InicioConciertosCrónica Keane en Madrid (La Riviera, 2020)

Crónica Keane en Madrid (La Riviera, 2020)

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Keane siempre ha sido una de esas bandas que me han obsesionado un poco desde hace años. Aunque ha habido periodos que les he tenido menos en cuenta, desde su debut tuvieron mi aprobación y seguimos manteniendo una relación estable hasta fecha de hoy.

Cuando anunciaron esta fecha, sabía que estar de nuevo ahí. Mi último recuerdo con la banda británica fue en 2012, presentando Strangerland en Vista Alegre. La idea de un recinto pequeño siempre me apasiona así que no había mejor plan para un lunes gélido del desdichado mes de enero.

Con todo el papel vendido, Tom Chaplin y los suyos tenían un reto por delante: aunque las críticas alabaron vivamente su directo de las Noches del Botánico el pasado julio, tenían que saber mantener la estela generada.

Nadie puede cuestionar el éxito rotundo que fue Hopes and Fears (2004): fueron ríos de tinta los que pusieron en un pedestal los chicos de Battle. Unos jóvenes que reintentaban el brit pop sin guitarras. A mí me ganaron con la pureza en el teclado, una voz aguda que sabía deslizarse por cada rincón y un puñado de buenas canciones que se pegaban al primer intento. Sin duda, uno de los mejores discos debut del siglo XX, al mejor bajo mi humilde criterio.

Pero han pasado 15 años y la vida no ha sido fácil para ellos, especialmente para su vocalista. Todos sabemos que el éxito, si no se gestiona bien, puede llevar a un círculo sin salida. Y así se sintió más de una vez, incluso temiendo por su propia vida. Estos episodios le han llevado a escribir canciones con un trasfondo muy oscuro y triste, mucho menos previsible que las siempre aparente melodías alegres de la banda.

Keane en Madrid

Con una Riviera a reventar, se presentaron abriendo con You’re not home, cuya expansión melódica se abría a cada acorde. Claramente la presencia de las canciones de Cause and Effect (2019) estaban más que presentes ya que era el objetivo final de la visita, aunque desgranaremos lo variado que fue el set list.

Ya en el tercer corte con Silenced by the night nos demostraron las ganas de hacer un buen repaso a su discografía. Nos encantó la estética del escenario, mínima pero cuidada con un juego de luces que maridaba muy bien con el sonido. Pero si algo fue un flechazo en toda regla fue la actitud de la formación, especialmente de Tom, siempre hablador y dicharachero.

Sin duda alguna, los momentos de gracia absoluta vinieron de la mano de los éxitos que componen su perfecto primer álbum: Everybody’s changing hizo que los móviles se alzaran unánimemente a grabar el momento y es que no hay quién se resista a ese pequeño momento instagrammer.

Keane ha sabido encontrar su sitio a pesar de los años. Aunque hayan intervenido sus canciones con guitarras y se acerquen a un abismo más pop, guardan un cierto equilibrio que les permite ser respetados en un mercado complicado. ¿Podrían haber sido un grupo de estadios? Puede. Pero quizás su encanto resida en haber crecido de forma orgánica sin renunciar a su esencia pero con ganas de adaptarse a lo que oyente espera.

Pero si por algo tengo devoción en esta banda es por esas canciones un poco más oscuras, de sus primeros trabajos. No soy de esas personas que se quedan estancadas en la ópera prima pero perlas como Bedshaped o Atlantic me resumen perfectamente la brillante trayectoria de estos chicos y sin duda, la muestra representativa de su sonido, a veces tan sombrío.

Un concierto sobresaliente

Tom sabe cómo ganarse al público. No sólo agradeció un puñado de veces la presencia de todos los allí congregados sino que hizo múltiples guiños a la cultura española como croquetas de jamón, pulpo o refiriéndose la visita que realizó con su mujer a Madrid. Se sienten cómodos, no tienen pudor en demostrarlo y a cambio nos regalaron dos horas de concierto, atiborradas de grandes éxitos y de esas nuevas canciones que intentan seguir dejando el listón muy alto.

Cerrando con Crystal Ball y la coreada Sovereign Café, Keane brilló muy fuerte. Personalmente no sabía muy bien si apostar a un concierto épico pero ¿Por qué no? Siempre hay cierto pavor a lo que te gustó tanto en 2004 no te represente en 2020, pero vaya, me marcaron gol por la escuadra. Sonido impecable, kilos de actitud, una banda en forma musicalmente hablando, pudiendo abusar de sus canciones míticas sin entorpecer el paso a esas nuevas piezas que irán componiendo su discografía. Posiblemente estén en uno de sus mejores momentos, una madurez sosegada, llevada con orgullo.

La gira de Cause and Effect nos ha dejado muy buen sabor a su paso por Madrid. Nos gusta ver que Keane siguen abanderando su generación, a pesar de la incertidumbre en los años intermedios y de la competitividad. Por mi parte, me llevo un recuerdo increíble. Es nostalgia, pero de la buena.


Fotografía: Elisa Quevedo

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