Fotografía: Alejandro García-Cantarero
Hay bandas y artistas que marcan tu vida, bien sea porque te acompañan en tu adolescencia y en esos momentos de incansable descubrimiento, bien porque marcan una etapa concreta de tu etapa adulta o bien porque, cuando descubres sus canciones, sabes que irremediablemente te acompañarán para siempre. En la mayoría de los casos, ocurra el milagro cuando ocurra, la música va íntimamente ligada a determinadas compañías y situaciones, como aquel olor que siempre está unido a una persona o lugar concreto y que es imposible separarlo de esa sensación. Vetusta Morla es una de esas bandas que dejan huella.
El caso de este grupo es de los que llegan cuando uno ya está lejos del niño que un día fue. Cuando publicaron su primer álbum, el que escribe tenía 27 años, por tanto ya eran muchos los discos que me acompañaban cada día y multitud de conciertos a los que había asistido, pero hubo algo que hizo que conectara con estos seis chicos de Tres Cantos, algo que desde el primer momento me conquistó y que me obligó a seguirles allá donde tocaran.
Así, durante 16 años, han llegado a convertirse en el grupo que más veces he visto en directo, que más cosas me ha hecho sentir durante un tiempo más prolongado (que sigan juntos es parte del secreto, claro). Sus discos y canciones marcan estos años de mi vida, junto a esos momentos y personas que han ido formando parte de una historia que ahora tiene un punto y aparte, un paréntesis que esperemos no se prolongue más de lo deseado.
Cuando el grupo de tu vida te regala una vez más algo inolvidable
Es una suerte para todos que Vetusta Morla hayan decidido, antes de tomarse un merecido descanso, decir «hasta luego» en un lugar como La Riviera. La última vez que les vimos ahí fue en 2014, cuando presentaron La deriva en cinco inolvidables noches. En esa época no era tan fácil conseguir algo así, por eso fue un verdadero hito que marcaría (una vez más) el camino a muchas bandas que vendrían después. A partir de ahí llegaron los Wizink, Caja Mágica, Metropolitano… por no hablar de los cientos de grandes festivales que han encabezado año tras año. Por eso, volver a encontrarnos con ellos en una sala supone un motivo de celebración y de reencuentro. Y vuelven a nuestra mente aquellas noches del Café de La Palma o de la Joy Eslava, por nombrar solo algunos de esos lugares donde les pudimos disfrutar de cerca hace años.
Lo que ocurrió anoche en La Riviera será difícil de olvidar, se aglutinaron tantos sentimientos, recuerdos y vivencias que han tenido como banda sonora las canciones del sexteto, que resultaba difícil no emocionarse y verse a uno mismo 5, 10 o 15 años atrás. No somos iguales que entonces, pero seguimos siendo los mismos. Somos aún esos que cantábamos aquello de «¡Hay tanto idiota ahí fuera!» o «Mírame, soy feliz…» como si esas letras hablaran de nosotros mismos, los que llorábamos con Copenhague, los que levantamos el puño en Golpe maestro o nos dejamos mecer por 23 de junio, los que bailamos hasta el apagón, los figurantes. Han sido muchas etapas y maneras de entender la música de Vetusta, con cada uno de sus álbumes como motor y motivación.
Por eso ayer volvimos a sentirnos una vez más parte de ese colectivo que empezó antes de 2008, cuando hablábamos de un grupo de Tres Cantos que haría historia y lo hacíamos como si fuera uno de los más preciados secretos que guardábamos. Les hemos visto crecer, elevarse hasta más allá de lo imaginable y convertirse en la banda española más importante de este siglo. Por eso hay algo de ese orgullo de pertenencia que ayer volvió a aflorar cuando, junto a otras 2000 personas, nos dejamos la voz en cada uno de los 25 temas que interpretaron. El grupo de nuestra vida nos regaló una noche inolvidable. Hicieron que nos sintiéramos especiales de nuevo.
Una noche para valientes
Entre el público había recién llegados, niños, personas que se han ido sumando a esto en los últimos años y, por supuesto, estábamos los de siempre. Fue una fiesta para sus seguidores, los de verdad (sin importar cuándo se hayan sumado a la causa), los que no se dejan guiar tanto por el FOMO como por los sentimientos que producen estas canciones, los fieles más allá de festivales, los valientes. Y eso se percibió en una sala en constante ebullición, respetuosa y agradecida con los músicos y absolutamente entregada en cada canción. Éramos privilegiados (las entradas se agotaron en minutos y la demanda era espectacular) y así lo percibimos desde el primer momento.
El show arrancó como lo hace Figurantes (2024), su más reciente álbum. Puentes es la metáfora perfecta para entender lo que une a Vetusta Morla con su público y es un inicio ideal de concierto, con las estrofas en spoken word y una melodía de estribillo tan brillante como contagiosa. A pesar de que su último álbum no ha tenido gira de presentación al uso y casi todos los conciertos desde que salió han sido en festivales, para estas últimas fechas han hecho unas cuantas concesiones, de hecho en el concierto que nos ocupa tocaron 6 de las 10 que componen el trabajo. El resto, canciones imprescindibles del repertorio de Vetusta Morla y un recorrido por todos y cada uno de los álbumes publicados hasta la fecha, con un reparto bastante equitativo entre todos, siendo Cable a tierra (2021) el menos representado.
Sin artificios, la música como única protagonista
A veces resulta muy difícil plasmar en palabras lo que una banda te hace sentir en sus conciertos y en noches como esta, con las emociones disparadas y los recuerdos asaltando tu mente sin descanso, intentar describir tantas sensaciones se convierte en una tarea titánica. No es exagerado afirmar que pocas veces se ha visto y percibido una energía tan extraordinaria en La Riviera. En tiempos de pura inmediatez, de salas llenas en las que en ocasiones abundan los molestos charlatanes o los que asisten por «vivir la experiencia», vivir algo como lo de esta noche te hace reconciliarte con todo, rememorando aquellos conciertos de hace años en los que la música era lo único importante.
Y así fue, un show carente de escenografía y audiovisuales, donde la música y una cuidadísima y majestuosa iluminación se combinaron a la perfección para que cada golpeo de batería de David o cada gesto de Pucho estuvieran envueltos por una atmósfera embriagadora. Los seis son una máquina perfecta que roza la excelencia y eso, sumado a la conexión que tienen con su público, hace cientos de personas se vean engullidos por un estado de felicidad plena que se extendió más allá de las dos horas largas que duró el concierto. Como si los astros se alineasen, en La Riviera ocurrió todo lo que debía ocurrir, tanto a nivel musical como emocional.
No hubo discursos largos, (salvo en los agradecimientos, cuando Pucho reconoció que se estaba explayando demasiado), la ocasión lo merecía, y las que tenían que ser las absolutas protagonistas eran las canciones. Esas composiciones que han llevado a Guille, Juanma, David, Pucho, Jorge y Álvaro al lugar en el que están, las que a tantas personas han salvado la vida y han hecho felices a lo largo de los años, las que ya permanecen en el imaginario colectivo de miles y miles de personas que han caído rendidas al hechizo de una banda que ha abierto más caminos de los que nadie podía imaginar en sus inicios. Fue precioso ver de cerca las caras de felicidad de los músicos durante el concierto y la sincera emoción que se desbordó al finalizar el mismo y despedirse de sus fieles.
Un concierto apoteósico
Han sido muchas las crónicas de conciertos de Vetusta Morla que se han (y hemos) escrito a lo largo de los años, tantas que resultar innovador a estas alturas es una quimera. Por eso es importante resaltar que la música en directo, aparte de la calidad técnica y el repertorio, se basa en las sensaciones personales de cada uno, en el disfrute colectivo de un arte tan personal como comunitario, en los lazos que se crean entre los artistas y sus seguidores… Lo de anoche es un ejemplo de esos que permanecerán en la retina durante mucho tiempo. Debemos sentirnos muy afortunados por haber podido asistir al que es, y muchos coincidimos en ello, uno de los mejores conciertos que hemos visto jamás de una de las bandas de nuestra vida.
La explosividad de Golpe maestro; la delicadeza de Maldita dulzura; la triada de temas dedicadas a lugares concretos formada por Finisterre, ¡Ay, Madrid! (qué maravillosa declaración de amor-odio a nuestra ciudad) y Copenhague; la potencia de Mapas, Te lo digo a ti, Sálvese quien pueda y Valiente, interpretadas una tras otra y dejando sin aliento a los allí presentes; y, por supuesto, el esperado y celebradísimo final con Los días raros. Son muchos los momentos a destacar de esta «fiesta de despedida, pero con ganas de que haya pronto una fiesta de bienvenida», como dijo Pucho en algún momento, pero solo hay un veredicto final inapelable: hemos estado en una de las noches más especiales de cuantas hemos vivido junto a Vetusta Morla a lo largo de estos años. Fue verdaderamente emotivo y excitante. Un concierto apoteósico.
Setlist Vetusta Morla:
- Puentes
- El discurso del rey
- Fiesta mayor
- Golpe maestro
- Figurantes
- Un día en el mundo
- Virgen de la humanidad
- Cosas que hacer un domingo por la tarde
- El hombre del saco
- Maldita dulzura
- Finisterre
- ¡Ay, Madrid!
- Copenhague
- La vieja escuela
- 23 de junio
- Consejo de sabios
- La derrota
- Mapas
- Te lo digo a ti
- Sálvese quien pueda
- Valiente
- Saharabbey Road
- Catedrales
- Cuarteles de invierno
- Los días raros