El último trabajo de Devendra Banhart en colaboración con Noah Georgeson es un internamiento de índole espiritual al sonido más ambient que ha desarrollado a lo largo de su carrera.
Si tomamos como punto de partida que este género, abordado con maestría por Brian Eno, a finales de los años setenta, principalmente en su disco Ambient 1/Music for airports (1978), es un pasaje interminable y aburrido para algunos, y un ejercicio de alta creatividad para otros; encontraremos que esta producción posee algo de ambas opiniones.
Dentro de los primeros dos temas nos vamos a topar con sonidos que se van extendiendo casi de manera orgánica hasta llegar a su punto más álgido donde desaparecen y son intercambiados por otros que a su vez cuentan con la misma lógica. Amplios desiertos, horizontes azules, praderas infinitas; son algunas de las imágenes que por ende pueden despertar dentro de este viaje calmo y tibio que pareciera no aterrizar del todo o quedarse vacilante en un estado de suspensión.
Trece canciones instrumentales (salvo algunas voces que brotan al final de Sky burial y en Asura cave, por ejemplo) suman una hora de episodios que bien pueden sugerir una serie de visiones inagotables, o de lo contrario, agotar con sus constantes oscilaciones sónicas que de pronto no logramos ubicar hacia dónde van; o quizá en esto radica la dirección, intención y belleza de su ejecución.
El problema que alcanzo a percibir es que la emoción está de algún modo apagada y no sobresale algún track por encima del otro. Bien es cierto que si lo que uno desea es relajarse un poco e intenta transitar por caminos espirituales o relacionados con la meditación probablemente este pueda ser un gran soporte. Fuera de eso, la sucesión de elementos es repetitiva y no puedo dejar de escuchar el álbum sin experimentar una sensación de vacío.
En otras palabras, el disco se deja sentir un poco plano o falto de contrastes y sorpresa, pero, el estilo musical ya de por sí suele tornarse difícil o monótono.
Cuando llegamos al quinto tema, In cistern, algo cambia en la dinámica del plato, pero nuevamente en la siguiente pieza nos alojamos en la reiteración, sin embargo, a partir de aquí existe, al menos, una variedad de sonidos distintos que van dotando a cada pequeño micro film de una personalidad diferente y propia.
En conclusión, es necesario estar en cierto estado de ánimo y dispuesto a bajar las revoluciones para interiorizar esta propuesta que hace un alto en el camino de Devendra Banhart con miras a seguir reinventándose de alguna manera u otra. Dicho de otro modo, Refuge es un disco que no sorprende o sacude de forma violenta sino todo lo contrario, cumple su cuota a secas y de manera justa, pero para los amantes de la música ambiental y minimal será más que suficiente.
Personalmente, considero que Refuge es más una ávida y emergente respuesta al caótico tiempo pandémico que seguimos atravesado en el mundo y una continuación a su reciente trabajo musicalizando cine, dejando de lado el fervoroso folk con tintes latinoamericanos que siempre ha cultivado a través de su prolífica carrera repleta de colaboraciones. Suerte al venezolano-americano en su nuevo derrotero experimental.