Rubén Pozo lleva más de 25 años subido a un escenario. Desde que en 1992 formara su primer grupo Buenas Noches Rose para matar el aburrimiento, versionando clásicos del rock con sus amigos del instituto, ha tocado el cielo con Pereza, vuelto a empezar de cero tras la ruptura con Leiva con su proyecto en solitario, con el que lleva ya 3 discos y otro que parece se está cocinando ya. Además de Mesa Para Dos (2020) con Lichis. Sin embargo, la ilusión, los nervios y el gusanillo del rocanrol siguen presentes en cada concierto. Incluso la elección de la ropa el día anterior sigue causando quebraderos de cabeza. Puede que el pasado jueves no acertara del todo, “en mi baño anoche era buena idea”, confesaba. ‘Habrá que vivir’, y ésta es la única forma que conoce el artista de la Alameda de Osuna.
Es admirable que, con su recorrido, y sobre todo con la cantidad de amantes de Pereza que aún siguen ahí, se celebren con el mismo entusiasmo tanto las canciones de esta pasada etapa como las de su último disco. En el Teatro Muñoz Seca se cantaron Rum Rum y Madrid de Pereza, Trompas de Eustaquio y Asco y Vergüenza, de su reciente proyecto con Lichis, y por supuesto un amplio repaso a sus tres discos en solitario. Además, regaló tres temas nuevos que incluirá en su próximo trabajo. El concierto podría haber durado tres horas, y con toda seguridad, a alguien del público le habría faltado ‘la suya’.
Rubén Pozo se ha convertido en un híbrido entre rockero y cantautor. Un hombre-lobo que, aunque se encuentre sólo en un escenario con una acústica, se transforma y revoluciona canciones con un solo de guitarra, al mismo tiempo que pide al público se calme un poco con las palmas, que “esta es tranquilita”. Desde hace mucho el cantante ha confesado su amor por este tipo de formato, con el público sentado y él sólo frente a sus canciones. “Lo hacía antes de la pandemia, y lo seguiré haciendo después”.
Cuenta que puede que no sea tan rockero, “tengo un alma de cantautor que disimulo muy bien”. Y es que, aunque comience un poco tímido, al verle te da la sensación de estar asomado por la ventana al salón de su casa, porque en el escenario se siente muy cómodo. Durante el concierto simplemente cuenta lo que le pasa por la cabeza, sin filtros, sin preocupaciones, con la naturalidad de quien toma una cerveza con un amigo, aunque en este caso fuéramos un teatro prácticamente lleno. Entre esas conversaciones se cuelan chistes malos, confesiones y reflexiones personales, e incluso citas a Frai Luis de León, que se apoderó de él por un momento debido al mimetismo con los alrededores del teatro clásico.
Este ambiente amigable, casual y cercano que se crea en sus directos es también el secreto de sus canciones. Se sabe que no es el mejor cantante, ni el mejor letrista. Sin embargo, sus temas se quedan, porque son sencillos y fáciles de digerir y hacer tuyos, sin caer en la simpleza, sin llegar a aburrir. Para complementar esto, ha dado en el clavo con el formato de los conciertos. Una primera parte en solitario con su preciosa acústica y una pequeña pedalera con lo justo para agrandar las canciones y los solos de guitarra, y una segunda parte acompañado de Ana Diego a los coros, y Joe Eceiza a la Stratocaster. Junto a ellos, los temas dan un salto de calidad y sonoridad. Los matices agudos de la voz de Ana consiguen incluso que Rubén cante y entone mejor, y los detalles eléctricos de Joe complementan a la perfección muchas de las canciones, que piden a gritos un solo de guitarra. Hubo mucho rock and roll en el teatro. Dio tiempo hasta para colar un par de armónicas y la mandolina de Chatarrero, todo a cargo del artista de la Alameda de Osuna.
Aprovecho para recomendar la obra de Joe Eceiza, especialmente su último disco, Ilesos (2020), con un sonido entre el country y el rock de una calidad que no acostumbramos a escuchar en castellano.
La fiesta terminó con sus canciones más reconocidas, desde Rum Rum hasta Chavalita, pasando Asco y Vergüenza y Guitarra Española, para acabar con ‘el T Rex del experimento‘, que el público cantó a coro para un Rubén que tuvo que sentarse en las escaleras del escenario a escuchar y disfrutar. ‘Tú te extinguiste una vez, pero aquí estás de nuevo‘.