El pasado 2 de julio, el Real Jardín Botánico de Madrid se cubrió de rock e introspección, una combinación singular para recibir a Santero y los Muchachos y a Ben Howard dentro del ciclo Las Noches del Botánico. Compartiendo cartel (y hotel, como nos confesaron Santero), la banda valenciana y el artista británico demostraron por qué este evento se ha convertido en una parada adorada por los melómanos que nos quedamos rezagados en el verano madrileño.
Santero y los Muchachos: autenticidad e invitados de lujo
Santero y los Muchachos abrieron su set con el sol del atardecer de cara, un telón natural perfecto para Qué voy a hacer, un tema que establece el tono reflexivo y sincero del grupo. La voz de Miguel Ángel Escrivá, cálida y envolvente, resonaba a través del jardín, acompañada por las guitarras melódicas y el bajo profundo que caracteriza a la banda.
No fue hasta después de la tercera canción, Homenaje, cuando Escrivá saludó al público, destacando lo especial que es tocar en un lugar como el Jardín Botánico. «Este es uno de los sitios donde todas las bandas quieren acabar tocando», confesó, y el público lo acogió con un aplauso vibrante que todos nos estábamos aguantando. La energía era palpable, especialmente cuando la banda lanzó Un día de muertos, un tema dirigido (según Escrivá) «a un público muy vivo», que transformó el jardín en una pista de baile.
La conexión entre Santero y los fans se hizo evidente con referencias a los seguidores que los acompañaron desde sus inicios en la sala Paqui o la sala Costello. La camaradería y la fidelidad de estos seguidores es siempre agradecida por la banda y así lo declaran siempre que tienen ocasión.
Uno de los himnos fetiches del público, Carretera de El Saler, se abrió paso ya transcurrida la tarde. Los valencianos hicieron su habitual parón en el control de carretera para dar un trago cada uno a una botella de Johnny Walker, una imagen que capturó la esencia del espíritu salvaje del rock español. Ya lo dijo Miguel Ángel, es que «el rock va con gasolina».
El momento más dulce del concierto llegó con una sorpresa más que agradable, con la aparición de Travis Birds para interpretar Ventura, una colaboración reciente entre ambos artistas que ya ha capturado todos nuestros corazones. La delicadeza de la voz de Birds añadió una capa más de emoción a la canción, creando una interpretación que nos ha quedado grabada en el registro de momentos más bellos.

El set continuó con una energía incesante, culminando en la interpretación de Algo más, momento en que la banda aprovechó para asegurar que siempre habrá algo más mientras Madrid quiera, una declaración que fue acogida entre ovaciones y reafirmó el vínculo especial entre la banda y la ciudad.
La sorpresa de la noche llegó cuando, ya comenzado el queridísimo tema Estamos bien, apareció en el escenario un sigiloso Coque Malla acercándose al micro al ritmo de los compases justo para hacer coincidir su primer acorde con su llegada al micro. Una entrada sublime para un artista del mismo nivel. La química entre Malla y Santero fue innegable, y aunque algunos listillos ya lo habíamos descubierto en un paseo previo por el parque, su aparición en el escenario supuso la cima del concierto, acercando la actuación a su cierre.
El sonido impecable, la calidad técnica y la entrega apasionada de Santero y los Muchachos, junto con las colaboraciones especiales, hicieron del espectáculo un show inolvidable. La banda no solo nos demostró su talento musical una vez más, sino también su capacidad para conectar profundamente con el público, creando una experiencia que fue tan emocionante como auténtica.
Con este concierto, Santero y los Muchachos reafirmaron su lugar en la escena musical española, cargados de identidad y dispuestos a volver a Madrid siempre que nosotros queramos.

Ben Howard: visuales e introspección
Entrada ya la noche y acompañados por una brisa muy oportuna (y mejor recibida), Ben Howard apareció en el escenario del jardín Botánico en lo que ha supuesto un memorable concierto en su esperado regreso a España.
El artista británico, conocido por su habilidad para combinar folk introspectivo con elementos contemporáneos, cautivó a su audiencia con una actuación llena de emotividad y profundidad en el marco íntimo de Las Noches del Botánico.
El concierto abrió con Richmond Avenue, donde la guitarra acústica de Howard resonó en el aire, acompañada de su voz melódica que llenaba el espacio desde la primera nota. Las proyecciones visuales de paisajes urbanos, aparentemente generadas con IA, crearon un ambiente íntimo que conectó al instante con la audiencia.
Con un público completamente inmerso en la atmosfera envolvente, el repertorio avanzó con temas como Days of Lantana y Black Flies, sobresalientes por su ejecución impecable y una intensidad emocional que Howard transmite con facilidad. Las proyecciones de un rojo intenso que nos sumergieron en la completa serenidad de Days of Lantana contrastaban con los visuales oscuros y atmosféricos proyectados durante Black Flies, que nos trasladaron a un estado casi meditativo.
La sensibilidad del folk se vio fusionada con el rock en la energía de Follies Fixture. Las imágenes abstractas mostradas en pantalla enfatizaban la conexión con la naturaleza y la humanidad, dibujadas en la búsqueda de consuelo de la que nos habla la canción. La habilidad instrumental de Howard y la claridad de su voz fueron evidentes, destacándose entre los momentos más poderosos del concierto.

El toque fresco del setlist lo incorporó Hot Heavy Summer, con un despliegue de armonías vocales que evocaban un sentimiento de libertad y escapismo. La exhibición de colores brillantes y escenas veraniegas complementaron perfectamente la calidez de la canción, creando un ambiente festivo y acogedor en todo el espacio.
Con el anuncio por parte de Howard de «una canción dulcemente deprimente», el público advertía el inicio de Small Things, reconociendo en esta canción temas como la ansiedad y la búsqueda de paz interior. Su técnica vocal impecable resonó con el público y, junto a las imágenes minimalistas, distinguían la simplicidad y belleza cruda de la canción.
Howard invitó al público a unirse con entusiasmo al ritmo de la canción Keep Your Head Up, en lo que fue uno de los momentos álgidos del concierto. Este himno de perseverancia resonó profundamente, fortaleciendo la conexión emocional entre el artista y sus seguidores.
La atmósfera mística de What the Moon Does transformó el escenario con una melodía etérea y letras introspectivas. Las proyecciones lunares envolvieron al público en una narrativa celestial, reflejando la búsqueda humana de sentido y conexión espiritual.
La interpretación de Spirit cerró el concierto con una nota poderosa y emotiva. La voz de Howard, llena de pasión y vulnerabilidad, se combinó con una instrumentación rica y variada. Los efectos abstractos evocaron una sensación de reflexión profunda, dejando a la audiencia con un anhelo compartido de autodescubrimiento y conexión espiritual.
Ben Howard fue más allá de la actuación musical y nos presentó un viaje emocional y espiritual. Con una ejecución técnica sobresaliente en un espacio completamente envolvente, dejó de manifiesto la conexión real con el público, que no dejó de aplaudir durante un intenso lapso de tiempo una vez terminado el concierto, dejando ver su admiración. Ben Howard demostró una vez más por qué es uno de los artistas más queridos en su género.
