Sábado, 10 de agosto
Con unos impresionantes Claim en la Plaza del Trigo, y disfrutando de las últimas horas en el pueblo, con buen vino y mejor gastronomía, nos dirigimos por última vez al festival.
Hicimos un pequeño reencuentro con la nostalgia con La Sonrisa de Julia, que estaban celebrando su XX aniversario como banda. Fue bonito reencontrarse con su música tras bastantes años fuera de la pista. Turno para Apartamentos Acapulco, una maravilla poder disfrutar de propuestas así, del verdadero circuito independiente.
En el escenario Ribera del Duero salía Rozalén, una habitual del festival y una de las voces más comprometidas, tanto por composición como por detalles como tener una intérprete de lengua de signos a lo largo de toda su actuación.
Es cierto que Sonorama intenta que la experiencia del festival sea lo más accesible e inclusiva posible, subtitulando algunos conciertos, proporcionado lugares reservados para el visionado. Sobre la actuación, la manchega se metió al público en el bolsillo con su desparpajo y naturalidad, incluso paseándose mientras cantaba por el medio de las masas y a su vez, emocionándose por lo vivido abajo.
Hombres G eran una de las apariciones más esperadas del festival. Incluso, en la rueda de prensa previa a su salida, la propia organización reconoció el nivel de fanatismo que desataban entre ellos. Aunque no sea nuestro género favorito, claramente vencieron a golpe de hits, porque todos somos muy indies hasta que nos desgañitamos cantando Sufre Mamón, Chica Cocodrilo o Venezia.
Llega la medianoche, y tras acabar Hombres G, la sensación de esta edición, llegó Guille Milkyway y su incansable proyecto La Casa Azul. Desde el año 2000 haciéndonos la vida un poquito mejor con su música alegre, pero con mucho trasfondo reflexivo.
Siempre que veo a La Casa Azul se me hincha el alma. Después de verle en sitios como la sala Sol de Madrid, verle ahí, grande, muy grande, es casi un orgullo personal. Eché mucho en falta canciones de sus primeros discos pero entendemos que se debe a todos los fans, y es comprensible. Canciones como Esta noche sólo cantan para mí me siguen emocionando como el primer día. Fue un no parar de bailar y de emocionarse. Que nunca muera esta magia.
Enlazamos un baile con otro: Varry Brava tomaba el escenario principal, con más de media hora de retraso, pero allí estábamos aguantando para vivirlo. Era complicado aguantar pero estoicamente lo hicimos y no pudo haber mejor broche de oro.
Nos gustan los Varry que vemos. Directos, divertidos y sobre todo, cómodos con lo que son y representan. Disfrutar con Playa, Fantasmas, La ruta del amor o Raffaella al final de una noche tan animada es un colofón final único. Este estado de autenticidad es lo que esperábamos de ellos.
Tristemente el Sonorama tiene que acabar. Nos vamos con muy buen sabor de boca, con una edición llena de momentos inolvidables y mucha, mucha emoción.
Recuerda, la vida es lo que pasa entre Sonorama y Sonorama. ¡A por 2025!