Mié 16 octubre 2024

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Nick Cave & the Bad Seeds – Wild God

Dos de los pilares básicos de casi cualquier religión son que nuestros actos tienen consecuencias y que Dios tiene un plan para nosotros. Nuestro destino está escrito y bueno, ya sabéis, los caminos del Señor son inescrutables y Dios proveerá. O aludimos al karma. El “tiene lo que se merece”, creemos que tiene que existir algún tipo de explicación racional y ordenada  a lo que, admitámoslo, es un conjunto de eventos aleatorios que rigen nuestros designios. Quizá seáis creyentes y os sintáis más tranquilos pensando en que todo tiene sentido. Está bien, esto es una revista de música, todo el mundo es bien recibido, como debe ser.

Quizá esta sea una introducción demasiado metafísica para una reseña musical. Pero es que lo relacionado con Nick Cave no tiene nada de físico, ni de terrenal. Ha conseguido erigir una obra que va más allá del tiempo. Nick Cave es un artista. Crea arte. Ha sabido encontrar la belleza en los rincones más oscuros del alma o lo que sea que haya en el interior de nuestras redes neuronales. 

Y el destino es una parte importante en esta historia. Cave basó su personaje en el poeta atormentado. Historias asfixiantes como la de Mercy Seat, discos sobre el asesinato como Murder Ballads (1996), el genio trágico, el vampiro oscuro. Exploró la soledad en la obra maestra que es The Boatman’s Call (1998), encontró la felicidad en el huracán de Abbatoir Blues (2005) sin perder de vista la oscuridad en la segunda parte, The Lyre of Orpheus. Pero solo era literatura, un canto a realidades más o menos personales. Pero entonces, en 2015, Nick Cave se convirtió en ese personaje oscuro, atormentado y desesperado. La muerte de un hijo no es un trauma que se supera fácilmente. La muerte de dos, por fuerza ha de dejar una herida abierta para siempre. 

En esta tesitura, Cave y sus Bad Seeds presentaron Skeleton Tree (2016), un desgarrado grito de ayuda, un momento de desorientación, una mirada a un presente que no era capaz de comprender. Ghosteen (2019) ahondó en su obsesión de la búsqueda de la belleza dentro de la tragedia, una forma de intentar asimilar una pérdida tan devastadora, una especie de refugio en el arte, una manera de comunicarse con su hijo desaparecido. Cantaba para él, donde quiera que estuviera.

Y este Wild God (2024) cierra una trilogía, un ejercicio de autoexploración y asimilación. Una forma de aceptación personal, de congraciarse con el mundo, con la vida, con el destino. Un destino sellado. Un destino profetizado por sí mismo. Un destino con el que parece que por fin ha hecho las paces.

El propio Cave admitió en una entrevista en El País que su vida habría sido muy diferente de no haber muerto su hijo en 2015. Ya en el documental One more time with feeling (2016) admitió que tanto él como su esposa estaban anclados a ese momento, siempre volvían a él, a pesar de intentar avanzar. Este Wild God parece que por fin ha roto la cadena que le unía a ese instante. Un alegato doloroso pero bello, sobre afrontar nuestro destino. La sonoridad grandiosa de Wild God, que da nombre al disco, nos transporta a la pasión de Abbatoir Blues. La progresividad de Frogs (una de las canciones del año, sin duda alguna) y su crescendo interminable nos traslada a sus años junto a Blixa Bargeld, pero con un filtro colorido, hermoso y esperanzador. The Song of the lake suena a himno a la nostalgia y a la aceptación. Hasta que aparece Conversion, que nos recuerda que hay un hueco, un agujero difícil de ignorar, en lo más profundo de Cave. Es por eso, que mediado el tema, el coro selle ese vacío con un ejercicio de belleza, claridad y amor con un resultado que recuerda a la no tan luminosa O Children, de The Lyre of Orpheus (2005).

El resultado es una extraña celebración de la muerte. Mejor dicho, de celebración de la vida antes de la muerte. En Joy, vuelven los fantasmas. Final Rescue Attempt es una forma de aferrarse a la vida, al presente, gracias al amor. O Wow o Wow (How wonderful she is) está dedicada a su amiga y antigua pareja de la juventud, también fallecida. La muerte está igual de presente que en sus dos trabajos anteriores. Lo que ha cambiado es la forma que tiene Cave de afrontarla. En Cinnamon Horses, nos dice “I Told my friends that life was good, that love would endure if it could”, esto también es un ejercicio de fe. Como creer que la vida tiene sentido.

En ese terreno se mueve este disco. Wild God es un ejercicio de descubrimiento, de aceptación y a la vez de celebración del dolor. El dolor nos hace sentir vivos. De algún modo nos hace querer seguir viviendo. Nos hace valorar la vida. Nos hace aceptar nuestro destino. O nuestro pasado. Cierra la etapa más dolorosa de Nick Cave & the Bad Seeds. Y probablemente también la más inspirada y la más inspiradora. En Cinnamon Horses, nos dice “I Told my friends that life was good, that love would endure if it could”, esto también es un ejercicio de fe.

Escucha aquí Wild God de Nick Cave & the Bad Seeds

Guillermo Vázquez
Guillermo Vázquez
A veces escribo de música, a veces escribo de coches. Otras veces hago música. Pero la mayor parte del tiempo me quejo por cosas.
Dos de los pilares básicos de casi cualquier religión son que nuestros actos tienen consecuencias y que Dios tiene un plan para nosotros. Nuestro destino está escrito y bueno, ya sabéis, los caminos del Señor son inescrutables y Dios proveerá. O aludimos al karma....Nick Cave & the Bad Seeds - Wild God