Tras cinco años de silencio ha vuelto la banda de rock menos rockera del mundo. En serio. Son tan friquis (con cariño) que toman su nombre del atajo del teclado que en los Mac crea la letra griega delta. Sí, son alt-J y han abierto este 2022 con su cuarto álbum de estudio, The Dream.
Después de girar el mundo presentando su Relaxer (2017) el trío decidió en 2019 concederse un parón musical para concentrarse en la vida mundana. Para cuando quisieron ponerse de nuevo en marcha la pandemia arrasó con todas sus expectativas. Ya no había presiones ni prisas y decidieron tomarse el asunto con calma.
De hecho, The Dream es el resultado de un año y medio en el estudio; y eso se nota. Estamos ante la presencia de unos alt-J sueltos, con canciones menos calculadas y más fluidas, pareciendo por momentos una jam session profesional. Los británicos intentan llevar al oyente a su local de ensayo e introducirlo en su proceso compositivo: un incesante flujo de ideas, temáticas, texturas y capas que resultan en otro disco notable.
El trabajo abre con Bane, una oda a la Coca-Cola, literalmente ese “ice cold black fuel”. Un coro semiapocalíptico acompañado de una sinuosa línea de guitarra nos introduce al disco y nos hace pisar tierra. Estos siguen siendo los alt-J de toda la vida: un amplísimo espectro de influencias que van desde la música surasiática hasta el blues norteamericano, pasando por piezas clásicas o hip-hop. Pero esta vez son capaces de hacer una obra maestra de la cosa más mundana.
Y es que si en lo musicalmente podemos contemplar a unos alt-J relativamente poco cambiados, en la lírica es donde ha habido una completa metamorfosis. De escribir inspirados en obras de otros artistas (todos los componentes del trío se conocieron estudiando Bellas Artes), ahora Joe Newman, frontman de la banda, confiesa escribir sus propias historias basadas directa o indirectamente en su propia experiencia.
Continuamos paseando por la mente creativa de alt-J para, esta vez, transportarnos a la felicidad de un festival veraniego con U&ME. Una canción sin prisas pero certera, compuesta literalmente en las pruebas de sonido de su último tour de 2018. Le sigue Hard Drive Gold, que nos introduce en la mente de un adolescente que pretende hacerse rico en el mundo de las criptomonedas (Don’t be afraid to make money, boy). Lo más seguro es que estés siguiendo el ritmo con el pie y ni te hayas dado cuenta.
Dentro del repertorio lírico de este álbum destacan letras inspiradas por historias de crímenes reales. Una maravillosa Happier When You’re Gone cuenta el asesinato de un marido abusador por parte de su mujer. O The Actor, que indaga sobre la persona que le facilitó las drogas mortales a John Belushi en 1982. Le seguirán Chicago, Philadelphia y Losing My Mind. Cada una más macabra que la anterior, pero todas ellas muestras de esa capacidad de aunar lo oscuro con melodías dulces y suaves.
Pero quizás el momento más sincero del trabajo y el culmen de esa metamorfosis lírica llega con Get Better. Un relato que hace de lo costumbrista desgarrador. Un viaje emocional desde el impacto por la pérdida de un ser querido hasta una aceptación final (I still pretend you’re only out of sight in another room) Apoyada esencialmente en un rasgueo de guitarra folk y la voz de Newman al borde del llanto (literalmente escogieron la toma en la que terminó llorando), éste es quizás el tema con mayor carga emocional que haya compuesto alt-J en su carrera.
El único problema de unos maestros como alt-J es que van a vivir toda su carrera bajo la sombra de una obra maestra difícil de replicar. An Awesome Wave (2012), su disco debut, ha cumplido diez años y sigue siendo el álbum de referencia de la banda. Sea como fuere, una vez más, The Dream sigue siendo una pieza de orfebrería indie-rock y alt-J siguen siendo alt-J. Y con eso me basta.
Escucha aquí el trabajo de alt-J
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