«Cuando todos tus deseos son concedidos, muchos de tus sueños son destruidos»
MARILYN MANSON
Más allá de las acusaciones a la persona de Brian Warner como lìder de Marilyn Manson sobre sus posibles abusos sexuales a distintas mujeres, el arte como tal, no debería verse mezclado en la personalidad y vida de un artista. Teóricamente el mundo del arte debería evaluarse conforme a los cánones estéticos y alejados del mundanal ruido de los criterios éticos y morales. Por ejemplo, podemos citar al pintor barroco Caravaggio que fue un camorrista y homicida, sin embargo, pintó diversas bellezas pictóricas que están colgadas en los más importantes museos del mundo. Como este ejemplo, muchos más.
No cabe duda de que estamos frente al eterno dilema sobre la necesidad o no de separar el arte del artista. Si bien es cierto que consumiendo el arte se favorece al artista, es decir, a la persona que está detrás de este arte, también cabe añadir que el arte no tiene porque ser políticamente correcto… ¿O sí? Sinceramente, es un debate muy dificil de discernir ya que la línea que los separa es muy frágil y fácilmente rompible. Lo dejo pues como punto de reflexión para cada uno.
Aclarado este polémico tema, e independientemente de los resultados de la Justicia ante el caso de Brian Warner, cabe decir que el nuevo disco de Marilyn Manson es una joya, muy diferencial de otros trabajos más duros. Se nota que la banda ha querido tomar una dirección distinta e innovar su sonido aunque manteniendo siempre ese espíritu malévolo y desollador.
One Assassination Under God Chapter 1 (Un asesinato bajo el mando de Dios – Capítulo 1), es el duodécimo álbum de estudio de Marilyn Manson y acaba de publicarse este 22 de noviembre de 2024 a través de Nuclear Blast Records. El álbum consta de nueve pistas y es el primer trabajo con Reba Meyers a la guitarra y Piggy D en el bajo. Al mismo tiempo marca el regreso de Tyler Bates como guitarra y Gil Shaoren en la batería, ambos ausentes en el anterior disco We Are Chaos (2020).
AUTOPSIA DE UN ASESINATO
El disco desgarra su silencio a través de un asesinato bajo el mando de Dios (One Assassination Under God), que se alza como arma demoledora rasgando las vestiduras del oyente. Tras los primeros compases se tiene la sensación de que estamos ante una nueva reencarnación del Anticristo. Todo brilla bajo una suave oscuridad. Las guitarras y la batería golpean su sonido en clave ahogada. Sobresale la voz y una guitarra solista con algunos punteos que expresan dolor y sufrimiento. La letra es determinante: «Abre la cortina (…) No hay más sueños que pueda vender (…) Cuando se arranquen las alas a todos los cerdos solo quedarán monos para volar».
Después, entramos de lleno en el segundo corte, donde no hay funeral sin aplausos (No Funeral Without Applause). Es lo que reza sobre la lápida. El tema abraza inflexión decreciente y macabra. La voz se manifiesta profunda pero toma protagonismo mientras la instrumentación late como un corazón bombeando en segundo plano: «La piel es más blanca que un guante quirúrgico. Necesito que alguien me cosa para no hacer sangrar aquello que amo (…) Eres lo único en este maldito mundo que puede llenar este agujero dentro de mí».
Tras un breve silencio, se rompe la pausa y resurge el maligno desde su mudo escondrijo. Es el despertar de la tercera fiera, el rugir del tormento. La voz desata la execración amenazante y empieza el caos reptante. Riffs intensos y asfixiados como base y una guitarra solista que se ejecuta al más puro Robert Fripp de King Crimson. La voz exclama: «Quiero que las torres se derrumben. Las madres están arrojando bebés desde las ventanas de arriba ¿Quién querría despertar si este es su mundo?»
Prosigue la agonía. Se rompen los huesos y la dolencia corroe el alma penetrada y poseída. Estoy tan enfermo como los secretos que hay dentro de mí (As Sick as the Secrets Within), es lo que nos grita esa voz que retumba desde los ecos del averno: «Construí esta jaula en la que hemos estado atrapados juntos, pero no recuerdo dónde escondí las llaves». La guitarra, en algún instante, resuena como la sonoridad ecográfica de Reeves Gabrels con The Cure.
Los sacrílegos arrancan su rito y profanan el objeto sagrado. Son Sacrilegius, esos seres desterrados que desgarran sus ropajes y se muestran desnudos ante la biblia negra. Es la opulencia del monarca sónico, un temazo rebosante de lujuria, provocación y exceso. El ritmo entona cierto glam a lo T-Rex. La letras son lanzadas como un misil contra los dogmas estigmatizados: «Deberías haber tratado mejor a tus salvadores. Con las tumbas que dejaste atrás ¿Crees que los ataúdes chismean y todos tus fantasmas son ciegos?».
De repente, se cristaliza la pregunta clave… ¿Acaso morir es el final de todo? Es lo que intrínsecamente plantea con sarcasmo el sexto tema de ese asesinato bajo el mando de Dios, concretado bajo el título de la muerte no es un disfraz (Death Is Not A Costume). Esa muerte es la que anuncia el estadio intermedio, la purga como catarsis: «Quema cada página de ese pequeño libro negro y recemos para que permanezca en la boca de Dios».
Meet Me In Purgatory (Encuéntrame en el Purgatorio) representa esa cadencia intermedia y soberbia que enmarca los extremos mencionados. Las guitarras sollozan su excitación contagiosa. Es el seno del purgatorio, lágrimas indiferentes, donde nada brilla y nada quema. Es el estado intermedio que permanece desterrado entre el azul divino y el llameante infierno, antes de ser engullido bajo el perverso aullido del juicio final. Se trata de una pista rock con excelentes estribillos coreables: «Si me expulsan, quiero que vengas conmigo. Podemos ser uno dentro de un olvido sin fin».
Es así como llega el momento de izar la bandera enrojecida por la sangre (Raise the Red Flag), «el instante para golpear a los abusadores y lavar la diana de mi espalda. Mi bandera roja es tu bandera blanca, empapada en sangre (…) porque los perdedores aman a los mentirosos hasta el día de su muerte». La música empieza suave pero los riffs de guitarra desencadenan la apertura de las sirenas y las alarmas. El tema quema y se convierte en atrocidad a medida que va empapando los oídos. La revuelta ha iniciado su sed de sangre. La ceremonia está a punto de concluir.
Llegamos al final del asesinato divino, de ese sacrificio que representa la pista de cierre, Sacrifice Of The Mass, el santuario donde comienzan los últimos ritos: «La tierra se abre de par en par. Puedo escuchar la voz de mi madre. Es hora de decir adiós (…) Dile al abismo que deje de mirarme (…) Cuanto más grande es la estrella más violenta es su desaparición (…) Estoy ya listo para el viaje final …»
¿EL ÚLTIMO ADIÓS?…
Dicen que los finales son crueles porque es donde todo deja de ser, donde el sonido se apaga y la deflagración abandona su combustión hasta transformarse en mortaja y polvo. Terminar el asesinato bajo el mando de Dios supone asestar el golpe decisivo a un extenso recorrido por emociones, reflexiones y sonoridades que dejan gratamente perplejo al oyente.
Si bien es cierto que el nuevo álbum de Marilyn Manson ha perdido aquella pujanza eléctrica de sus primeros trabajos, esta nueva entrega acústica aporta una melosidad diferencial, quizás más novedosa y distinguida pero en su fondo sigue marcando la maliciosidad tan inherente en el sonido ancestral de la banda.
Los nueve temas construyen una gesta auditiva de sobrada magnificencia, sin fisuras que destacar, siendo por tanto un disco que envuelve una liturgia conocida pero bajo el manto de una desconocida y distinta arquitectura sonora. La instrumentación no destaca como primeros planos. Se nota una asfixia intencionada, a fin de configurar diferencias y envolver los terribles mensajes del Anticristo Warner. La voz atiza como un látigo atronador. One Assassination Under God Chapter 1 es, en definitiva, un trabajo excelente, aunque su portada podría ser, sin duda, muy mejorable. Obviamente el título del álbum, One Assassination Under God – Chapter 1, apunta a que se lanzará una segunda parte que esperemos sea tan intrigante y novedosa como la presente.