Se abre el telón y observamos sobre el escenario a cuatro músicos con pintas de recién salidos del instituto cantando sobre películas y actrices de los años 30 mientras tocan con una técnica envidiable. Que los componentes de Black Midi no integran una banda nada común dentro de la nueva escena rock británica ya lo intuimos hace tiempo, pero Cavalcade (Rough Trade Records, 2021), su alocado, impredecible y teatral segundo álbum de estudio, lo reafirma a las mil maravillas.
Después de publicar su aclamado debut de poso improvisado Schlagenheim en 2019, y dejar con la boca abierta a más de uno con sus televisados directos en la gala de los Mercury Prize por ejemplo, este grupo de veinteañeros prosigue con su tempranero ascenso con una reválida en la que cada pieza de las ocho que la integran es un brochazo diferente salpicado en una colorida portada que podría exponerse en cualquier museo de arte contemporáneo.
No querían hacer Geordie Gripp (voz, guitarra, etc.), Cameron Picton (voz, bajo, etc.) y Morgan Simpson (batería, etc.) –el guitarrista Matt Kwasniewski-Kelvin no participó en la grabación del álbum por problemas de salud mental- lo mismo que en su anterior referencia y el objetivo lo han logrado holgadamente. Su nueva obra es tan peculiar como expeditiva, tan poco revolucionaria como evolutiva, y tan arriesgada como compleja de digerir en una primera toma de contacto.
Abundan ideas y creatividad en un disco que no puede dejar a nadie indiferente desde el tremendo comienzo que es John L. ¿Prog? ¿Jazz? ¿Rock experimental? ¿Math rock? ¡Qué más da! Silencios y cabalgadas instrumentales se suceden como si de diminutos movimientos sinfónicos se trataran en una canción en la que comenzamos a saborear el absoluto virtuosismo de estos chavales que se conocieron en la Brit School hace una década.
En Cavalcade, Gripp, Picton y Simpson tocan de todo (sintetizadores, pianos, flauta, elementos de percusión, buzuki, órgano hammond…) con unas condiciones técnicas exquisitas en los inmensos ascensos ruidistas y alborotados –las guitarras y los vientos de Chondromalacia Patella suenan como una manada de elefantes enfurecidos- y en los instantes de una belleza más elegante, como el homenaje en plan bossa nova a la histórica cabaretera Marlene Dietrich que pone el primer giro melodramático al álbum. En cada acometida se palpa la tendencia hacia la explosión catártica arraigada entre los tres miembros originales que han participado en el álbum, coproducido con John ‘Spud’ Murphy y grabado en los estudios Hellfire de Belfast.
Así, el nuevo trabajo de Black Midi mezcla dramatismo, romanticismo e histrionismo musical sin ningún criterio ni orden establecido. El desmadre acaba resultando en la perfecta banda sonora para una utópica antología narrada en tercera persona y protagonizada por personajes obsesionados con la fama y la trascendencia. Dethroned presenta a un hombre con problemas para aceptar la derrota y Ascending Forth habla de un compositor decidido a acabar con lo que se considera convencional. Geordie Gripp se encarga de verbalizar y cantar, en plan crooner en esta ocasión, estos relatos sin ningún tipo de hilo conductor que los sostenga.
Cavalcade resulta en definitiva un álbum exagerado por momentos, así como un ambicioso paso adelante a nivel instrumental que pocas bandas se atreven o son capaces de dar con apenas un par de años de vida. Una colección de influencias musicales nutre una función a la que no le faltan comedia, suspense y tragedia hasta cerrar el telón con un operístico crescendo que proyecta en tu mente las letras F I N.