Blush es el debut de una novata a nivel musical que no necesita presentación. Hija de Ethan Hawke y Uma Thurman, la también actriz ganó fama en 2019 gracias, por un lado, a ser una de las gratas sorpresas de la tercera temporada de la serie Stranger Things y, por otro lado, a su pequeño papel en la última película de Tarantino, Once Upon A Time In Hollywood, en la que formaba parte del grupo que asaltaba la casa de Rick Dalton en la mejor escena de la cinta.
Maya Ray Thurman Hawke (1998) aprovechó su popularidad en la gran y pequeña pantalla para lanzar el mismo año sus dos primeros singles bajo la batuta del productor Jesse Harris (Norah Jones, Melody Gardot, Lizz Wright…) y con Maya Hawke como nombre artístico: To Love A Boy y Stay Open. Ninguno de los dos cortes aparece un año después, y tras un retraso en su lanzamiento en solidaridad con las protestas del movimiento Black Lives Matter, llega su primer LP, publicado este mes de agosto a través del sello independiente neoyorquino Mom+Pop y producido de nuevo por Harris.
El repertorio reúne algunos poemas escritos por la joven autora en diferentes etapas de su vida, lo que resta contemporaneidad al conjunto y explica la constante búsqueda de sí misma en sus recuerdos en las metafóricas letras. “Could”, “if” o “wish” son palabras que se repiten en numerosas ocasiones en canciones que tratan temas como la infancia, la imaginación, las relaciones sociales, amorosas o familiares, y la vergüenza. De hecho, en una entrevista en i-D explica cómo “sonrojo” (Blush) para ella es una forma feminizada de la vergüenza: “Me gustó la idea de tomar esta palabra y convertirla en el título del álbum, porque hago frente tanto a la feminización como a la situación en sí”.
El sonido clásico, que mezcla folk y country de raíces americanas, enfatiza la influencia de figuras como Joni Mitchell o Taylor Swift en su apartado musical. El marcado toque chamber del cancionero conjuga bien con su voz susurrante, delicada y áspera. El disco está repleto de armonías ligeras y mucho romanticismo, en el que los arreglos de cuerda o de vientos evidencian que Maya no ha tenido escasez de recursos a la hora de trabajar las canciones de su ópera prima.
Destacan en un disco que peca de monótono —y un tanto soporífero a ratos— piezas un poco más alegres como By Myself, temas en los que se desnuda vocalmente como el maravilloso cierre Mirth, el tono infantil de Cricket (una de las dos canciones en las que participan a los coros dos de sus hermanas pequeñas), la pianística Bringing Me Down, o Goodbye Rocketship, en la que se dirige a su padre (“And I never could replace you, It’s too dark to try”).
En conclusión, Blush es un buen primer trabajo de una debutante musical con un ideario poético y unas condiciones evidentes para explotar en la industria. Que comience además con convicción en sus gustos musicales y ganas de encontrarse a sí misma en este nuevo rol artístico hacen que Maya no tenga porque “sonrojarse” ante la llegada de su primer álbum.