InicioDiscosKULA SHAKER - 1ST CONGREGATIONAL CHURCH OF ETERNAL LOVE (AND FREE HUGS)

KULA SHAKER – 1ST CONGREGATIONAL CHURCH OF ETERNAL LOVE (AND FREE HUGS)

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Pasa el tiempo, los años, las décadas, y algunas cosas permanecen inalterables. Los montes Apalaches, Rafael Nadal en Roland Garros, el saldo negativo en nuestra cuenta corriente, la corrupción política… y Kula Shaker. De hecho podríamos discutir si la historia ha sido justa con Crispian Mills. Y desde aquí opinamos que no lo ha sido, ni mucho menos.

Tendemos a pensar en Kula Shaker como una banda de los lejanos noventa, con un disco bueno y otro que no está mal. De la que nos olvidamos y de repente nos viene a la mente la versión de Hush de Deep Purple, porque ha salido en alguna película o serie o anuncio o lo que sea. Y decimos: “ah, ¡Kula Shaker! Estos estaban muy bien”. ¿Cómo que “estaban” y cómo que “muy bien”? Kula Shaker se han ganado el estatus de leyendas. Ah, y no “estaban”. ESTÁN. Ya lo creo que están.

Porque con el paso del tiempo uno retoma su primer álbum, K (1996) y no es que sea una obra redonda, es que está absolutamente vigente, que no le sobra ni una sola nota, ni una sola décima de segundo. Y lo mismo pasa con Peasants, Pigs and Astronauts (1999) que no sólo rivaliza con K, si no que incluso en algunos pasajes se permite superarlo. Pero entonces, Kula Shaker pareció morir. Crispian Mills disolvió la banda y cambió su rock psicodélico sesentero por ese sonido más americano y country de The Jeevas. Ese fue la segunda gran losa para Kula Shaker. La primera, haber quedado asociada a un género denostado y totalmente sepultado, el britpop, pese a ser un verso libre (no tan libre como Pulp, eso sí) dentro de la estética musical de los 90.

Resulta curioso cómo han sobrevivido Kula Shaker al sambenito de “grupo del britpop”. Blur se reconvirtieron. Suede languideció. Oasis se autoparodió (y les funcionó), Pulp se inmoló a lo grande, en la cima. Kula Shaker se desvaneció, y reapareció, inalterable. Reapareció con dos títulos que quizá no tuvieron la atención que merecían, hablamos de Strangefolk (2007) y Pilgrim Progress (2010) pero que volvieron a poner en el mapa a la banda. Ese momento de “ah, ¡Kula Shaker! Estos estaban muy bien”. Pero entonces en 2016 cuando creíamos que habían vuelto a desaparecer para siempre, editan K 2.0 (2016) y todo dejó de tener sentido. Porque entonces tomamos conciencia de su inalterabilidad, incorruptos, como el brazo de Santa Teresa (o la reliquia que sea). De nuevo los mantras, de nuevo la influencia Harrisoniana, de nuevo los sitares, psicodelia, una obra maestra, 20 años después. El nombre del disco está muy bien elegido. Kula Shaker como referente de la nueva psicodelia y de la no tan nueva. En 2016.

Aunque, en realidad no estamos siendo totalmente correctos. Hay algunas cosas inamovibles, pero otras cambian, se erosionan, aunque permanezcan prácticamente inalteradas. Como las Pirámides de Egipto, Kula Shaker dejan ver su esplendor y su potencia con un poso reflexivo en este 1st Congregational Church of Eternal Love (and free hugs), integrando todas las experiencias anteriores de Mills en la música. Se encuentran elementos de The Jeevas, una más que notable pátina de rock americano, con relincho de caballo incluido en Where have all the brave knights gone, sin dejar de lado arreglos claramente basados en los Beatles del Magical Mystery Tour como en Farewell beautiful Dreamer. De hecho es un álbum bastante más arraigado al Crispian Mills de principios de los años 2000.

La producción de 1st Congregational Church of Eternal Love (and free hugs) es incontestable. Es el sonido limpio marca de la casa, composiciones perfectas, armonías cuidadas, referencias al rock psicodélico clásico, hammonds, metales cuando hay que usarlos, el crujido justo de la guitarra eléctrica, los clásicos bajos juguetones, los riffs bluseros, si Crispian Mills no existiera este mundo sería mucho peor.

El formato del álbum es digno de mención. Con el habitual sarcasmo y buen humor que nos deja en píldoras en sus álbumes, está conceptuado como un sepelio en una iglesia cristiana americana, con su pastor y su subalterna (no conocemos muy bien la jerarquía de una misa, somos un medio musical, pedimos disculpas), con pasajes salpicados, comentando el sermón que es el propio disco. Hemos pasado de los mantras, de la meditación trascendental budista, de los sonidos hindúes al sermón cristiano. Pero el caso es que os arrancará una sonrisa si escucháis bien estos pequeños pasajes.

Los Kula Shaker que redescubrimos con K 2.0 tardan en aparecer y lo hacen hacia el final del álbum, con After the Fall pt. 2 & 3, con ciertos tintes western, avanzados por la primera parte, 4 o 5 cortes antes, que explota en una progresión psicodélica que recuerda a los primeros álbumes de The Coral, donde la banda saca toda la artillería, todo aquello que les ha hecho pervivir y sonar tan especiales aún en la segunda década del siglo XXI, casi 30 años después de su debut. Debut al que, por cierto, hacen referencia en 303 Revisited, que suena como volver al bar aquel donde conocisteis a aquella pareja que os gustaba tanto y con la que lo pasasteis tan bien. Y es un poco lo que es Kula Shaker. Una pareja de la que guardáis muy buenos recuerdos. Llamadla. Preguntadle qué tal todo. Y valorad más y mejor el tiempo juntos.

Pero seamos honestos. No es K. No es Peasants, Pigs and Astronauts. No es K 2.0. Es un gran disco de continuación, sí. Una prueba de vida. Un álbum muy disfrutable, que vais a agradecer durante la hora que dura. Una obra muy cuidada, un gran trabajo. Una forma de celebrar a los propios Kula Shaker. Un motivo más para venerar a Crispian Mills. Porque se lo merece. Es una leyenda. Me gustaría llamarle y preguntarle que tal todo y valorar más y mejor el tiempo que he pasado con él. Con The Jeevas. Y Con Kula Shaker.

Escucha aquí el disco de Kula Shaker

AUTOR

Guillermo Vázquez
Guillermo Vázquez
A veces escribo de música, a veces escribo de coches. Otras veces hago música. Pero la mayor parte del tiempo me quejo por cosas.

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