«El deseo de crear un mundo sónico es lo que me inspira»
Blanco White
Hay discos que elevan, sin importar a dónde llegan. Consiguen desplegar tus alas y hacerte planear hacia los espacios más vibrantes y reposados, donde la altura adquiere una dimensionalidad expectante. Son discos que llevan implícita una catarsis de liberación, pura psicoterapia dentro del orbe acometedor que vivimos. Blanco White, valga el dualismo acromático, logra gestar un sonido propio que fusiona el folk más puro en una profunda espiritualidad refulgente.
Tarifa es el segundo álbum en solitario de Josh Edwards, un artista multidisciplinario que explora y fusiona las raíces del folk, del indie y de la electrónica, abrazando al mismo tiempo la emotividad múltiple que resulta de la colaboración y del intercambio cultural diverso. Edwards, apodado también como Blanco White, ha producido Tarifa junto a Pilo Adami (de Nubiyan Twist), Nathan Jenkins Aka, alias Bullion (de Nilüfer Yanya, Orlando Weeks, Hayden Thorpe), y los percusionistas Seb Rochford (de Polar Bear y Sons Of Kemet).
Inspirado en compositores como Sufjan Stevens e Hiroshi Yoshimura, Blanco White construye Tarifa entre el éxtasis astral y el aislamiento humano. Viene a ser como una traslación catártica de lo abstracto y metafísico a partir de la recuperación del artista en la superación de un dolor crónico y debilitante. De ahí que el disco desprenda esa dualidad polar que marca el péndulo entre la angustia, los estados intermedios de la resiliencia, la indagación de nuevos elementos, la construcción de nuevas naturalezas y esferas propias, y el desenlace final mediante la curación y la redención.
Toda esta marcada filosofía multicentro se envuelve bajo una atmósfera estilística de rupturas rítmicas (síncopa), dream pop, instrumentación y percusión orgánicas, ternura poética, folk andino (charango y el ronroco) y flamenco (guitarras españolas). Si su anterior disco, On the Other Side (2020), ya fue una obra de arte, este nuevo enfoque logra sumergir al oyente en el micro universo de las realidades desintegradas y recompuestas, y las fantasías existenciales más difusas. Es por ello que siempre he defendido que en la música no existen confines determinados sino fundiciones dilatadas.
Blanco White es un londinense atípico que empezó su andadura musical en 2014. No conforme con lo cercano, decidió mudarse a Cádiz (España) a fin de estudiar guitarra flamenca. Posteriormente, se trasladó a Bolivia con el objetivo de cultivarse con los instrumentos de la zona, especialmente con el charango, una especie de laúd indígena. Desde entonces, su visión de la música siempre se ha fundamentado en la licuación narrativa del sonido multidisciplinar, oscilante entre África y Latinoamérica. Él mismo lo define de esta manera: «Lo que me fascina de la música es su enorme capacidad de conversación entre los diversos espacios físicos, ese constante diálogo de tradiciones y diferencias. Por ejemplo, los ritos africanos están presentes en Latinoamérica (…) y estas influencias están siempre viajando. Eso es fascinante» (Binaural, 2020).
El nombre de Blanco White se inspira en la vida y obra del escritor sevillano José María Blanco White quien no tuvo más remedio que huir a Inglaterra antes de caer víctima del poder político de la época, y de la Santa Inquisición española. ¿Razones? Varias. Entre ellas, su posición crítica acerca del catolicismo, las Cortes de Cádiz españolas y escribir sus mordaces Cartas de España. En su Autobiografía, el autor deja muy clara su posición al respecto:
«Estoy dispuesto a reconocer que nunca he sentido aquella clase de patriotismo que ciega a los hombres tanto con respecto a los defectos de su propio país como a los suyos personales. España, como entidad política, miserablemente oprimida por el gobierno y la Iglesia, dejó de ser objeto de mi admiración desde mi temprana juventud. Jamás me he sentido orgulloso de ser español porque era precisamente como español como me sentía espiritualmente degradado y condenado a inclinarme delante del sacerdote o del seglar más mezquino, que podía despacharme en cualquier momento a las mazmorras de la Inquisición».
Este arcaico patriotismo tan propio en la historia de España, fue el entrante perfecto para que Edwards fundara su proyecto Blanco White. Sus palabras justifican esta admiración: «La figura de José María Blanco White no es conocida en España pero tras descubrir sus ensayos en Cádiz, quedé fascinado por su valentía y pensamiento frente al sistema: esa identidad dualista entre crítica y exilio fueron los detonantes que inspiraron mi proyecto Blanco White» (Binaural, 2020).
Tarifa ha visto la luz a través de Nettwerk, sello discográfico especializado en pop, electronic, dance alternative, neo folk e industrial sound. El disco ha recibido innumerables elogios por parte de la crítica internacional. Por ejemplo, «Son canciones que pueden transportarte a cualquier parte» (American Songwriter). «Es romanticismo bajo impactantes elementos en un magnífico relato» (The Independent). O «Es un deslumbrante despliegue de virtuosismo» (CLASH Magazine).
El plástico reúne 11 temazos, todos ellos magistralmente compuestos bajo numerosos fondos, detalles e instrumentaciones, perfectamente armonizados con la bella voz de Blanco White. El álbum ha sido compuesto entre Tarifa y Londres gracias a un equipo de grabación móvil. Analicemos pues su contenido.
La primera pista que aparece es Giordiano’s Dream, Pt. I. Nace con un órgano en suspensión que lentamente, a modo de cadencia, va dando entrada a la percusión e instrumentos y lírica. Nos habla del coraje que debemos tener para afrontar la vida y su final, aunque llegados a su término no hayamos encontrado las respuestas a nuestros interrogantes: «No es fácil irse cuando mueres. El coraje se rompe. Espero que en alguna parte existan las respuestas».
Giordiano’s Dream, Pt. II, viene a ser como la continuación del primer corte, pero con un ritmo mayor y una consonancia más étnica. Órganos trémulos y desplazados junto a percusiones ligeras entonan melodías subyacentes que recorren el espectrograma sutilmente. Sin duda, un tema colosal con un mensaje breve pero rotundo: «No estamos solos, hay tiempo que nos sobra».
Llegamos a Tell Me That You Need Me, uno de mi top one: «Estoy perdido en el movimiento y por ello escribí tu nombre en la piedra, como si el sol se magnificara, pero mi corazón sigue todavía golpeando como un tambor, aunque eso ya no importa si sabes a dónde vas». La rítmica y la voz están melosamente conjuntadas, con ligeros punteos de guitarra cristalina que parecen emanados de una Gibson Les Paul.
Una Noche Más, es el cuarto corte del álbum. Toma protagonismo el charango, ese instrumento tan característico de Bolivia. El mensaje expresa esos sentimientos tempestuosos que se forman cuando una relación concluye y no hay marcha atrás. Solo queda la nostalgia, las culpas y las reflexiones. Una oscuridad más que llevar a cuestas, una noche más que superar. En este fragmento queda expuesto el dilema: «Hubo un tiempo en el que nos tuvimos. Dime ahora cómo te sientes, porque todo lo perdimos a través de las grietas».
La pista Tarifa gira en torno a la pérdida del amor, la angustia de la ruptura y de la posible esperanza del retorno: «Habrá un mundo nuevo, un mundo lleno de color. Dime que vendrá y estaré esperándote. Dímelo para tener en el alma el sol de la mañana». Musicalmente muestra una acústica mágica y mística con esos toques folk de guitarras españolas y artilugios andinos.
Green Eyes, sexto tema del álbum, clama una vez más, esas almas usurpadas y desgarradas: «Me robaron el corazón y ahora tengo un peso en mi mente. Quiero saber cómo se siente tomar una parte de tu alma y reemplazar mi agujero con esa parte tuya». El sonido es suave, simple, con punteos de cuerda y voz. Suena como un goteo delicado y traslúcido.
Don’t Go Hiding Now, bajo un inicio a base de guitarra española y cierta voz flamenca, cuenta la breve historia de una búsqueda a través de la luz y la penumbra: «Puentes y túneles serpenteando en la oscuridad, mi mente estaba acelerada (…) caminando por los pasillos y buscando en cada puerta».
Silver Beaches, para mí una de las mejores estrellas del disco. Se trata de una canción acústica, ingrávida, mágica y mística, que habla de la añoranza y de la pasión como catalizadores de la identidad. Órganos planeadores, arpegios flotantes, cuerdas andinas, voces corales, cadencias y armonías silbadas, el tema recuerda esas caminatas en las cálidas noches de verano por playas paradisiacas e iluminadas por el resplandor diametral de la luna dorada. La letra representa esas soledades del amor perdido y de espíritus aventureros alejados del hogar: «La luz de la luna asalta mis sentidos.
Me siento insustancial por las cosas que he perdido (…) Ahora no puedo olvidarte (…) Pero una parte de mí sabe que estoy destinado a trazar una línea y a continuar por esas playas plateadas lejos de casa».
We Had A Place In That Garden arranca con una base de teclado orgánico que se fusiona con la lírica de White. Los recuerdos afloran de nuevo como una liberación porque por dentro la aflicción sigue corroyendo ácida: «Teníamos un lugar en el jardín que una vez compartimos y perdimos. Ahora estoy en un laberinto, pero a medida que nuestro siglo termina, el mundo sigue adelante».
Cornered Tiger, es otro de mis temas favoritos. Bajo una rítmica sigilosa, muestra un vaivén de sensaciones que van desde connotaciones brillantes, hasta los fondos embriagadores y las pulsaciones envolventes. Los efectos electrónicos terminan por sondear una dimensionalidad que te engulle hacia sus adentros. Culpa, arrepentimiento, dudas, ansias por volver, por recomponer… el amor roto es percibido como un salvaje tigre acorralado: «Estoy quebrado como un rayo de luz dentro de tu cabeza, como si las paredes estuvieran derrumbándose. He permanecido demasiado tiempo bajo tierra y ahora es difícil despertar y volver acariciar los sueños».
Riding on The Wind es el punto final del álbum, de ese jinete que cabalga herido y quebrado a través del viento en busca de respuestas imposibles. Nadie sabe a dónde se dirige. El horizonte está brumoso, pero la fe del llanero sigue persiguiendo esa luz que todavía ve brillar: «Mientras cabalgo a través del viento veo desaparecer las huellas sobre la arena. Ahora todo lo que tenemos es el tiempo que poseemos enfrente». Sin duda, un tema precioso sobre el amor perdido y su reencuentro. Musicalmente sigue la curvatura lineal del disco: una cadencia armónica, de cuerdas dulces y órgano en suspensión, bajo ecos percusivos y lírica gimiente, todo ello cerrando una progresión en forma de círculo.
Blanco White actuará en España el 1 de noviembre en Madrid (Teatro Lara) y el 3 de noviembre en Barcelona (Razzmatazz 2). Según fuentes asistentes a otros conciertos de White. Según dicen… sus actuaciones en vivo suenan como las grabaciones de estudio por lo que toda su maravillosa esencia está garantizada.
Concluyendo, Tarifa es un disco espiritual y emocionalmente reflexivo sobre el amor y su pérdida, ese dolor y nostalgia que van unidos en la misma cuerda pero que, al mismo tiempo, arremete contra uno mismo, devorando por dentro, pero a la vez advirtiendo que nada está perdido del todo y que existen razones para seguir viviendo. La esperanza está más cerca de lo que creemos. Sólo es cuestión saber cabalgar entre las tempestades y al final ver la luz.