InicioConciertosCrónica de The Smile (Noches del Botánico, 2022)

Crónica de The Smile (Noches del Botánico, 2022)

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Con fotografías de Fernando González, Noches del Botánico.

Thom Yorke insistía una y otra vez en A Hairdryer: Look at the pretty lights / Look at the pretty lights [Mira hacia las luces bonitas, mira hacia las luces bonitas]. Era una trampa. Para cuando acabaron las luces bonitas y el reposo de la primera canción, Pana-Vision, el trance ya había comenzado. Y no hubo escapatoria.

Como si alguien se hubiera dedicado a adulterar las bebidas de todos los asistentes al concierto de The Smile en las Noches del Botánico, el viaje que esta banda capitaneó fue alucinógeno, sensorial, mucho más allá de la música, lejos de la idea general de lo que es un concierto. No se trataba de cantar, ni de bailar, sino de alcanzar el mismo estado de delirio en el que permanecieron Thom Yorke, Jonny Greenwood, y Tom Skinner durante la casi hora y media que duró la alucinación. Pana-Vision lo dejó claro desde el principio. Los tres músicos aparecieron entre la ovación del público directos hacia sus puestos. Yorke, con un mono negro que resultó ser de trabajo, haciendo obrero con todos los instrumentos que tocó y voces que creó, se sentó al piano dando la espalda al público.

Su misión desde entonces y hasta el final del concierto consistió en reconstruir el universo de A Light for Attracting Attention (2022), ahora con la ayuda del magnífico juego de luces que los acompañaba y los escasos movimientos, gestos e interacciones con el público que se permitieron los tres integrantes de la banda, que resultaron ser los justos y necesarios.

El Jardín Botánico se convirtió en bosque encantado entre destellos de luz, susurros, ecos y sombras… En la noche, entre la espesura, no ocurre nada si no prestas atención, pero si te concentras, si conectas con el bosque y su esencia, descubres que está lleno de vida. Desde el interior de la confusa nube de humo y sonido brotaron líneas de bajo penetrantes, la caótica a la vez que ordenada batería de Tom Skinner, las atmósferas de las guitarras y teclados de Yorke y Greenwood, el saxo de Robert Stillman, que apareció en dos ocasiones, o incluso el arpa que utilizaron para Speech Bubbles, que convenció aún más de estar viviendo en una ensoñación.

Sin embargo, ninguna intervención quedaba por encima del resto, sino que tenía como fin aportar un matiz distinto a cada estación que componía cada corte; sin destacar en exceso, dotando de distintos colores una misma melodía. A veces, dar una nota más fuerte, más distorsionada o mínimamente fuera de tempo permite añadir contenido al momento, hacer hincapié en un instante, llamar la atención de la gente, conseguir que la repetición pase de ser aburrida a embaucadora. De esta manera conquistaron The Smile las Noches del Botánico.

Hubo hueco, entre el ruido, las luces y la alucinación para mucha psicodelia, retazos de jazz a la guitarra de Greenwood, cantos prácticamente gregorianos que parecían sacados de ultratumba con los coros de Yorke, o temas rockeros como We Don’t Know What Tomorrow Brings o You’ll Never Work In Television Again.

El barullo de estímulos y la perfección sonora que alcanzaron The Smile dejaron al público totalmente pasmado, en silencio. Los asistentes solo aprovecharon para hacerse notar en las múltiples ovaciones, más que merecidas, que regalaron a la banda en cada pausa del concierto, dejando claro que habían quedado completamente prendados. Quién necesita estupefacientes cuando se tiene delante a tres músicos de esta talla interpretando un gran disco en la noche, entre la niebla de un bosque encantado.

AUTOR

Jorge Ocaña
Jorge Ocaña
Estudiante de ingeniería, pero sobre todo un loco de la música.

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