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Arde Bogotá – Cowboys de la A3

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Para todos aquellos que anhelaban nuevas promesas en el rock español, hay buenas noticias: Arde Bogotá ha estrenado un disco que trae mucha guitarra y gasolina. Cowboys de la A3 es el segundo trabajo de los murcianos después del inmenso aplauso recibido con La noche (2021). Y es que es llamativo que un grupo tan reciente suba como la espuma hasta la cima de la montaña siendo la aceptación tal, que ya se han convertido en uno de los grupos más codiciados del momento.

Obviamente el éxito no es casual, pues el cuarteto formado por Antonio García (voz, guitarra y letras), Dani Sánchez (guitarra), Pepe Esteban (bajo) y José Ángel Mercader (batería) ha estado asfaltando la carretera a sus espaldas a base de cuantiosas apariciones en los escenarios de algunas de las salas más importantes del país (y de paso colgando el cartel de sold out en la mayoría).

Este trabajo de 12 cortes viene hilado a partir de la metáfora de un viaje en carretera, concretamente la A3, que une su ciudad natal con el resto de puntos de la península. 

Durante los 44 minutos en los que se desarrolla la travesía musical, son continuas las alusiones al universo automovilístico. Por ejemplo, es llamativo cómo mencionan diversos modelos de coches, convirtiéndolos en absolutos protagonistas de los escenarios recreados (Land Rover Fighter, Seat 600, Renault Megane, Peugeot).

De este modo resulta inevitable la evocación alegórica de una carretera que penetra en parajes diversos, algunos de ellos rocosos y difíciles de atravesar. 

Ya desde la propia portada se plasma ese espíritu viajero de cowboy moderno y errante, jugando con una imagen poderosa en la que resalta la rueda posterior de un coche enmarcada por la figura de un caballo galopante sobre el fondo del skay blanco de la tapicería. De alguna manera, esa potente simbología recupera algunos de los temas tradicionalmente manejados en el universo del rock duro: carretera y velocidad, sólido pegamento entre los temas. 

El viaje empieza pisando el acelerador a fondo con Los Perros, primer adelanto en el que Arde Bogotá nos puso los dientes largos en enero de este mismo año. La singular voz de Antonio irrumpe grave con una confesión: “Soltad a los perros porque me he escapado” y el ritmo del bajo y la batería hacen retumbar aún más profundas las primeras notas. Enseguida la guitarra se abre paso rugiendo y creando una atmósfera propia que estalla acompañando los últimos versos in crescendo. Cuando termina comprendemos por qué la eligieron como muestra y como apertura del LP. 

Nuestros Pecados apuesta por la variación de registro hacia los guiños funk sin menospreciar esa base explosiva marca de la casa que se delata en el estribillo y el final plenamente guitarrero.

Qué vida tan dura es tajante tanto en mensaje como en sonido. Arranca distorsionada, como una de esas canciones descubiertas por casualidad en una emisora de radio sin buena señal mientras viajamos. La sonoridad se va limpiando y progresa rabiosa, llena de queja y desahogo: “Estoy tan seco en el alma, que estoy considerando viajar sin ninguna/ Cansado de aguantar en secreto la lucha”. La sencillez y claridad de su mensaje invitan a sentirse identificado, a querer gritarla en los conciertos a pulmón lleno. 

Por su parte, en Clávame tus palabras se acentúan todavía más la rabia y el reproche de la canción anterior, aumentando el beat y el overdrive, sonando a rock puro y duro. Tanto es así que se hace imposible que la memoria no recupere el sonido del Paradysso (2002) de los mejores Sôber

En el segundo tercio, soltamos momentáneamente el pie del acelerador y llegamos a Cowboys de la A3, un medio tiempo precioso homónimo al álbum, y que contiene los ingredientes exactos para convertirse en una de esas grandes canciones de rock. Inicio solemne con voz y guitarra acústica, poca distorsión, una historia fácil de imaginar, con ciertos matices autobiográficos y un estribillo que va progresando en el desgarro. 

En su final ensambla como anillo al dedo Copilotos, con ciertas reminiscencias country, pues los instrumentos protagonistas aquí son de nuevo la guitarra acústica y una voz rota que añora recuerdos y compañía en el asiento de al lado.

Pero no temamos: queda gasolina de sobra en el depósito y los de Cartagena quieren dejar claro que este disco quema rueda. Por eso Veneno -quizás la más dura de toda la grabación- estalla con un riff de guitarra que bien podría haber sido obra del mismísimo Matt Bellamy de Muse. La lírica aquí también habla de ausencia, pero con reproches y ganas de zanjar ese capítulo común (“Lo que queda entre los dos es el límite de la obsesión, es veneno y Fanta de limón”). Continúa la fiesta Escorpio y Sagitario, que inicia a lo The White Stripes y un registro vocal potentísimo acompañado de un ritmo frenético que hace reverberar el estribillo repetido e impregnado de fósforo quemado por cuerpos que, aunque no correspondidos, se encuentran hambrientos. 

El GPS muestra el destino cerca, así que en Besos y animales volvemos a bajar hasta un medio tiempo que suena plenamente ochentero en su inicio y que vira hacia una percusión delirante con sutiles toques ska que se mete en la cabeza como una auténtica bomba que nos impide bajar aún los brazos.

Esa marcha cómoda impregna Flor de la Mancha, otro de los temas más melódicos del disco, en el que de nuevo se aprecian tintes de country y pop-rock al puro estilo americano: acordes sencillos, un estribillo pegadizo y letra que remueve: (“Y ahora que te vuelvo a mirar (…)/ No duele tanto/ El camino hacia el perdón se nos hizo largo”)

La rebeldía social (aunque contenida) también tiene su hueco en Todos mis amigos están tristes, a ritmo de puro rock n’ roll en el que la proclama que da nombre a la canción ocupa repetidamente más de la mitad de la canción. Personalmente considero que es la pieza que menos sorpresa provoca, pero en su favor hay que decir que es un buen puente hacia el final que los de Arde Bogotá han sacado de la chistera, llamado La Salvación.

Y es que el destino de la travesía llega acertadísimo a través de esta balada, redonda, de esas que ponen un nudo en la garganta al escucharla y cantarla. Sugiere la desgarradora disyuntiva “Ni contigo ni sin ti” , pues volver a casa constituye tanto el oasis anhelado desde que se emprende el camino, como la desolación de añorar a quien perdimos fruto de malas decisiones. 

En definitiva, con Cowboys de la A3 (2023) Arde Bogotá ha conseguido romper los esquemas de todos aquellos que pensábamos que era otro grupo indie más. De hecho merecen que nos quitemos el sombrero como muestra de respeto, pues lo que han logrado hace añicos las ideas preconcebidas sobre la música rock nacida en nuestro país durante las últimas dos décadas. 
Quedaban muy atrás referencias sólidas como Héroes del Silencio o los ya mencionados Sôber (de quienes se han inspirado muy de cerca), por eso abrazamos con ganas que los grupos emergentes quieran tomar el arriesgado testigo de hacerlo a la antigua usanza, pues parece que había dejado de estar a la moda.

Y aunque la salvación a veces puede estar dentro de un beso, sabemos que también lo está en esta forma de apostar por el rock n’ roll.

Acompaña a Arde Bogotá en su viaje como Cowboys de la A3

AUTOR

Eva A. Gómez-Calcerrada
Eva A. Gómez-Calcerrada
Vivo rodeada de canciones y de melodías desde que tengo uso de razón. Perpetua enamorada de la música y sus palabras.

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