Al margen de las polémicas suscitadas sobre las manifestaciones de ciertos artistas, o las particularidades que se derivan del mainstream o del underground, en el vasto océano musical existen dos grandes líneas generales: aquellas que siguen el hilo comercial de lo que podríamos denominar «normalidad», y aquellas que deciden romper con ella aportando su diferencialidad, aunque ésta trascienda los límites de los cánones aceptables dentro de ese contraste. Sin embargo, es necesario entender que toda forma musical, sea cual sea, siempre es parte de su actitud conceptual y estilística.
Ethel Cain, seudónimo de Hayden Silas Anhedönia, es una artista que encaja dentro de esa parcela que va más allá de lo estrictamente subterráneo. Odia ser procesada como estrella reconocida aunque en el fondo se alimenta de este proceso. Su trabajo se inspira en las músicas cristianas y gregorianas, en el dark ambient, el slowcore mezclado con subestilos de ethereal wave y doomgaze. Además, Cain es especialmente conocida por sus abrasivas letras centradas en la pobreza, el abuso, la violencia doméstica, la muerte, el poder y el trauma transgénero. Punish, segundo tema del álbum, es un claro reflejo de ese dolor y castigo.
«Me gusta ese sonido que haces cuando estás al borde y sin escapatoria (…) ¿Quién no escalaría el muro para ver el borde?» (Ethel Cain)
Como artista es capaz de reinventarse a sí misma. Cada álbum es diferente, tal como ha demostrado con Perverts (2025), donde muestra un espacio extremadamente contrastado que difiere de las armonías emotivas y lánguidas de su anterior disco, Preacher’s Daughter (2022). Sin embargo, esta nueva concepción sonora merece por sí misma su especial escucha y predisposición. Recordemos las palabras de Paul Klee cuando manifestó que «la verdadera esencia del arte nunca debe reproducir lo que es visible, sino hacer perceptible aquello que no lo es». Esa es la verdadera esencia del arte puro.
Ethel Cain ha elaborado su nueva entrega bajo esta perspectiva, destapando esa visibilidad invisible cuya exteriorización aprisiona nuestra vida cotidiana a merced del miedo, la represión, el control, el dominio y el abuso de poder… esos fantasmas intangibles nos inoculan sus falaces expectativas. Nos convierte en invisibles.
Lamentablemente mucha gente no es consciente de esta falsa realidad, y viven refugiados en un mundo de artificios y consentimientos, sin más atrevimiento que el hecho de existir sin cuestionarse nada. Por suerte, el arte nos abre esa posibilidad de libertad, duda y consciencia. Justamente por eso muchos artistas son incomprendidos y estigmatizados, tanto en el pasado como en el presente. Quedan definidos como una amenaza a la integridad a esa mal llamada «normalidad». Es por ello que el arte siempre ha sido el epicentro de escarnios según sus diferentes matices y tendencias, pero al mismo tiempo se ha alzado como un brazo ejecutor de múltiples denuncias, rebeldías y cambios.
«Lo que define a la música de los hombres no es tanto el ser una combinación «correcta» «armoniosa» o «bella» de sonidos en el tiempo Y según los cánones establecidos, sino su infinita diversidad para generar formas distintas para tratar el ritmo y la melodía aunque parezcAN incomprensibles» (MÚSICA INFINITA, MARTIN WULLICH)
Perverts, como su nombre indica, busca penetrar en el seno de esa hiperdimensionalidad invisible, oscura y experimental que dificulta una normal digestión de la realidad. Se trata de un descenso a los abismos de la inmoralidad humana, de su perversa naturaleza, un duro proceso que nos engulle en sus maliciosas tripas a fin de masticarnos, deglutirnos y convertirnos en esporas de desecho.
Para las mentes más preparadas Perverts es un discazo muy significativo, ajeno a esos menús fast music que se promocionan entre los devoradores del sonido mainstream. Por otro lado, también supone una ácida indigestión para quien no está acostumbrado a digerir esas derivaciones experimentales repletas de depresiones lóbregas y deformes. Recordemos a Lustmord, David Lynch, Silent Hill, Puce Mary, Akira Yamaoka, Nicole Dollanganger, Jack Name, Throbbing Gristle, Swans… y a tantos otros outsiders. Todos ellos son navegantes de la invisibilidad.
«Todo ser humano experimenta naturalmente alguna forma de trascendentalismo, ya sea que se llame Dios, o algo a lo que dediques tu vida, literatura, arte, sexo, drogas, rock and roll. Todos nos dejamos llevar por algo. Puede que no tenga nada que ver con la religión, pero todo el mundo tiene algo que es como un poder superior» (Ethel Cain)
Estamos pues ante un álbum de nueve texturas ambientales, donde la claustrofobia, el pavor y la frialdad describen parajes sobre la incapacidad, la culpa y el encogimiento, los impulsos sexuales, la masturbación, el deseo de ser “bueno” frente a la maldad del ser humano… Todo ello queda envuelto dentro de un marco de tenebrosidad inusitada, intrínsecamente atrapada entre los contrarios y la dialéctica. Asimismo, Perverts representa un giro radial completo, por ello ciertos críticos y oyentes quedan completamente anonadados con su escucha, llegando incluso a condenar la nueva entrega.
El disco arranca con un primer tema que nos sumerge en las profundidades abisales de la inconsciencia, esa que nos permite alcanzar una catarsis imprescindible para entender el verdadero rostro que yace sobre la superficie del mundo y de las personas. Son doce minutos de exploración gruesa y asfixiante, hasta alcanzar el desvelamiento de Punish, esa extraña melodía cacofónica que gime el castigo por amor. De fondo, las guitarras distorsionantes que sobre un manto de drones electrónicos que exhalan sus estelas dolientes.
Tras ello, estalla La casa de las mujeres psicóticas (Housofpsychoticwomn), un tema duro de roer. La canción se inspira en un libro (con el mismo título) escrito por Kier-la Janisse donde la autora explora su problemática vida desde la adopción infantil hasta la adolescencia en hogares grupales y reformatorios. Ethiel recoge ese guante literario a fin de dar forma sónica a las paranoias paralizantes, a la soledad desesperada, a los deseos masoquistas sobre la muerte, a la obsesividad peligrosa e histeria apocalíptica…
Tras la locura janissiniana aparece Vacillator. Una voz apacible y ecográfica, junto a una percusión y fondo electrónico abrasivo, la canción perturba psicológicamente al oyente. Conceptualmente expresa la historia de un abusador de menores que, tras ser exiliado de la sociedad, se autocastiga. Con esa idea en la mente, la pista se eleva a un nivel de horror que produce escalofríos, ya que el oyente se mete en la cabeza del abusador siendo obligado a ver el mundo desde su cruel perspectiva: depredación y arrepentimiento. Es una canción sensualmente siniestra, perversa, que explora la relación abusiva bajo un ritmo crudo y repetitivo, con voces entrecortadas, donde los protagonistas permanecen paralizados dejando que el mal se pudra y burbujee en sus cerebros.
Llegamos al quinto tema del disco, Onanist, un track que refleja el acto del coito interrumpido y la masturbación compulsiva, sin necesidad de una relación sexual con alguien. Es una pista espeluznante, frenética y perversamente erótica. Los giros abruptos erizan la piel. Según la propia Ethel la canción irradia el éxtasis que sintió cuando contemplaba las torres de la central eléctrica de Bruce Mansfield. En una publicación de Tumblr, detalla su relación única con las estructuras: «Se convirtieron en un faro de religiosidad, de liberación sexual y disfrute, de satisfacción. Cuando conducía de regreso a casa, me masturbaba en la oscuridad y pensaba en ellas y solo en ellas. Creo que extraño las centrales eléctricas más que nada desde que me fui de Pensilvania».
Por su parte, Pulldrone explora los doce pilares de la existencia, un proceso complejo que se inspira en los escritos de Jean Baudrillard los cuales describen la vida como una constante simulación que sigue un proceso obsesivo que culmina en la trascendencia: apatía, desestabilización, curiosidad, asimilación, engrandecimiento, delimitación, perversión, resentimiento, separación, degradación, aniquilamiento y desolación; todo ello bajo un continuo zumbido que perfora los oídos como un dron en vuelo hasta su completa caída. El sexto corte, Etienne, rinde homenaje al arquitecto utópico Étienne-Louis Boullée, cuyos monumentos y templos reflejan la inmensa grandeza y soledad en un espacio distópico.
Llegamos a Thatorchia, un retorno al sonido circularmente perturbador y vicioso. Este segmento del álbum recuerda la extraña sensación de estar en un lugar cuando en realidad no deberías estar pero no puedes escapar del mismo. La ansiedad, la duda, la culpa, los suspiros etéreos y entrecortados se arremolinan sobre un mundo audible y vacío, encapsulando una atmósfera hermosa e inquietante. Finalmente, alcanzamos el éxtasis cierre con Amber Waves, una de las canciones más deprimentes y desgarradoras de Ethel. La pista se centra en los aspectos que arruinan la vida de la adicción.
Concluyendo, Perverts es un álbum tremendo, un estado de flotación extremo que, tras superar el primer shock de desconcierto, te atrapa y te engulle en su sino. Quizás muchos oyentes no estén acostumbrados a ese tipo de sonoridad dark ambient, noise y de suspensión electrónica, pero el álbum refleja ese inframundo desconocido que habita entre los planos reales, y que al mismo tiempo, permanece oculto a los ojos superfluos de las personas y del poder. Entre esas líneas lo perverso emerge y embiste con sus garras, en un mundo cada vez más decadente y abrasivo. La sentencia es marcadamente definitoria. Hemos extraviado nuestro Norte como Humanidad. Ni dioses, ni políticos, ni poderes, son capaces de dar respuestas. Como bien plantea Yuval Noah Harari en Nexus: ¿Por qué somos una especie tan autodestructiva?
Perverts no es, por tanto, un álbum fácil de percibir pero precisamente dentro de esa viscosidad reside la excepcionalidad que representa. Su experiencia es dolorosamente hermosa y a su vez extremadamente cruda. Dentro de este complejo dilema reside la oscuridad y la fatalidad. Probablemente los oyentes ocasionales no durarán ni tres minutos de audición, pero los que están dispuestos a soportar su incomodidad, Perverts quita las máscaras de la hipocresía y de las profundidades más ocultas. Eso lo convierte en un álbum inmensamente incomprensible, pavoroso y provocador, una amalgama perversa muy difícil de entender para los no iniciados.