Cualquier adolescente con una mínima inquietud musical, alcanza un punto en el que siente una necesidad atávica por hacer su propia música, por ser como sus ídolos, expresarse de una manera diferente. Muchos lo intentan, no tantos llegan a ser competentes. Si tiene suerte, tendrá amigos con los que juntarse y hacer unas versiones. El siguiente filtro es pasar de las versiones a los temas propios. Es entonces cuando pule la técnica, la cohesión y el sonido. Si ha llegado hasta aquí, probablemente querrá que alguien se fije en su obra y pueda financiarla de algún modo.
Entonces llega a nosotros, los consumidores. Con mucha suerte, entrarán en nuestra mente y dejarán un ligero poso que atraerá vagamente nuestra atención. Pero entonces, uno de cada muchos centenares de grupos nos hará sentir cosas, como alguien que te toca el hombro para llamarte. Mandrake Handshake no es uno de esos grupos, porque son mucho más. No utilizan una sutil llamada de atención. Nos agarran de las solapas, nos gritan a la cara mientras nos zarandean y de un solo bofetón son capaces de dejarnos sin palabras.
Una irrupción espectacular después de colocarse en el mapa con su Monolith, una especie de “disculpe, señor, quizá quiera oír lo que tenemos que ofrecerle” para después inyectarnos este Earth-sized worlds, una aguja hipodérmica a nuestro pequeño e insignificante corazoncito.
El nombre de la banda ya hace presagiar que este colectivo de Oxford y Londres (colectivo también en el sentido literal, son 10 miembros) quieren hacer un homenaje a la música, en referencia al clásico tema de Brian Jonestown Massacre. Dentro del propio álbum, las referencias a bandas como Stereolab son tanto formales como literales, con citas a Metronomic Underground o The seeming and the meaning, más allá de la clara influencia de los característicos coros de Laetitia Sadier
El álbum empieza de manera audaz, con el ritmo sincopado de Time Goes up, para dar paso a Hypersonic Super-Asterid, un descomunal, catedralicio, bíblico, pantagruélico, titánico tema de casi diez minutos, que se pasa como si fueran dos. Como si alguien disparara un revólver Colt a escasos centímetros de nuestra cara. Ahí es cuando nos zarandean y nos muestran lo que son capaces de hacer.
Y sin ser capaces de reaccionar ante lo que acabamos de vivir, nos proponen una sucesión de elegantes y sugerentes ritmos 5×4, paisajes tropicales y retro, túneles psicodélicos, de una técnica impecable y asombrosamente adictivos. Son capaces de desarrollar un paisaje colorido, rico y detallado. Lorenzo’s Desk es nuestro nuevo lugar seguro. La guitarra acústica de King Cnut, enlazándose con la línea de bajo y el sintetizador consigue llevarnos de la mano por playas de colores imposibles. Y lo mejor de todo es que lo hacen sin que hayamos tomado ningún tipo de sustancia psicotrópica, lo juramos.
Barranmonde tiene ciertas reminiscencias del anatolian rock, tan de moda en los últimos años, con bandas como Altin Gün, porque… ¿por qué no iban a pisar también estos terrenos? Pero esta exploración estilística no acaba ahí: Find the Tree and dig (deep)! consigue recordarnos a los loops y overdubs del Beaucoup Fish (1999) de Underworld, siempre de la mano de la sugerente voz de Trinity Oksana, cuyo trabajo es tan impecable como ensoñador. Si, Trinity, soñamos contigo. La homónima Earth-Sized worlds es la encargada de cerrar un debut espectacular e impecable, con otro desarrollo eterno y hermosísimo, que consigue emocionarnos hasta el último acorde.
Una irrupción espectacular, un golpe en la mesa con una maza de doce kilos. Entrar con un mamut en una cristalería de Murano. Mandrake Handshake consiguen algo que no es nada fácil en un mundo de sobreestimulación y contenido fugaz y perecedero: logran hacer que escuchemos un disco entero, sentados en un sillón sin hacer nada más. ¿Cuándo fue la última vez que lo hicisteis? Es el momento de volver a escuchar música. Escucharla de verdad.