El pasado 6 de abril, Madrid se rindió al inconfundible magnetismo de Lenny Kravitz. El Movistar Arena se convirtió en el epicentro de una fiesta intergeneracional que mezcló elegancia, sensualidad, nostalgia y muchos decibelios.
En su ansiado regreso a la capital —recordemos que el artista neoyorquino tuvo que cancelar su último concierto en la capital en julio de 2020— no solo ofreció un concierto de presentación de su último trabajo Blue Electric Light (BMG, 2024): montó un absoluto espectáculo y derroche de rock que no dejó a nadie indiferente.
Reconozco que no iba esperando “el concierto de mi vida”. Más bien acudí deseando encontrarme con esa imagen que siempre he tenido de él: el tipo que mezcla rock, blues, funk y soul con una naturalidad casi sobrenatural, que flota entre décadas como si el tiempo le resbalara, siempre orbitando en su propio universo musical. Fui, simplemente, para ver qué pasaba. Y pasó con creces.
Una apertura inesperada
La noche arrancó con una sorpresa: Estrella Morente abriendo con un breve pero sentido set flamenco. Acompañada por un magnífico elenco de músicos, incluyendo bailaora, la granadina desplegó su arte con sobriedad y fuerza, captando la atención de un público que, en principio, no había acudido esperando encontrarse eso.
Su interpretación de cante jondo sirvió de puente entre el flamenco y el rock, un cruce cultural poco habitual, pero que funcionó como un prólogo íntimo y cargado de tradición antes del estallido sonoro que estaba por llegar. Esta colaboración, lejos de ser anecdótica, se entiende mejor al saber que ambos artistas se admiran desde hace años, desde que él asistiera a la presentación del primer disco de Morente en el Teatro Lara.
Rock y carisma desde el primer acorde
Puntual, a las 21:00, las luces se apagaron y un halo de luz azul eléctrica envolvió el recinto. El escenario, cubierto de misterio, se iluminó con su figura inconfundible: gafas oscuras, cazadora de cuero, jeans rotos y esa aura magnética que sigue intacta. Lenny Kravitz arrancó con Bring it On, y desde ese primer acorde la conexión con el público fue inmediata.
A sus 60 años, el cantante sigue dominando el escenario con una vitalidad asombrosa. Cuando sonaron los primeros acordes de Fly away, fue como retroceder a los 90, con su voz reverberando por cada rincón del antes llamado Palacio de los Deportes. El tiempo, simplemente, no parece aplicarle.
Clásicos y novedades para todos los públicos
El repertorio estuvo lleno de momentos para el recuerdo. American Woman hizo vibrar a todos con su riff reconocible al instante, mientras que It Ain’t Over ‘Til It’s Over nos devolvió a su faceta más soul, más íntima.
Hubo un equilibrio inteligente entre clásicos y nuevos temas. Los hits infalibles como Minister of Rock n’ Roll desataron la euforia, mientras que cortes recientes como TK421, Paralyzed o Human —pertenecientes a Blue Electric Light— sorprendieron por su sofisticación y por una experimentación sonora que quizás coquetea más con el funk, y que se aleja ligeramente de su fórmula habitual, sin dejar de sonar auténtico.
La banda, impecable, acompañó con precisión y energía, adaptándose tanto a la nostalgia como a la modernidad.
I Belong to You trajo el primer respiro. La balada, íntima y envolvente, fue ese momento de pausa que permite observar alrededor: familias, parejas, adolescentes y veteranos seguidores, todos compartiendo algo que iba más allá de la música. En los ojos de muchos asistentes se transparentaba ilusión, probablemente por ser una cita esperada, y casi pendiente desde hace años.
Pero en lo que a lo personal respecta, fue I’ll Be Waiting la que realmente me tocó el corazón. Esta canción fue una de mis favoritas durante una temporada de mi adolescencia, y no la había escuchado con tanta atención en años. Al sonar en el escenario, me invadió una ola de recuerdos y emociones que me hicieron retroceder en el tiempo. Verla interpretada en vivo, mecida por esa introducción a piano, y la emoción creciente con que se viste progresivamente, fue un regalo inesperado que me dejó sin palabras.
Again tuvo un efecto similar en muchos. Es de esas canciones que conectan con lo más profundo. Y tras ella, la intensidad volvió a subir hasta llegar al estallido final con Are You Gonna Go My Way?, un cierre apoteósico que demostró, una vez más, por qué sigue reinando en su universo musical.
La estrella de la conexión con el público
Más allá de la impecable ejecución técnica, lo que más sorprendió fue su forma de relacionarse con el público. Sin barreras. Sin distancias. Se acercó varias veces al borde del escenario, repartió sonrisas, gestos cómplices, incluso conversaciones. Se movía con naturalidad, como si esa marea humana fuera parte de su propia banda. A diferencia de otros artistas que mantienen una distancia calculada, Lenny Kravitz se mezcló entre la multitud de manera natural.
Y ahí, entre canción y riffs, llegó otra de las bonitas sorpresas de la noche: el artista habló en un castellano cálido, pausado, y cargado de cariño, nos recordó que el amor —ese concepto tan grande y a veces tan manido— sigue siendo la fuerza que mueve todo. Y lo hizo sin artificios, con la sencillez de quien se sabe querido y no necesita más que un buen tema para conectar con miles de personas a la vez.
Entre luces y pocas sombras
Aunque el espectáculo visual y los efectos estuvieron a la altura de su leyenda, hubo momentos —sobre todo durante las baladas— en los que quizás se echó en falta un impulso escénico adicional. Aun así, ni eso logró empañar el magnetismo de una noche donde lo humano fue tan importante como lo musical.
Y entonces llegó Let Love Rule, un himno que trascendió generaciones y se convirtió en el epílogo perfecto para una noche llena de emoción, música de altísima calidad y, sobre todo, una experiencia compartida entre Kravitz y su público. Como si no bastara con la fuerza de la canción, el artista subió a una de las gradas y bailó junto a Penélope Cruz y Javier Bardem, creando un momento único, íntimo y curioso a la vez. Una anécdota estelar que reflejó el espíritu que sobrevoló durante toda la noche: compartir, celebrar, amar.
Un legado que sigue latiendo con fuerza
Casi dos horas y media de concierto que pasaron volando, con espacio para conectar de lleno con la euforia, la emoción y la reflexión.
A pesar de que algunos temas nuevos no fueron recibidos con la misma intensidad que los clásicos, la evolución musical del artista se percibe como una transición natural, todavía más notable en directo.
Y en eso, quizás, radica la indiscutible vigencia de Lenny Kravitz en el panorama del pop-rock internacional: en seguir fidelizando generaciones enteras sin perder el norte. Sin fingir. Sin necesidad de reinventarse completamente, pero sí adaptándose con coherencia.
Cuando las luces se encendieron y empezó el desfile lento hacia la salida, yo todavía tenía el corazón un poco en el escenario. No fue solo la potencia de los temas, ni el espectáculo visual, ni siquiera la nostalgia —que también—. Fue esa forma tan suya de recordarnos, en estos tiempos tan convulsos, que todo debería girar en torno al amor. Y que si vamos a estar aquí, al menos que sea para sentir.
No sé si fue el mejor concierto de mi vida, pero sí fue uno de esos que se quedan. Por lo vivido, por lo compartido y porque, sin buscarlo, me devolvió una parte de mí que ni siquiera sabía que echaba de menos.
Esa es la magia de Lenny Kravitz. Que, sin grandes promesas ni poses, termina conectando contigo justo donde lo necesitas.
Y sí, yo también me dejé llevar.
Setlist Lenny Kravitz – Movistar Arena, 6 de abril 2025
- 1. Bring It On
- 2. Minister of Rock ‘n Roll
- 3. TK421
- 4. Always on the Run
- 5. I Belong to You
- 6. Stillness of Heart
- 7. Believe
- 8. Honey
- 9. Paralyzed
- 10. Low
- 11. The Chamber
- 12. I’ll Be Waiting
- 13. It Ain’t Over ‘Til It’s Over
- 14. Again
- 15. American Woman
- 16. Fly Away
- 17. Are You Gonna Go My Way
- Encore:
- 18. Let Love Rule
- (Lenny entre el público)
Comparte tus opiniones en CrazyMinds, nuestras redes sociales (Instagram, Twitter o Bluesky) o nuestro canal oficial de Whatsapp.