Cuando Alex Lahey decidió comenzar a escribir las canciones de su segundo disco en Nashville, en plena gira norteamericana presentando su debut de 2017 (I Love You Like A Brother), seguramente lo último que pensó es que la inspiración le llegaría de la escena de antros de la ciudad estadounidense. Sin embargo, estos tugurios perdidos por la capital de Tennessee fueron los principales instigadores de la idea de su último álbum y, en especial, de su título: The Best Of Luck Club.
Este club, en el que según afirma la autora se terminan las conversaciones normalmente con “la mejor de las suertes”, sirve a Lahey para presentar diferentes visiones y personajes. Todos ellos con una misma tendencia a caer en situaciones sociales y sentimentales de desencuentro y agotamiento, en las que seguro han influido también las vivencias de la cantante australiana. Es este uno de los aspectos que más destacaba de su fresco, directo y personal primer largo editado hace un par de años y que referenciaba en el título a su hermanastro.
Al contrario que en aquella ocasión, aquí el pop punk veinteañero y de temática juvenil que enarbola Alex Lahey carece de gancho, sonando en sus melodías y riffs rematadamente manido e intrascendente. Bandas como Paramore o Foo Fighters se vienen a la cabeza en las canciones con mayor presencia guitarrera, mientras que en las atmósferas más emotivas del desenlace la vocalista parece contagiada del ambiente soporífero y tedioso que se vive en los antros; el tono con el que canta “You’re the only one for me” en Black RM’s llega a ser exasperante.
Las letras, bien hiladas con ironía en su anterior trabajo para denunciar, por ejemplo, que aún en 2017 no fuera legal el matrimonio homosexual en Australia (lo es desde diciembre de aquel año), aquí nos dejan una coctelera de emociones: desde tratar por encima los problemas mentales (Interior Demeanour), hasta una ridícula carta de amor a lo que parece ser un vibrador al que llama Isabella (“She gives and never asks for much / But finds it hard to keep still”).
Sin duda, la sinceridad sigue estando presente en su segundo esfuerzo, de hospedajes en hoteles baratos para pensar en los errores de la vida (Am I Doing It Right?) a personas tóxicas que se quiere quitar de encima (Misery Guts), pero la forma y el fondo no son los mismos. Quizá el cambio en la producción haya sido uno de los motivos del descafeinado resultado. Si en su primer EP y LP trabajó con Oscar Dawson (mitad del dúo Holy Holy), aquí ha sido la aclamada productora británica Caroline Marks -quien ha firmado trabajos de Wolf Alice o The Wombats– la que ha estado detrás.
En una entrevista concedida a The Guardian, Lahey calificaba de “postmoderno” lo obtenido con su nueva ingeniera de sonido. Pero, sinceramente, no hay nada de avanzado en un repertorio que deja una sensación continua de “esto ya lo he escuchado antes”. La producción, de propensión artificiosa y vacua, no ayuda a enganchar con el desconcertante largo.
Como punto positivo, Alex Lahey recupera para The Best Of Luck Club el saxofón; la multiinstrumentista comenzó a estudiarlo en la universidad pero lo dejó a medias. El solo que se marca en Don’t Be So Hard On Yourself es de lo poco reseñable de un esfuerzo, a todas luces, decepcionante. Remitiendo a la pregunta que se hace la propia intérprete en el tema de apertura, en este antro, la diversión no llegó a entrar por la puerta.