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LA M.O.D.A. – NINGUNA OLA

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 Ampollas y sentimientos encontrados seguro que le han levantado a más de uno el nuevo disco de La M.O.D.A. Muchos llegamos a ellos en su primera etapa y lo hicimos porque su folk ágil y dinámico atrapaba y sus motivantes conciertos eran fechas marcadas en nuestros calendarios. Salvavida (2017) presentaba un pequeño virar en el rumbo de los burgaleses. Todo era más pesado y reflexivo y el clarinete jugando con el acordeón dieron un ambiente “parisino” que salvaron canciones como La Vieja Banda, Mil Demonios o O Naufragar de ser una brecha al vacío a una transición. 

Escuchando la evolución del grupo y siguiendo su trayectoria desde el principio podía esperarse algo así, pero desde luego no tan radical. Ninguna Ola es coherente con su línea de publicación mas su poca más de media hora se toma su tiempo. 93compases podría parecer la balada del disco, pero lejos de lo esperado es su presentación. Un explosivo estribillo a golpe de bombo parece inflarse hasta que, sin apenas transición y sin respiro del acordeón de Joselito, vuelve la calma de los versos. La coda se muestra interesante, aunque los instrumentos melódicos parecen haberse batido en retirada sin llegar a lanzarse de manera individual. 

El septeto ha defendido su unión en redes y su gran colaboración en este largo mas es notable la influencia de nostalgia.en.los.autobuses. El proyecto en paralelo del vocalista, David Ruiz, ha teñido la atmósfera de este disco, así como el sonido experimental de los lanzamientos breves (EP y sencillos). Denso e intenso, pretenciosamente de letras filosóficas. 

David se alza como protagonista jugando cada vez más con versados asincrónicos y poemas de alta carga interpretativa. Continúa el disco con el primer sencillo, La Vuelta, semejante a La Inmensidad aun sin la carga melódica y originalidad rítmica. Es mucho más lineal y avanza con un ritmo con pesas en las botas. Un bombo, una caja coquetea con bases hip-hop mientras un tímido banjo se mece en un viejo porche sureño de fondo antes de la llegada de un estribillo repetitivo y pegadizo. 

Llegando a la mitad aparece Conduciendo y llorando, el segundo y reciente adelanto. Una incómoda doble voz hace que David parezca estar doblando a alguien solo que en el mismo idioma. Se siguen tan a la par que emborronan la pista. Líneas que intentan ser intensas parecen sacadas de su EP de 2018 7:48 (Ni un minuto más) o de la época de La Zona Galáctica. El título del tema entra coral y con calzador, salva la apuesta rítmica de Abraham y, aun arriesgada, es de lo más interesante de la canción. La ambientación se mantiene con Regresso À Vida, lenta de nuevo y más como un poema instrumentado que como una canción compacta. De lo más destacado es el cierre instrumental y, sin duda, se convertirá en uno de esos temas que demuestren el amor incondicional de cierto fanatismo de la banda que da el “sí” a todo material publicado. 

Por suerte, hay capítulos de la segunda mitad que se sienten algo más familiares. Barcos Hundiéndose suena a una de esos cortes típicos de La M.O.D.A de absorción lenta y absorbidos por himnos en un tracklist. Una de esas canciones que no te levantan el ánimo por su agilidad, pero que con el tiempo las vas haciendo tuyas hasta que escucharlas en directo se vuelven el 

máximo placer. Es una lástima el fundido final y no un cierre bien marcado y definido por el saxo de Alvar. Y encarando el último tercio, David tapa toda la banda en Banderas sin Color. Guitarras, bajo, acordeón… apenas hacen acordes de colchón. Carente de un pequeño solo melódico, pero más enérgico que el resto del trabajo, un posible buen sencillo sin duda. 

Semifinales podría se la bella lenta de este Ninguna Ola. La fuerza de las palabras de David se muestra potente en un aura incierta de órgano, acordeón y guitarra. Un tema ceremonial que precede a Memorial, otra balada nostálgica a la francesa donde la fórmula del pistón de Briviesca está muy presente. 1, 2, 1, 2… la batería afianza el tema bajo un banjo que se mueve en líneas melódicas de seis. Todo se cargar en el puente, pero al borde del estallido el verso devuelve la constante. Y el cierre es un conocido aliado. La última, apuesta fue sencillo y hoy está entre la decena de pistas del cuarto álbum de esta Maravillosa Orquesta del Alcohol. Su estructura es familiar y cómoda. Colectivo Nostalgia ha sido testado en directo en decenas de ocasiones y la tensión de su crescendo se palpa desde su inicio. La suma progresiva de todos los miembros de la banda enriquece la canción y los hace sentir mucho más unidos que en todo el resto del trabajo. 

Esta arriesgada apuesta es un paso hacia adelante para el conjunto burgalés, pero es un viraje más en su carrera. Un valiente y oscuro trabajo que no se presta a los tiempos de incertidumbre e inestabilidad que vivimos. No es osadía afirmar que todos los seguidores del grupo están esperando poder volver a disfrutar de un directo de La Maravillosa Orquesta del Alcohol y quizá antes incluso de un nuevo disco. Es por ello, que para muchos habría sido mucho más reconfortante y necesario un listado de nuevas canciones que reavivaran ese espíritu y ambiente y no tanto una melancolía y pesadumbre semejante a la quietud pandémica de nuestros días. 

Escucha aquí el nuevo disco de La M.O.D.A.

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