La crítica de todo el mundo está despachando el Remind Me Tomorrow de Sharon Van Etten con notas que en casi ningún caso bajan del 8. Pitchfork, que le dio “solo” un 8,2 a su anterior disco, Are We There, le pone nada más y nada menos que un 8,4. Algunos, como Consequence of Sound, se sueltan la melena y le dan un puro 10. Muchos hablan de él como del trabajo más determinante en la carrera de la cantautora de Nueva Jersey. Parece ser que es su cumbre como compositora. Dicho estado de gracia, combinado con la producción de John Congleton, ha generado algo distinto y memorable. Que, por el camino, haga sentir entre poco y nada parece ser, al menos para la crítica, un detalle menor.
¿Qué hacer cuando se desea reseñar un disco que una lleva años esperando con ganas (ojo, utilizo la palabra “ganas” de manera consciente, evitando términos más acuciantes como “ansia” o “necesidad”) y que, cuando por fin se publica, recibe una loa absolutamente unánime y que para nada encaja con la propia percepción de dicho trabajo? Tomar aire y ver la circunstancia como una excusa para escuchar el disco monográficamente durante unos días. Estudiarlo, repasar la discografía previa, leer lo que otra gente dice sobre él y, esperemos, llegar a entender por qué demonios una no es capaz de verlo así de ninguna manera.
(sobreproducido) Viaje a la felicidad
Mucho se está hablando de cómo el viaje personal de Sharon Van Etten a lo largo de los últimos cuatro años ha afectado de manera absolutamente rompedora a su trabajo. Desde que en 2014 publicara Are We There (para muchos, fue uno de los discos de aquel año), Sharon Van Etten ha probado suerte con el mundo de la interpretación (en la serie de Netflix The O.A.), se ha sumergido en el onírico mundo de David Lynch (fue una de las atípicas intérpretes del Roadhouse de Twin Peaks: The Return), ha vuelto a la universidad para graduarse en Psicología, se ha embarcado en una relación sentimental y ha sido madre por primera vez. Así las cosas, sería de una ingenuidad intolerable no creer que el álbum que le siguiera tendría que ser, necesariamente, diferente. Tanto en tono como en sonido.
Decir que un disco como este Remind Me Tomorrow no le hace beber los vientos a una entraña sus riesgos. Se corre peligro de que te tachen de adicta a los tonos oscuros, a las letras deprimentes, a la áspera textura de los corazones rotos y las relaciones tóxicas. Pero, cuanto más lo pienso, más dudo que ese sea mi caso: sí, reconozco que muchas de las letras de Are We There llevan atravesándome desde que las escuché por primera vez. O que las enigmáticas atmósferas que generaban temas como Don’t Do It en Epic (2010) o Serpents en Tramp (2012) no llegan a cansarme nunca.
No, mi problema con Sharon Van Etten y su Remind Me Tomorrow no es el de la adicción al folk desnudo y deprimente. Puedo pensar en un buen puñado de artistas que han experimentado viajes similares, tanto personal como musicalmente, desde un estilo sombrío a uno dominado por las emociones positivas y los mensajes esperanzadores (Brandi Carlile es la primera que me viene a la mente) sin que por ello me haya despegado de su música. Es que ni una sola de estas diez nuevas canciones me dice lo que me decían las de Are We There.
No es una cuestión de no ser capaz de tolerar los cambios que experimenta la artista: el nivel de abstracción que Are We There alcanzaba en comparación con su predecesor, Tramp, también podría considerarse un giro notable en la trayectoria de su compositora. Y aquello no supuso ningún inconveniente, es al contrario, más bien. El problema no es el cambio de tono o la sobreproducción: es que debajo de todo eso, hay muy poca chicha.
En todo este viaje personal Sharon Van Etten, claramente, ha ganado y ha aprendido mucho. Muchos apuntan que si ha perdido algo, ha sido la esencia folk de sus cuatro discos anteriores. Yo diría que más que el folk, ha perdido el rock, íntimo y sincero, que tan bien se había instalado en los dos últimos. Se escuchan poquísimas guitarras en Remind Me Tomorrow, y el sonido se llena de teclados, sintetizadores y todo tipo de arreglos que se apelotonan unos sobre otros, como si de una de esas iglesias barrocas conquistadas por el horror vacui se tratara.
Donde el vozarrón de Van Etten y una instrumentación cuidada pero austera sobraban para que le abrieran a uno las carnes la primera vez que escuchaba Are We There, Remind Me Tomorrow desata una tormenta de sonidos que aturulla, distrae y, lo más grave, entierra una voz singular.
Nostalgia, teclados… y un poco de vacío
Y, aún así, el propio arranque de Remind Me Tomorrow, I Told You Everything, hace referencia de múltiples maneras a su anterior trabajo. Desde la letra y el propio título hasta el acorde que lo abre, pasando por la soledad de la voz de Sharon Van Etten navegando por una especie de vacío sónico, solo roto por la absurda profusión de arreglos y ruiditos que se van colando en la grabación. En Are We There, la efectividad de Afraid of Nothing dependía un poco de la intensidad emocional de los temas que lo seguían. Aquí vuelve a suceder lo mismo, pero la balanza se decanta por el lado contrario. No One’s Easy to Love entra a quitar peso, pero se trata de una canción carente de tensión u objetivo que en sus cuatro minutos y medio se hace eterna y repetitiva.
Le sigue Memorial Day, una canción que de tan abstracta y ambiciosa que parece, se queda en pretenciosa papilla de sonidos y voces estiradas. Estamos en un punto en el que la crítica ya se ha puesto en pie y se da golpes en el pecho, alabando la necesidad de Van Etten de buscar nuevos paisajes expresivos. Yo, lo siento muchísimo, me aburro como una ostra y empiezo a no distinguir una canción de la siguiente. ¿Son buenas? Probablemente. Pero he visto muebles en IKEA que me hacían sentir cosas más bonitas.
Comeback Kid y, sobre todo, Seventeen, intentan añadir un poco de pegada al disco. Ambas, además, comparten cierto aire evocador y nostálgico de la juventud en sus letras. Las dos son eficaces aunque, especialmente, Seventeen suena más a “bombazo” pegadizo indie que cualquier otro tema de Van Etten (Serpents incluido). El séptimo corte, Malibu, bien puede ser el más brillante del disco. Conciso y con un sabor que recuerda a Tarifa o, por momentos, a Cat Power, por fin parece encarrilar Remind Me Tomorrow hacia algo más sincero y con mayor capacidad de transmisión.
“Follow me until you don’t know where you are” nos invita Van Etten en You Shadow. Y parece que a muchos nos lee el pensamiento: a unos porque les encanta no saber dónde están y a otros porque no sabemos, en efecto, ni cómo ni por qué estamos escuchando este disco una vez más, intentando seguir el discurso de la estadounidense. Hands parece querer demostrar lo mucho que Van Etten debe haber escuchado a Nick Cave estos años. Aún así, es un tema brillante, áspero y agradablemente desconcertante (a pesar de la innecesariamente recargada producción) que confirma que Remind Me Tomorrow acaba bastante mejor de lo que empieza.
La crítica parece estar de acuerdo en que Remind Me Tomorrow se hará odioso para los fans de Sharon Van Etten y los puristas del folk (estos últimos debieron perderse sus dos discos anteriores). Todo esto me hace preguntarme si lo que me pasará no será que soy fan de Sharon Van Etten sin haberme dado cuenta. Escucho Remind Me Tomorrow una vez más (ya van más de diez) para tratar de encontrar una respuesta. No, creo que no. No me parece odioso ni malo. Solo frío y anticlimático. Pero reconozco que no le habría dado ni la cuarta parte de las oportunidades que le he dado de no haber sido su compositora quien es.