InicioConciertosCrónica Fa Ce La Fest 2019: consolidando la calidad como marca

Crónica Fa Ce La Fest 2019: consolidando la calidad como marca

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Fotografías: Noel Castro

El pasado fin de semana Lugo acogió la cuarta edición de una iniciativa pequeña pero que viene pisando fuerte desde 2016: el Fa Ce La Fest. En tan corto período de tiempo, el festival ha pasado de celebrarse en salas a un recinto exterior, ha aumentado considerablemente su número de asistentes –de 200 a casi 600– y ha logrado atraer a grandes nombres del panorama nacional e internacional, convirtiéndose además en una suerte de trampolín para actos emergentes nacionales o locales.

Actuaciones como las de Tulsa, Cariño, Cooper o Nacho Vegas fueron de entre las más concurridas en la edición de este año, que contó con una selección musical exquisita. Una programación que logró combinar distintas vertientes del indie actual –rock, pop, folk, electrónica–, así como propuestas más «puretas» junto a otras más joviales y distendidas. Por último, destacar la gran paridad en el cartel y la apuesta de música en hasta cinco idiomas distintos –gallego, euskera, castellano, francés e inglés–; todo ello sin descuidar la calidad, un rasgo ya característico del cartel del Fa Ce La: saber que saldrás del recinto habiendo escuchado buena música y descubierto un puñado de nuevos grupos.

Viernes 17

En la jornada del viernes, sorprendieron Fábrica de Espejos, con su concierto a las 20.00 horas y un poético autodenominado space pop. Un bálsamo de atmósferas y luces ensoñadoras que inundó a los curiosos que comenzaban a acercarse al recinto del festival, mientras estos cinco jóvenes de Chantada presentaban temas de sus dos EPs publicados hasta la fecha, para acabar con ‘Astro Rey’. Siguieron los vigueses Presumido, para romper esa tónica ensoñadora y desbordar energía en canciones como «Esa no era yo», «Necrotú y yo» o «El rey azotado (invierno)». El dúo ofreció un directo potente y sólido, que serviría de antesala para su antítesis: el folk orquestrado de Nacho Vegas.

Poco a poco se había ido llenando la carpa y de repente no cabía ni un alma en las primeras filas. Una multitud se había congregado para ver llegar al artista asturiano arropado por una numerosa banda, destacando a varios miembros de León Benavente, el músico euskera Joseba Irazoki a la guitarra (o banjo), y un coro femenino que se agolpaba tras la batería. Toda una pequeña orquesta que interpretó un repertorio nutrido de temas tanto íntimos, como costumbristas o reivindicativos.

Canciones antiguas se fundieron con muchas otras de su último álbum, Violética, destacando el dúo con Abraham Boba en «Crímenes Cantados», un tema que denuncia las realidades de los centros de internamiento para inmigrantes que existen en España, o el clásico tema que cerró: «El Hombre Que Conoció A Michi Panero». Coreos en ese «sha, la, la, la la la», cánticos a viva voz, bailes, abrazos, proyecciones tras el escenario…

Un concierto en auténtica hermandad que remató con el puño en alto de Vegas y una ovación apoteósica del público, tras la que llegaría primera propuesta internacional del festival: Michel Cloup en formato dúo, guitarra y batería. Una apuesta intensa y arriesgada, pero accesible en cuanto uno entona con ella y se deja arrastrar por ese rock de tinte oscuro y árido. Un sonido muy distinto al que llegaría posteriormente, el pop asequible de las madrileñas Cariño, quizás la cabeza de cartel millenial del festival, y probablemente responsables de buena parte del público –ya que el Fa Ce La era su primer concierto en Galicia–.

Los conciertos de estas madrileñas son pura diversión. Con mucho desparpajo entre tema y tema y pulcritud al tocar sus instrumentos, las tres chicas fueron desgranando su LP debut con canciones como «Canción de pop de amor», «Mierda seca» o «Bisexual» entre otros hitos. Canciones en clave pop, con letras cargadas de sarcasmo que no pueden sino evitar la sonrisa instantánea en quien los oye. También, sin embargo, hubo tiempo para «La bajona», un tema más nostálgico que acababa de ser lanzado en plataformas digitales ese mismo día.

Cariño suponen una particular recuperación de ese tontipop noventero, del que ya se han hecho verdaderas expertas y que lograron sacar los bailes y coros de los presentes, y pedir más canciones cuando se había acabado el bolo. No hubo suerte, sin embargo, pero ya llegaban los Boyanka Kostova para rematar esa primera jornada, con una hora de trap gallego y verbenero que hizo a los presentes sacudirse el frío a base de baile.

Sábado 18

La sesión vermú del sábado corrió a cargo de Os Amigos dos Músicos, formación orensana que retoma la tradición gallega a base de raíces americanas y latinoamericana. Presentaban por primera vez su segundo LP, «Segundo Fogar«, y lograron reunir a una multitud loable en la plaza de la Diputación de Lugo, alternando entre temas viejos y nuevos y también entre intrumentos: teclados, percusión de diversos tipos, guitarra eléctrica y acústica, ukelele… se dieron cita sobre el escenario.

El Fa Ce La continuaba por la tarde en el Pazo Provincial de Deportes, con el rock de los locales Magical Colors y, posteriormente, el folk-rock euskaldún de Anari. Era quizás una de las propuestas más arriesgadas del festival pero demostró la fidelidad de un público con interés por descubrir, que comenzaba ya a arremolinarse frente al escenario. La artista vasca dio un conciertazo, aprovechando entre canción y canción para explicar el trasfondo de los temas, atreverse con el gallego y reiterar la ilusión que le hacía tocar en Galicia y en el Fa Ce La. Acompañaba a la guitarra Joseba Irazoki, haciendo una sustitución, y sonaron entre otras canciones como «Autodefinitua», «Epilogoa», «Oreinak» o «Piromania», un tema inspirado por la tragedia de los incendios forestales provocados.

Tras Anari, llegaría una de las mejores sorpresas del festival: The Essex Green, capaces de trasladar al público a otra época. Una mezcla de folk y pop de los años sesenta y setenta, cuyas armonías vocales y giros melódicos exquisitos –con la aparición de una flauta travesera–, incitaron a los presentes a sus primeros bailes. Con un español aceptable, la cantante Sasha Bell piropeó los paisajes que se podían ver desde el escenario, comparándolos con los de su Vermont natal, y agradeció una y otra vez la presencia en el festival lucense. Un perfecto entrante para el primero de los platos fuertes de la noche: el proyecto musical de la artista vasca Miren Iza, Tulsa, que continuó esa suerte de tónica folk ya apuntada en la sesión vermú, y que se había asentado con los dos actos anteriores.

Durante una hora y en formato trío –acompañada de Ramiro Nieto, a la batería y Charlie Bautista, a la guitarra eléctrica y teclados–, hizo gala de vozarrón y repasó temas viejos junto a otros de su último trabajo, ‘Centauros’. Es increíble la cantidad de registros vocales que domina Iza, adoptando un gran abanico de actitudes entre la dulzura más tierna –»Matxitxaco», «Oda al amor efímero», «Los amantes del puente»– y la dureza más hostil –»Verano averno», «Atalaya», «En tu corazón solo hay sitio en los suburbios»–.

Con guitarra o sin ella, dio un concierto magistral, aderezado por intervenciones simpáticas entre canciones y la brillantez, también, de su banda en los respectivos instrumentos. Se hizo, quizás, un poco corto, y no hubo opción de bis, quedando en el tintero clásicos de su repertorio como «Algo ha cambiado para siempre», o «Seguramente me lo merezco».

Después de la cantante vasca y tras una dilatada espera, arrancó Cooper para romper con la tónica folk y nostálgica que se había asentado, a base de un indie pop en su más pura esencia, para el deleite de una multitud treintañera que bailaba a más no poder en primera fila. «Tenemos muchos temas preparados», indicó; y así fue. Acompañado por una numerosa banda, durante hora y media repasó sus éxitos en solitario y también algunos de los temas con su grupo anterior Los Flechazos. E igual que el día anterior, tras la propuesta quizás más adulta de la noche, llegó la más joven: el punk de los madrileños Biznaga, que repetían por segunda vez en el festival.

No tardó el público en arremolinarse en pogos infinitos, incitados por la energía arrolladora de temas como «Una ciudad cualquiera», «Jóvenes ocultos», «Máquinas blandas» o «Mediocridad y confort». Una locura absoluta que no hizo sino calentar los motores para los dos últimos actos de la noche, y quizás los más electrónicos del festival: el electropop del gallego Rayotaser y el set del DJ Yuraq Walla. Un buen broche final para el festival hasta el que, sin embargo, solo aguantaron los valientes frente a una temperatura que rozaba los grados bajo cero.

La cuarta edición del Fa Ce La ha sido, en definitiva, un paso más hacia la consolidación de un festival que, apenas sin apoyo institucional y a base del esfuerzo de un pequeño colectivo, comienza a hacerse hueco entre los festivales de pequeño tamaño del noroeste peninsular, engrosando la lista de otros como el Esmorga, Loro Facu, Ribeira Sacra o el Melona Fest, entre otros.

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