Cuando te respaldan unas canciones de tal calibre y una carrera tan alabada como la de Interpol, poco hace falta para salir airoso de un concierto – o incluso de una gira –. Más, teniendo en cuenta que los neoyorquinos solo han pasado por España en los últimos años por algunos festivales, haciendo de esta gira de salas con formato más reducido una oportunidad imperdible para sus mayores seguidores.
Sin llegar a decepcionar, con un sonido que no bajó del notable, La Riviera de Madrid coreó un repertorio que brilla por sí solo, en que un Paul Banks poco encendido solo se adentró por momentos, sostenido por el imperturbable pulso de Sam Fogarino a la batería, la gran ayuda del bajo de Brad Truax y un Daniel Kessler con el mínimo de movimiento que la puesta en escena requería.
Pronto se metieron al público madrileño en el bolsillo, a la vez que se quitaban de en medio algunas de las obligatorias. Evil y C’mere se celebraron en los primeros minutos de concierto, después de que ‘Toni’ abriera la noche introduciendo, como mandan los cánones, The Other Side Of Make-Believe (Matador Records, 2022), álbum que presentan en este tour y que compartió casi todo el protagonismo con Antics (Matador Records, 2004).


Tras la intachable voz de Banks, el pulso firme y libre de adornos de Fogarino, ordenando todo a su alrededor, y los arpegios distorsionados de Kessler, precisos, punzantes, impertinentes en su descarada repetición, Interpol deambularon entre la sobriedad y el espectáculo, entre la oscuridad y las luces de discoteca que brillaron desde el suelo del escenario.
El ejercicio de austeridad de los estadounidenses permitió adentrarse en la música sin distracciones y perderse en los largos pasajes instrumentales en los que el público se metió de lleno. Interpol alcanzaron momentos gloriosos en los que todo encajaba, como la interpretación de Banks en Lights, potente, sincera, con un punto de emoción que conquistó en las veces que afloró. Según avanzaba la noche, y en especial en la traca final antes del bis, la banda alcanzó su cima con The New, PDA y Slow Hands, tan redondas que podrían haber coronado sin necesidad alguna de prolongación.
Sin embargo, faltaba un último desbordamiento que comenzó en la elegante Next Exit, elevando un ritmo recogido con gracia por la agresividad de City Lights, que cambió de tercio, revolucionando por última vez la escena. La despedida corrió a cargo de No I In Threesome apagando un fuego que podría haber cerrado el concierto por todo lo alto, de la misma manera en la que transcurrió todo el directo: con un gran sonido y una actitud con limitada vibración.
