Pretender decir que tanto el rock como el punk están muertos es una falacia, aunque si es verdad que ambos están perdiendo popularidad entre el público adolescente y juvenil más entregado al aburrido pop urbanita y soft pop de corte edulcorado. Solo hay que ver las listas de éxitos promovidos por las radiofórmulas o a las playlist sobre las canciones más populares entre los medios informativos y especializados. La hipercomercialidad, los neo artistas lab., el uso del auto-tune, el repetivismo y el aburrimiento, se han apoderado de las mentes de de esos “artistas” comercialoides. Y es que gran parte de los jovenes de hoy en día han perdido esos valores que marcaron la actitud de otras generaciones. Recordemos los impactos del rock and roll, del brit pop, del progresismo, del punk y del hard rock… sin contar la explosión de techno y otros estilos mas determinados. ¿Razones? Podríamos escribir un libro sobre ellas pero principalmente se debe a que al sistema le interesa “domesticar” todo tipo de pensamientos y actitudes críticas.
No obstante, y por suerte, no todo los jóvenes se sumergen en las marismas de esa hiper comercialidad vacía. Todavía existen alternativas fieles a la rebeldía, a la creatividad diferencial y a la explosión enérgica (con causa y sentido), bases que representan parte de la vida de los jóvenes.
Who Let The Dogs Out es el álbum debut del dúo noise-punk Lambrini Girls, de Brighton, UK., un plástico ha visto la luz bajo el recién aparecido enero 2025 y hace hincapié en esas actitudes perdidas de las jóvenes actuales. Sin rebeldías no hay cambios.
Bajo un título muy irónico, (Quien dejó salir a los perros) el disco ha visto la calle gracias a la grabación de Daniel Fox (Gilla Band, Psychotic Monks, Sprints), la mezcla de Seth Manchester (Mdou Moctar, Battles, Model/Actriz, And So I Watch You From Afar) y masterización por parte de Joe LaPorta (Garbage, Against me!).
Como concepto, Who Let The Dogs Out exprime lo más negativo de nuestra sociedad, turbando sus déficits y convulsionando sus esencias. Es un punk juguetón y discrepante con inflexiones grunge y pinceladas de pop noise. En definitiva, once latigazos eléctricos que revientan como dinamita en un plato de sopa hirviente y genera conciencia entre las generaciones actuales. Sus conciertos son una auténtica explosión de energía y ferocidad.
Musicalmente recuerdan a Amyl & The Sniffers y, en cierta manera, a Bikini Kill pero con marcadas diferencias. Sin duda, representan un duro manotazo al mainstream made in UK. Sus dos miembros, Phoebe Lunny (voz, guitarra) y Lilly Macieira (bajo) dejan sin aliento a cualquiera que se les ponga por delante. Sus letras son poderosamente contestatarias que, junto a su áspero sonido, son gastronomía más intensa.
«¿Cansada de trabajar el doble mientras hombres blancos de mediana edad se llevan el crédito por tus ideas? ¿Temes denunciar el acoso? ¿Estás constantemente dudando para evitar conflictos? Si has respondido que sí: probablemente seas una mujer o una persona queer. Si estos desafíos te frenan, es totalmente tu culpa. Y si tienes éxito, te sentirás como un fraude. No importa cuánto te esfuerces, no te tomarán en serio. Tu jefe quiere acostarte contigo, Recursos Humanos piensa que eres una histérica, así que tal vez sea mejor que te calles la boca y sonrías. Muchas chicas matarían por tu puesto, deja de quejarte o regresa a la cocina. Bienvenida al club de los chicos» (Lambrini Girls, «Company Culture»)
Pero las Lambrini Girls no tratan de dar soluciones a toda esa negatividad mundana, simplemente buscan zarandearla y latigarla hasta que sus heridas sean perceptibles para todos. Como individuos estamos demasiado taponados y ante esa densa ceguera es imposible ver la mugre socio-económica y política que se esconde bajo ella. Lambrini Girls se encargan de activar el parabrisas y limpiarnos la mirada.
A pesar de lo dicho, no se definen como una banda política, como demostró en su día ser el movimiento Riot Grrrl. Ellas simplemente abren su garganta y arremeten contra los excesos de aquello que observan y les incomoda. Por ejemplo, la irracionalidad policial y el nepotismo de la industria musical en Bad Apple, la misoginia y la toxicidad masculinas en Big Dick Energy y Company Culture, la elitización residencial o gentrificación en You’re Not From Around Here, las diversas e imperantes neuro divergencias en Special y Different, o el culto y negocio hacia las dietas y a la imagen aparente como expresan en Nothing Tastes As Good As It Feels. No dejan cabeza sin sesgar. También embisten contra la falsa escasez y promesas y, como no, contra ese amor tóxico que parece tan reinante en nuestros días:
«Vivimos en un sistema capitalista que busca explotar al pueblo y por lo tanto mantenerlo confundido, el sistema capitalista hace que la gente piense que puede hacer, cuando en realidad no está pensando. Los frutos del trabajo de las masas trabajadoras son disfrutados por aquellos que no hacen nada» (Lambrini Girls, «Scarcity Is Fake (Communist Propaganda)»
«Love» no es una crítica al afecto verdadero, sino que trata de confundir la toxicidad con el amor. Como una polilla atraída por una llama, incapaz de discernir entre el calor que te reconforta y un fuego que te quema, y que se enoja por ello. Es un abrazo lleno de aristas afiladas, un beso que pica. Veneno que se hace pasar por dulce, veneno disfrazado de néctar. Cuando el amor se aprende a través del caos, el dolor se siente como una conexión. Es el ciclo de perseguir el afecto a través del sufrimiento y aferrarse porque nunca has conocido nada más. Se trata de la amargura y el resentimiento de intentar encontrar algo, solo para darte cuenta de que sigue siendo esquivo. Lo que transmite esta canción no es amor en absoluto; de hecho, es todo lo contrario» (Lambrini Girls, «Love»)
Concluyendo, Phoebe Lunny y Lilly Macieira ofrecen once pistas corpulentas en solo 29 minutos y 25 segundos. La voz rabiosa de Phoebe queda subrayada por una mixtura pura, ardiente y feroz de enérgicas guitarras, que definen una vez más que estas chicas revoltosas merecen las ovaciones más explosivas y el reconocimiento de que el punk no ha muerto.