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WILLIE NELSON – FIRST ROSE OF SPRING

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No se puede estudiar un disco de Willie Nelson con el mismo arresto con el que nos acercamos a cualquier grupo de hoy. Cuando hablamos de Nelson, estamos presenciando la pura esencia del country, la voz que aglutina todos los sabores y el alma texana que creció a lo largo y ancho del siglo XX y que hoy aguanta como el gran superviviente frente a la falta de autenticidad de la música actual. Hay más realidad y sustancia en un bisbiseo de Willie que en 13 discos de Ryan Adams.

Hay que bajar unos cuantos escalones más, embadurnarse en el fango y el polvo para hablar de un nuevo disco del bardo tejano. Su disco número 70 (sin contar discos de duetos, colaborativos y recopilatorios) salió unos días antes de su 87 cumpleaños y no pudo presentarlo como le hubiera gustado por la crisis médica del Covid-19.

Es un deleite observar que a su edad ha realizado grandes discos como estos cuatro que desde God’s Problem Child, después el tremendo Last Man Standing y el posterior “Ride me back Home”, con una ducha producción musical, una buena selección de canciones nuevas y antiguas que tan diestramente hace suyas y una temática centrada en reflexiones y ensoñaciones sobre el recuerdo, el paso del tiempo y  la senectud.

Parte del éxito de este episodio es compartido con su amigo y productor Buddy Cannon con el que escribe dos nuevas canciones, «Blue Star» y «Love Just Laughed”, y ambos seleccionan con destreza y buen gusto canciones de autores de ayer, hoy y siempre.

He de decir que me costó adentrarme en este disco, en parte por la simpleza del diseño de su portada (uno se sigue dejando influir por estas cosas), realizada por su hijo Micah. Seguramente el diseño más feo desde Tougher than leather en 1983, o aquella del Pretty Paper en el 79. También porque la primera canción y la que da nombre al disco, aún siendo deliciosa, es algo más lenta y sosegada que las primeras de los otros tres discos donde la entrada al álbum se hacía a caballo de ritmos más ágiles.

First Rose of Spring es un tema de aire clásico con fracción dramática pero realizada con el sonido limpio de una producción perfecta de hoy. Nos introduce, a través de arpegios y una quebradiza armónica, en esta historia dulce pero con un final triste de pérdida escrita a 3 manos, esta vez por los capos del country Randy Houser, Allen Shamblin y Mark Beeson.

La siguiente Blue Star, compuesta por el propio Nelson, es otro de sus standards donde muestra cómo cuando el crepúsculo se encuentra más cerca de lo esperado, somos capaces de encontrar las palabras adecuadas al mirar a los ojos de las personas que nos acompañan. Un repaso a la amistad, confianza y todo un muestrario de hitos y metas conseguidas que reconfortan y alivian.

Puedes quedarte colgado en una especie de paramnesia dando vueltas en la memoria antes de reconocer dónde escuchaste el tema siguiente, Don’t Let The Old Man In. Era en The Mule, la última película de otro superviviente, el ubicuo Clint Eastwood. Aquella vez era cantada por su autor, Toby Keith. Aquí aquellas preguntas y pensamientos sobre lo aprendido se sienten más rotundos, cogen más sentido en la voz y el carácter de Nelson: «Mi cuerpo está desgastado y desgastado. Pregúntate cuántos años tendrías si no supieras el día que naciste. Intenta amar a tu esposa. Y mantente cerca de tus amigos, brinda cada atardecer con vino y no dejes entrar al viejo».

Pero no todo va a ser drama. Hay ritmos más golosos y divertidos como en la irónica y vaquera  Just Bumming Around, compuesta por Pete Graves en 1952 y que hicieron conocida Jimmy Dean o Dean Martin. Una canción en la que se ríe de la misma imagen que sobre los texanos nos ha ofrecido el cine, mostrándolos como forajidos y pistoleros: “Cuando vienen las preocupaciones a molestarme, agarro mi abrigo, mi viejo sombrero holgado y vuelvo al camino de nuevo”.

Junto a I’m The Only Hell My Mamma Ever Raised, son los dos temas más acelerados y pinchables en los bares de buena música. La divertida canción fue escrita por los ocurrentes Wayne Kemp, Bobby Borchers y Mack Vickery y fue popularizada por el proscrito Johnny Paycheck en su disco de 1977, Slide Off of Your Satin Sheets. (Vean si pueden el primer capítulo dedicado a Paycheck en la serie Mike Judge Presents: Tales From The Tour Bus)

Con Our Song vuelven a  dar en el clavo  a la hora de elegir buenos temas, el vibrante songwriter Chris Stapleton está detrás de esta composición que suena bastante más actual que el resto del repertorio y con una letra que parece escrita medida para que el propio Nelson se la cante a Annie D’Angelo, la mujer que ha sabido acompañarle en los últimos treinta años: «Me has visto venir deshilachado y me vuelves a coser y cuando la oscuridad rondaba, mantuviste mis pies allí en el suelo y me abrazaste como un amante y un amigo, no sé si el cielo es real pero así es como me has hecho sentir, lo haces bien cuando todo está mal».

Un buen guiño a la actualidad y a mirar lo clásico con la literalidad del presente es lo que podría ser un nuevo himno para Texas. We Are The Cowboys, escrita por Billy Joe Shaver, parece una canción para cantar hombro con hombro en la sobremesa de un día festivo. Una letra que deja patente el auténtico sentir americano como un emblema escrito por habitantes de distintos orígenes y nacionalidades. Esto es así desde hace más de un siglo, pero está bien que el que es el rey del country lo diga en primera persona: «Los vaqueros son la media estadounidense: tejanos, mexicanos, negros y judíos. Aman este viejo mundo y no quieren perderlo. Ellos cuentan conmigo y allí cuentan contigo. El mundo respirará tranquilo cuando detengamos la herida. La lucha terminará cuando se acabe el hambre. (…) Somos los vaqueros, los verdaderos hijos de la libertad».

Pero si queremos hundirnos en el barro podemos hacerlo en la que es quizá la mejor canción del disco. Stealing Home, escrita por Miranda Lambert nos muestra la vida y los recuerdos que vamos empaquetando en cajas, flashbacks de remembranza al entrar en silencio de habitaciones en las que hemos vivido, un paseo por nuestra casa antes de abandonarla.

Antes de terminar suena otra canción compuesta por Nelson, Love Just Home. Aquí  Trigger, la guitarra que le acompaña desde 1969 tiene su particular aparición con una intro y un punteo central que transita entre el blues y la americana y una letra en la que la trama se mueve en una conversación entre el amor, el tiempo y la distancia: «Ella dijo: por favor, no me dejes ir, yo dije: tengo que dejarte, vete , y el amor simplemente se rió. Podemos mirar atrás y sonreír y decir: Lo que sea que pasó nos trajo hasta hoy».

Pero el viejo Willie no iba a permitir que nos derrumbáramos por eso nos echa el lazo con la canción final y la guinda al disco. Hier Encore de Charles Aznavour es traducida a Yesterday When I Was Young y suena mucho más genuina y verdadera que en aquel sonido cercano al de los crooners de Las Vegas que ofrecieron las versiones de esta canción  gente tan grande como Bing Crosby, Dusty Springfield, Mel Tormé, o Julio Iglesias. Aquí la voz de Nelson sobre una leve instrumentación de cuerdas, suena vulnerable pero firme e irrompible.

Podría ser un disco triste y podría dar la sensación de que este octogenario está diciéndonos adiós con todas estas canciones crepusculares. Pero la realidad es otra porque ya lleva tratando estos mismos temas desde el 2017 y si le buscáis en videos por las redes veréis que no para de mostrarse muy lúcido y en pié en entrevistas y en conciertos acústicos frente a las cámaras, colaborando con amigos y tocando en salas y en conciertos multitudinarios. Así que es muy probable no estemos ante su último disco.

First Rose of Spring es un un disco para escuchar sin prisa y que deja una extraña sensación edificante. Aprender que la aflicción por saberse en el último tramo del recorrido no tiene porque traer dolor. Gracias al lustre de su sonido, la experiencia, su mirada y una gran selección de canciones propias y ajenas, Willie Nelson convierte lo que podrían ser sentimientos de negativos de anhelo o tristeza en sensaciones luminosas de melancolía, revancha y serenidad. Un regusto agradable queda tras escuchar estos últimos cuatro últimos discos y es que las buenas canciones tienen que saber contar historias que acompañen también en el transito por el último capitulo de nuestra vida. La tranquilidad de que siempre vamos a tener a alguien que nos entienda al encender el reproductor, más si cabe, cuando seamos perros viejos. La calma de saber que la música estará con nosotros hasta el final.

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