Honor. Verdad. Libertad. Pocas palabras más corrompidas y vacías de significado en los tiempos que corren. El usuario de esa red social que responde con plomizo y categórico “honor” a cualquier frase tremendamente racista y cargada de odio que algún influencer haya puesto en su perfil. La “verdad” que cuenta el autoproclamado periodista influyente y riguroso que un par de días después resulta ser en realidad la mayor de las trolas, y por supuesto “Libertad”. La libertad que provee alguien que se enriquece lanzando soflamas vagas, ignorantes y sin argumento ante un montón de micrófonos delante de otras tantas cámaras.
Quizá, la erosión de esta última palabra sea la que más duela de todas. Libertad es estar alejado de problemas, de preocupaciones, de obligaciones y de opresiones. Es en esos anecdóticos y puntualísimos momentos que ofrece la vida en esta sociedad moderna. Estar sentado al sol en febrero, con los pájaros cantando y los almendros en flor. Tomarse un granizado de limón en una cala semi desierta. Acurrucarse con nuestros gatos bajo una manta sabiendo que al día siguiente es no lectivo. Los escasos momentos de verdadera y sentida libertad que se nos permite vivir. La misma libertad que nos propone Kelly Lee Owens con Dreamstate.
Después de su oscuro LP.8 (2022), en el que la galesa dio un salto a la experimentación durante la pandemia en Noruega, un disco difícil y alejado de sus dos primeras obras, Inner Song (2020) y su debut, Kelly Lee Owens (2017), que la consagraron como una de las creadoras más interesantes del panorama electrónico. Con Dreamstate, Owens vuelve a los orígenes, o más bien evoluciona de ellos, florece, brota, da vida un mundo lleno de color, un mundo de LIBERTAD, de tomarse ese maldito granizado de limón en cualquier momento del día.
Es curioso como con beats electrónicos, loops y su luminosa voz sea capaz de crear paisajes tan analógicos, tan reales y tangibles. Dark Angel sirve como introducción a un lugar especial, como una especie de atrio que da paso a un entorno único y grandilocuente. Dreamstate hace HONOR a su nombre y consigue llevarnos a un ambiente nocturno y cálido a la vez, al estilo de los decanos Underworld en temas como Jumbo, para que Love You Got, uno de los cortes centrales del álbum acabe de zarandearnos de una manera extrañamente gentil hasta depositarnos en un nuevo estado.
A partir de ahí, el álbum navega en una especie de ola de optimismo sonoro, con Higher, la ambiental Rise y la delicada Ballad (In the End), donde Owens se convierte más en una diva de ambient pop, con una interpretación exquisita y aterciopelada, impropia del contexto social actual. Sunshine nos baja de nuevo a la pista de baile, con esa sensación de efecto túnel, de querer bailar hasta que no queden fuerzas y que es especialidad de la casa en cada uno de sus álbumes.
Time to es el último gran tema que encontramos en Dreamstate, que condensa todas las fortalezas de todas las canciones que la acompañan, un corte brillante que representa su estilo, redondeando un trabajo brillante, una rave a las puertas del cielo, con paisajes irreales pero reconocibles por todos. Owens devuelve a la palabra libertad su VERDADero significado. Es tan simple como conseguir dejar de estar tristes o ansiosos durante apenas 45 minutos, algo que, paradójicamente, es bastante complicado. Es terapéutico, balsámico, es un balneario sensorial. Da pena que se acabe. Debería durar para siempre.