a regresar al éxtasis que encienden con su electrizante energía y su impresionante directo, que pudimos disfrutar en primera persona.
El repertorio de canciones del concierto de León Benavente
– Líbrame del mal
– California
– Se mueve
– Amo
– Como la piedra que flota
– No hay miedo
– Tipo D
– Mano de santo (con Miren Iza de Tulsa)
– La ribera
– La canción del daño
– Nuestro aniversario
– Mítico
– Disparando a los caballos
– Gloria
– La palabra
– Ser brigada
– Ayer salí