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Crónica Música del Mar: Vetusta Morla (Antigua Estación de Tren de Cádiz, 2021)

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Fotografías: Alfonso Alférez

Finisterre, como contaba Pucho al introducir el single, no es sólo un municipio de La Coruña, también define el fin o extremo del mundo. “En Cádiz también hay esa sensación de Finisterre, de final de la tierra”, pero el término puede envolver incluso la sensación apocalíptica de este último año y medio, así como el motivo por el que Vetusta Morla está realizando esta gira. La pandemia ha afectado gravemente al sector musical, y en especial a los técnicos, staff, crew … de las bandas, que se vieron sin trabajo, y sin ningún tipo de ingresos por la falta de conciertos.

Ante esta situación, en lugar de esperar a lanzar su nuevo disco, Cable a Tierra, que llegará a finales de este año, Vetusta Morla han montado una gira para apoyar al numeroso equipo que los acompaña. Gracias a esto, ha surgido la oportunidad de repasar los mejores temas de sus 4 discos de estudio (6 si contamos MSDL – Canciones dentro de canciones (2020) y Los Ríos de Alice (2013)), sin la necesidad de hacer hincapié en ningún álbum. El resultado es un incansable repertorio que hila éxito tras éxito, himno tras himno. “Vamos a ver como tiembla la tierra”, anunciaba Pucho, y vaya si tembló.

Los seis integrantes del grupo salieron al escenario (todos a la vez, nadie es más importante que nadie) y, Guille Galván al piano, seguido por Juanma Latorre, con ese especial efecto de la guitarra eléctrica, introdujeron Los Días Raros. Un comienzo lento y suave que se rompió rotundamente cuando el tema empezaba a subir, sin llegar a terminarlo, con Lo Que Te Hace Grande. Un cambio drástico y sorprendente en un derroche de potencia que despertó a todo Cádiz, para no dar tregua ni descanso en las casi dos horas de directo, donde una canción se unía con la siguiente sin pausas intermedias, para aprovechar cada segundo. Tal vez lo que te hace grande / es teneros delante otra vez.

En esta gira, Vetusta Morla han llevado su sonido a lo más alto, con una fuerza y energía envidiables, sin la necesidad de incorporar más músicos a su plantilla. Los seis componentes trabajan desde sus puestos, impecables en lo suyo, perfectamente coordinados, pero sin olvidar que están en un concierto, manteniéndose en continuo contacto con el público y gozando con ellos. Aún así, el escenario podría estar vacío, Pucho seguiría abarcándolo todo con sus bailes, tan característicos y singulares. Vive tanto las canciones que entra en éxtasis por momentos, como en La Vieja Escuela o Golpe Maestro, donde llegó incluso a tropezar, al límite de no alcanzar el micrófono y entrar a tiempo antes de caer. Su inagotable danza hace difícil desconcentrarse y a la vez facilita incluso el seguimiento de las letras. Es sin duda uno de los mejores frontman del panorama y su energía es muy contagiosa.

La emoción y lo acústico también tienen su hueco en esta gira. Las hermosas 23 de Junio y Maldita Dulzura emocionan a cualquiera y cumplen el importante papel de evitar que la energía de los demás temas llegue a cansar. El rescate a dúo entre Pucho y Guille Galván de Los Buenos, el tesoro escondido en la banda sonora Los Ríos de Alice (2013), entró a la perfección después del bis y ayudó a cargar las pilas para la traca final del concierto.

Pero no solo nos pusimos sensibles por los temas lentos. Las buenas canciones adquieren nuevas interpretaciones según la ocasión y esta temporada tan dura para todos ha reinventado clásicos como La Deriva, Cuarteles de Invierno o Valientes, que Pucho no tuvo más remedio que terminar sentado y emocionado al ver al público coreando, en pie, saltando y bailando.

Por desgracia, seguimos metidos en un lío y no se puede disfrutar como se querría de este tipo de conciertos. Poca gente aguantó sentada los últimos minutos, incumpliendo la normativa del Música del Mar, pese a los repetidos intentos de la seguridad e incluso de algunos miembros de la banda (Jorge González llegó a sentarse al borde del escenario junto a Pucho para pedir a la gente que se volviera a sentar en sus sitios). “Sabéis que la cultura es segura hasta que todos queramos que sea segura”, insistieron. Ni siquiera el grito al unísono que pidieron a todos los asistentes para soltar la rabia acumulada fue suficiente para hacer que el público cediera. Hay muchas ganas de desahogar en este tipo de eventos, pero debemos cuidarlos y aprender a disfrutarlos de otra forma para que sigan siendo posibles.

Pese al descontrol en ciertos instantes, la organización del Música del Mar estuvo intachable y se pudo gozar de uno de los mejores conciertos que se pueden ver actualmente en nuestro país, mientras la luz de la Luna llena alumbraba la bahía de Cádiz, protegiendo el escenario.

AUTOR

Jorge Ocaña
Jorge Ocaña
Estudiante de ingeniería, pero sobre todo un loco de la música.

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