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JOAN SHELLEY – THE SPUR

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The Spur (La Espuela) es el último album de Joan Shelley, autora musical estadounidense originaria de Louisville, Kentucky. Se trata de un disco íntimo, de desnudez emocional, donde la fragilidad y la ternura se amalgaman para emerger hacia la superficie del iceberg. Esta efusión sensible tiene su propia historia.

Cuando estalló la pandemia Joan Shelley estaba sumergida en la inmensa presión de las alarmantes noticias y del miedo escénico que suponía vivir y relacionarse en un mundo contaminado. Esta situación hizo que abandonara sus giras y se refugiara en su tranquila granja de Kentucky, junto a su esposo, el guitarrista y musicólogo Nathan Salsburg. Ambos decidieron alejarse de las masas y del ruido mediático a fin de encontrar la calma y seguridad deseadas. Sin duda, era el espacio ideal para intimar, para comunicarse (en la distancia) y escribir canciones cercanas que reflejaran los sentimientos que sentían. Vivir en ese aislamiento era como sumergirse en lo más propio y recuperar esos lejanos estados de introspección que parecían dormidos o abandonados.

Al poco tiempo de vivir en esa quietud, Shelley descubrió que iba tener una hija. Esa gran noticia sensibilizó aún más sus ansias por crear, por dejar testimonio de todas las vivencias y sentimientos, sobre todo teniendo en cuenta que en su interior se gestaba una nueva vida y un nuevo sueño: el de ser madre. Atrás debían quedar esas inseguridades y miedos de un mundo sumergido en el caos y sentir de nuevo esa positiva llamada de una nueva prosperidad. Los humanos somos así. Necesitamos liberarnos de los fantasmas que atenazan nuestro subconsciente y disponer de las llaves que nos abran las puertas hacia la liberación y la esperanza.

Estando ya embarazada de siete meses, Shelley y Salsburg decidieron pues, que era el momento de entrar en el estudio junto al productor James Elkington, y otros músicos como Meg Baird, Bill Callahan, Anna Jacobson, Sean Johnson, Lia Kohl, Nick Macri y Spencer Tweedy. Es así como nació esa nueva criatura discográfica llamada The Spur, un disco compuesto por 12 canciones íntimas donde las desvanecidas pavuras y las interrogaciones sin respuesta, impregnaban la lírica y el sonido, imaginando el mundo que percibiría su hija, y cuestionándose cómo proseguir entre tantas dudas.

The Spur no es un trabajo gozoso, pero tampoco es desconsolado, más bien es un peritaje emocional que resume una época forzada a los cambios personales y culturales, donde se construye una intensa fortaleza y resiliencia capaz de superar cualquier contrariedad. No cabe duda de que la música y las letras de Shelley son como el encantamiento pretérito que evoca un retorno a las raíces y a la creación más auténtica. Por eso, desde muy niña comprendió esa frase de Picasso que su padre siempre le decía: «Todo niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo un artista una vez que crecemos». Pero vayamos a las canciones.

El disco rompe su silencio con Forever Blues, un tema clásico que conduce a esas verdes praderas de Kentucky, célebres por sus caballos y quizás de ahí venga el nombre del disco. El corte tiene reminiscencias al sonido de USA de los 70. La letra es breve, con un par de frases que dejan al oyente al borde de la perplejidad: «¿Estoy perdiendo la cabeza? Tus ojos parecen mostrarlo».

Seguimos con The Spur, un tema que sigue fiel a su esencia y conexiones, marcando el tiempo y el espacio en lo que fuimos y somos. Los rasgueos de guitarra dan preámbulo y cobertura a la voz de las praderas hasta llegar a Home, donde la autora se plantea la elección de traer hijos al mundo mientras percibe que lo seguro muchas veces se vuelve amargo, y donde es preciso razonar sobre las enseñanzas y heridas que deja la infancia.

Amberlit Morning, cuarto track del disco,irradia esos estados confusos y angustiosos de la niñez infeliz: «Cuando era niño, no vi la tragedia de morir como un potro. Solo más tarde aprendí a llorar por la pérdida, la fealdad o la violencia». Todo lo contrario, con Like the Thunder, mi favorita, surge desafiante con un ritmo jovial que se adhiere a la piel. Me recuerda el estilo folk de Fleetwood Mac.

Llegamos a When the Light Is Dying, canción que razona, entre metales y cuerdas fluidas, sobre esos momentos personales que llevan marcado el estigma de la desesperación: «Triste es el comienzo si el final es todo lo que trae consigo». Al mismo tiempo hace referencia a la muerte de Leonard Cohen, figura admirada por Shelley.

Breath for the Boy es una cruda meditación sobre el acoso y la toxicidad masculinas, donde la inocencia aplastada produce la furia reactiva y la necesidad de dar un aliento diferente a los nuevos seres que nacen. Por su parte, Fawn es una exaltación sobre la protección de la intimidad, un canto donde Shelley reconoce la necesidad de retirarse: «Me escondo del mundo porque no sé dónde terminó (…) Pero ahora … ¿estaré a salvo bajo mi piel?»

Con Why Lot Live Here y Bolt el círculo se completa. La primera es una canción preciosa que penetra profundamente en los sentimientos dando entender la importancia de resistir para vivir mejor. En Bolt la voz y el piano marcan la cadencia. En cierta manera evoca con cierta nostalgia a algunas canciones de Elton John. La sección de trombones /oboes matizan la belleza elástica del tema.

Between Rock and Sky es una canción donde la autora plasma los instantes de pareja que pasan fugaces ante la llegada del nuevo hijo. Un mundo cambiar para dar paso a otro y ambos convergerán en uno mismo. Existe cierta sensación de apagado triunfo sobre el futuro y sobre la necesidad de ignorar la oscuridad que nos rodea. De ahí que el titulo simbolice ese estado dubitativo cuando alguien se siente atrapado entre la dura roca y el cielo libre.  

Completely es la balada sublime que completa la espuela sónica y lirica de Shelley, ese punto final de una larga dura catarsis existencial pero necesaria para poder sobrevivir en un mundo atizado por todas bandas y que precisa, con urgencia, recuperar la naturaleza de las cosas a fin de obtener la fuerza, el coraje y los deseos para cuidar las nuevas vidas que recién llegan.

En definitiva, esta docena de canciones no tratan sobre la maternidad en sí misma, ni sobre bellas descripciones bucólicas o campestres, sino que van más allá de todo eso, abarcando las dificultades y los ciclos que se fraguan en la cotidianidad del hogar y sus habitantes. En ese ciclo emocional perenne habita el nacimiento, la vida, los cambios y la renovación, el romance y el recogimiento, las dudas y la esperanza sociales, todo un extenso abanico de contrastes que definen lo que realmente es vivir dentro de mundo azotado por desolación y los traumas: «Tuve que limpiar esta basura que había estado arrastrando en mi vida. Por eso no estaba segura de querer ser mamá, pero esa limpieza existencial lo hizo posible. Tenía miedo de lastimar a un nuevo ser humano, de perpetuar el dolor que me infligieron», decía Shelley en una entrevista.

Podríamos decir que, a grandes rasgos, se trata de un disco de retiro, de introspección y de búsqueda de lo personal dentro de lo social, a fin de pulir ambos para equilibrar la vida hacia un futuro más esperanzador.

Cabe recordar que Shelley creció en una granja donde su madre tenía caballos Saddlebred por lo que el nombre de su album (The Spur), podría tomarse como una representación de ese objeto frío y metálico en cuya punta trasera destaca una rueda dentada para que el jinete domine e instigue al jaco. Quizás esa espuela (spur) sea un recuerdo de esa desdichada infancia en la granja maternal, donde la madre seria esa figura instigadora. Por eso, a pesar de que Shelley canta sobre campiñas y patrones domésticos, ella siempre los relaciona y contempla como puertas escapatorias, espacios de sosiego o escondrijos seguros. Siempre ha sido consciente de que fuera de lo privativo, el viento brama y golpea, pero Shelley sabe cuál es su origen. Como bien dijo en una entrevista al New York Times: «La música me hizo una persona completa, permitió la supervivencia de las partes más suaves de mí. Es una manera de despegarse de todo». The Spur, por tanto, puede considerarse ese album liberatorio que ha permitido al artista recuperar sus espacios perdidos.

Escucha aquí The Spur de Joan Shelley

AUTOR

Carlos Flaqué Monllonch
Carlos Flaqué Monllonch
Hablar de uno mismo no es tarea fácil, aunque muchas veces las circunstancias pidan hacerlo, como es el caso. Se pueden contar muchas cosas, pero quizás lo más importante es abrazar la vida con positividad. ¿Qué puedo contaros de mí? Simplemente deciros que me encanta la música y sobre todo mi profesión, periodismo y comunicación gráfica (diseño gráfico y fotografía), herramientas que me permiten abrir muchas puertas, conocer gente para intercambiar, transmitir y generar proximidades. Las nuevas tecnologías permiten eso y más. Así que nada de excusas y manos a la obra…

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