InicioConciertosCrónica Muerdo en Barcelona (Sala Apolo, 2020)

Crónica Muerdo en Barcelona (Sala Apolo, 2020)

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«Lo que tratamos siempre es que en los conciertos la gente se pueda emocionar«, aseguraba en una entrevista Pascual Cantero, alias Muerdo. El compositor y cantante oriundo de Murcia desplegó su energía el pasado 17 de enero ante un público que lo recibió con brazos abiertos en la Sala Apolo de Barcelona.

Emocionado y con la vitalidad que lo caracteriza, el cantautor brindó un show de dos horas en las que sus espectadores, lejos de la quietud, escoltaron el camino finamente trazado que se les ofrecía.

Un sonido limpio, con pequeñísimas interferencias en el micrófono, acompañó la entrada de Mane Ferret, la compositora dueña de un excepcional estilo. Juntos realizaron una interpretación que envolvió al público en una atmósfera especial y los aplausos no tardaron en llegar.

«Tendré canciones» arriba presuroso, sin pedir permiso. Da muestras de por qué ha tenido tan buen recibimiento al momento de ser estrenado a mitad del 2018. Su lírica es una invitación hacia el interior de Muerdo, hacia el interior de Pascual, que la interpreta con sentimiento. 

Para entonces hay algo que queda claro; todos los músicos que integran la banda sienten una genuina pasión por la música. Bailan, se disfrutan y se acompañan. 

Vic Mirallas hace su aparición en el escenario para dar lugar a lo que será una versión de «Invisible» por demás emotiva. Se respira una frescura en el aire que es casi tangible. Vendrán luego palabras por parte del artista: «He viajado por Latinoamérica y me he sentido parte de algo más grande«. Afirmación que dará paso al ya reconocido tema «Llegué hasta ti», interpretado junto a Salvador Beltrán

Luces tenues, músicos abajo y micrófono en el corazón, para reafirmarse en su deseo: «cantaré hasta que me muera«. Marinah será la encargada de subir la temperatura cuando asome su energía al compás de una alegre versión de «La última danza». El público se atreve, responde a la invitación y baila con soltura al ritmo de «La prisa mata». 

Tiene sentido, los músicos son presentados y cada uno, desde su instrumento, demuestra su talento. Momento de especular para nosotros espectadores, la banda se ha ido. No pasa mucho tiempo hasta que surge la guitarra española y escolta un contemporáneo «Volver», original de Carlos Gardel. No todas las personas la reconocen y aún así se vierten en ella, se regocijan en su letra, hasta se escapa alguna lágrima. 

El sube y baja de emociones que se respira es inevitable. Mr Kilombo será quien añada la cuota de júbilo que se venía percibiendo. 

El final es ineludible y la premisa consistente. Lo han logrado, el público no solo se emocionó sino que se ha forjado un vínculo artista-espectador difícil de quebrar.

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