A sus 65 años, Paul Weller se ha convertido en un auténtico icono del rock británico. El legendario músico británico se presentó en Madrid en plena forma, con un aspecto impecable que incluía su característica melena plateada y un polo rojo que irradiaba energía. Acompañado por una formación de 6-7 músicos, entre los cuales destacaba el genial Steve Cradock de Ocean Colour Scene a la guitarra, y con dos baterías que infundían una intensidad única a las bases rítmicas, Weller se preparaba para ofrecer una noche inolvidable.
El público que se congregó en la Sala La Riviera de Madrid reflejaba a la perfección la diversidad de generaciones que ha conquistado el maestro del rock británico. Desde los viejos mods que vivieron la era dorada de The Jam, pasando por los amantes de su época más soul liderando Style Council hasta unos pocos jóvenes (no muchos, para seros sinceros) que querían acercarse a ver a esta leyenda viva, todos quedaron unidos bajo el embrujo de Weller.
El concierto se desarrolló en dos facetas que se iban intercalando con fluidez, con un Weller que iba alternando entre la guitarra y el piano, permitiéndonos apreciar su gran versatilidad. Cada sección de cinco o seis canciones era un viaje a través de su extenso repertorio musical, llevándonos del rock al soul y a otros estilos que ha sabido dominar y liderar con una maestría y naturalidad impresionante.
Y, por supuesto, su voz seguía en plena forma, demostrando que el paso de los años no ha hecho mella en su habilidad vocal. Desde los riffs de rock hasta las melodías soul, Weller nos guió en un viaje emocionante, respaldado en todo momento por la increíble guitarra de Cradock, que se lucía en virtuosos solos.
Entre las nuevas canciones, Fat Pop nos encantó con su peculiar y a veces siniestro ritmo, mientras que Cosmic Fringes, con la que abrió el concierto, nos envolvió con su novedoso ritmo electrónico. Glad Times nos conmovió con su ternura, demostrando que Weller sigue siendo un maestro en la creación de diversos estilos musicales.
Pero, sin duda, los momentos más celebrados fueron los clásicos que salpicaban el setlist. Desde sus días con The Style Council, con la maravillosa Shout to the Top! o con Headstart for Happiness, que fue una de las primeras en arrancar a bailar al público, entre el que se vieron unos cuantos móviles grabando ese momento mágico, hasta sus éxitos en solitario como Wild Wood, que nos puso la piel de gallina. La emoción inundó el lugar, aunque quizá faltó escuchar You Do Something To Me para alcanzar la perfección.
Stanley Road nos transportó a las calles londinenses de mediados de la década de los 90 cuando la nueva hornada de artistas britpop idolatraba a Weller. Con un vibrante arranque al piano, la canción nos sumergió en la nostalgia de una época en la que el britpop reinaba en las ondas. Y luego vino The Piper, otra joya en la que su voz sonó a la perfección. Los maravillosos ritmos de esta canción nos hicieron sentir como si estuviéramos en medio de un concierto en los años dorados del rock británico.
La primera parte del concierto culminó con la genial Peacock Suit, pero el público no se conformó con eso y reclamó aún más temas. Weller regresó al escenario entre aclamaciones, y el éxtasis alcanzó su punto máximo cuando interpretó temas de The Jam, como Start! con su inconfundible What You Give Is What You Get como grito de guerra coreado a pleno pulmón.
Y evidentemente, el cierre final no podía ser otro que un himno también de The Jam, y en Madrid, la suerte nos sonrió con Town Called Malice, que a pesar de haber sido publicada hace 41 años, sonó tan fresca como si hubiera sido lanzada recientemente. Esa es la magia de Paul Weller, que durante casi 50 años ha logrado mantenerse relevante y emocionar a generaciones de fans con su música atemporal.
La noche en Madrid fue un testimonio viviente de la grandeza de Paul Weller, un músico que sigue deslumbrando con su talento y carisma. Sus canciones trascienden el tiempo y las generaciones, y esta noche, el público enloqueció una vez más ante la magia de una leyenda viva del rock británico. ¡Larga vida a Paul Weller!