InicioConciertosCrónica de Mon Laferte (La Riviera, 2022)

Crónica de Mon Laferte (La Riviera, 2022)

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Mon Laferte ha alcanzado el nivel de diva, si bien es del pop o de la música latina, da lo mismo. Puede que todavía no haya llegado al Palacio de los Deportes o al Wanda Metropolitano, pero la respuesta de sus seguidores en su concierto de La Riviera se podría equiparar a la locura que desatan Rosalía o Dua Lipa, salvando las distancias.

Quién iba a pensar que el ambientazo en la sala previo al concierto, que cantaba y bailaba el hilo musical de éxitos chilenos y latinoamericanos como si eso fuera lo que habían ido ver esa noche, era solo un calentamiento para poder gritar con cada movimiento de Mon. Tal expectación creó una barrera de teléfonos móviles que separó al público de la banda, y el exceso de aclamación casi consiguió separar a Mon Laferte de todo lo que esconden y pretenden transmitir sus canciones.

La profesionalidad de la chileno-mexicana se puede tachar de impecable y su voz no conoce límites. Desde el primer estribillo demostró un poderío que la obliga a alejar el micrófono de ella todo lo que alcanza, para poder sostener notas elevadísimas e impecables, sin reventar los altavoces de La Riviera. Pero sus movimientos parecen estudiados al milímetro. Los bailes sensuales y seductores, también divertidos y salados; los besos y saludos al público. Todo ello orquesta un show de La-la-land, I love you, oh my God, Jesus Christ, como canta en Placer Hollywood, canción que abre su último disco.

Sin embargo, los fuegos artificiales no son más que ruido y luces, por bonitos que sean. Buena parte del concierto se intuyó más como una actuación que como el canto al amor y derroche sentimental que se esperaba de Mon Laferte. Tiernas, dolorosas, apasionadas y desgarradoras, así son sus canciones. En pocas ocasiones logró traspasar las pantallas que la perseguían y emocionar de verdad, desde dentro. Debe de ser difícil encontrar lo que sea que haya que encontrar en uno mismo cuando tantos te están viendo pero no mirando. Pero Mon lo consiguió. Hacia el final del concierto, en medio de los éxitos y su lado más rockero, el tema Tormento sonó a dolor, a rabia, a amor absoluto. Desgarradora y sincera; íntima, sin espectáculo, sin actuación, tan real que le costó levantar la mirada al acabarla, aferrada al cable del micrófono como único salvavidas.

Con este y los destellos de naturalidad que consiguieron sacar de ella las dos grandes colaboraciones de la noche, Silvana Estrada y Rozalén, se pudo intuir a la persona que se oculta detrás de la diva chilena y mexicana con cuatro Grammys Latinos. Lo que la lleva a escribir esas letras que más que de desamor hablan de impotencia, de dolor y de decepción, pero también de amistad y de querer. Y qué sobrecogedor cuando Mon Laferte consigue contarlo desde lo más profundo de sus entrañas.

AUTOR

Jorge Ocaña
Jorge Ocaña
Estudiante de ingeniería, pero sobre todo un loco de la música.

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