Explicó Julien Baker en una entrevista en KEXP que cada cual cuenta con sus propios métodos para crear pequeños olvidos en nuestra cabeza y así evadirnos de una realidad a veces complicada, en ocasiones dolorosa. Ella por ejemplo lo hizo a través del abuso de sustancias, que superó tras la gira que hizo en 2018 junto a Lucy Dacus y Phoebe Bridgers como boygenius, el Crosby, Stills & Nash del siglo XXI como se ha bautizado ya desde algunos medios.
Se pasó 2019 reconciliándose consigo misma y recuperando sus estudios universitarios, como explica en otra entrevista más reciente. Después, volvió a crear música y de su mente limpia nació Little Oblivions (“pequeños olvidos”, Matador), su álbum más arriesgado y ambicioso hasta la fecha, y que llega casi un lustro después de su aclamada revalida Turn Out The Lights (Matador, 2017).
En esta ocasión, Baker compone y produce las 12 canciones que integran su tercer disco de estudio. Un trabajo que combina sus afectuosas y emotivas partes vocales con una instrumentación con más argumentos y recursos. Los sintetizadores cogen protagonismo en un repertorio con mayor peso instrumental: pianos, percusión, componentes electrónicos y sus comprobadas dotes con la guitarra. Como bien define ella, por momentos su música parece tocada por una banda de post-rock, dando un paso a nivel compositivo similar al que dio Sharon Van Etten en su último desempeño y con ecos de grupos de mucha épica rock como Explosions in the Sky.
Son canciones distintas entre sí en lo físico, tan pronto pone en juego una amalgama de recursos instrumentales para crear armonías con mucha fuerza (Hardline) como desnuda su voz con un frágil loop de sintetizador (Crying Wolf). Sin embargo, en el plano mental, en todas se suceden tristezas y penas contadas por la afligida voz de Baker, una de las que mejor sabe transmitir dolor y rabia hacia situaciones vitales en las que no siempre la solución es encontrar su lado positivo («Oh, it isn’t black and white / What if it’s all black, baby?«).
Piezas como Bloodshot, Favor o Highlight Reel ponen sobre la paleta estructuras complejas que recorren su dolor como una montaña rusa, con caídas estrepitosas y tímidos ascensos estimulantes de por medio. Y es que hay mucho vértigo en Little Oblivions. Temas recurrentes en su ideario como la muerte, las adicciones, las rupturas o las dudas en sus propias creencias religiosas y emocionales, Julien los narra desde el borde de un precipicio («I’ll wrap Orion’s belt around my neck / And kick the chair out«) y son caldo de cultivo de sus concisos pasajes, siempre evitando cualquier falsa compasión por lo que haga (“It’s the mercy I can’t take”) y con una necesidad de redimirse por todas sus acciones (“I’d do anything knowing you would forgive me”).
Destaca por ejemplo el break de guitarra que irrumpe eléctrico en Crying Wolf o el medio tiempo Relative Fiction, donde parece un disco de una banda poderosa más que una autora. En el uso de los detalles sintéticos denota una clara influencia de los hermanos Dessner y Justin Vernon, con quienes compartió hace no mucho tiempo escenario en su tour de Big Red Machine.
Pero la mayor limitación de Little Oblivions en su fondo radica precisamente en su facilidad para perder su lugar en la memoria. Y es que una vez escuchados, los fragmentos que integran el tercer álbum de Julien Baker se vuelven pequeños recuerdos borrosos, imposibles de conservar por su deprimente contenido y la carencia de temas que sobresalgan en el conjunto con un gancho pegadizo que se adhiera para siempre a la cabeza.