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Slowdive – Everything Is Alive

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Seguramente si a nuestros yoes de hace, no sé, doce años, más jóvenes, con más pelo (no mucho más tampoco) y, especialmente, aún con sueños y esperanzas, nos dicen que en 2023 íbamos a estar disfrutando del QUINTO disco de estudio de Slowdive, nos habríamos reído a carcajadas. Pero ya hace casi diez años -DIEZ- de la segunda venida de Halstead, Goswell, Savill, Chaplin y Scott. Bueno, la tercera, si contamos a Mojave 3. O la segunda, si consideramos que Mojave 3 eran Slowdive con otro nombre. Es complicado.

Y es que la historia de Slowdive es complicada. Fue durante casi dos décadas el grupo olvidado. Hijos de un proyecto fallido de la industria en los albores de la música indie, cuando, embrionariamente empezó a construirse con sellos como Sarah Records o Creation. Slowdive emergieron fuera de tiempo, cuando My Bloody Valentine lanzaba Loveless (1991) el mismo año que nos regalaron el espectacular disco de debut Just for a Day. Se confirmaron cuando a nadie le importaba ya lo más mínimo el Shoegaze y sus variantes, dolorosamente denostado en la prensa británica, con Souvlaki (1994), el mismo año que vio morir al rey de la música pop de la época, dominada abrumadoramente por el Grunge, Kurt Cobain. Y fueron sentenciados, literalmente, por Noel Gallagher cuando Oasis y el Britpop explotaron y consiguió que los echaran de Creation bajo la amenaza de no firmar si no lo hacían. Pygmalion (1995) significó todo un portazo artístico de Halstead, ya sabéis, el dicho ese tan soez del convento. Lo cierto es que medio en broma, Pygmalion es hoy día un monumento a la inquietud, al silencio como parte activa de la música, y significó la destilación de la música de Goswell y Halstead: Por un lado, la belleza, la delicadeza y la elegancia que usarían de ahora en adelante bajo el nombre de Mojave 3. Por otro, la tensión, la experimentación, el desasosiego y la angustia quedaban enterradas con el nombre de Slowdive. Inventaron el Dreampop. Después el Alt-folk. La historia pondrá en su sitio a Rachel y a Neil.

Y así cayó en el olvido la banda, a la vez que produjo una especie de Big Bang creativo, separándose en Mojave 3, con Goswell, Halstead y McCutcheon, y Cristian Savill formando Monster Movie años después. Más tarde la preciosa carrera en solitario como cantautor de Halstead -recomendamos fervientemente machacar a escuchas sus tres álbumes- y la truncada carrera de Rachel Goswell, primero por su sordera parcial adquirida en los 2000, sumada a la maternidad con un hijo con graves problemas de salud, que terminó por sellar el destino de Mojave 3.

Slowdive parecía muerto, igual que el shoegaze. Pero su legado permaneció. Desarrolló una sub-subcultura en los 2000 y cientos de bandas por todo el mundo asumieron su sonido y lo llevaron a otro nivel. Era la época de Clairecords, de bandas como Airiel, Air Formation, Pia Fraus, Malory o Tears run rings. En España incluso surgió una escena, encabezada por Blacanova -te seguimos recordando, Paco- o Nadadora, y en la actualidad presente en bandas como Uniforms.

En este contexto reaparecieron Slowdive, con una gira espectacular, muy especial para los seguidores de lo que se había convertido primero en una banda de culto, una banda de músicos, y más tarde en una banda indispensable dentro de la música indie. Gente adulta llorando con la versión de Golden Hair en directo (lo sabemos porque lo vimos en YouTube, no porque fuéramos nosotros mismos ni nada de eso). Y poco después, publicación de disco nuevo, Slowdive (2017), con más giras, a las que por supuesto, acudimos. Sin embargo, ese Slowdive (2017) tenía algo que no encajaba. ¿Era aquello realmente Slowdive?

No nos malinterpretéis, Slowdive (2017) era un pedazo de disco, era una colección sublime de canciones, quizá con algún altibajo, aunque Star Roving era incontestable. Pero Sugar for the pill, pese a ser un corte mágico, no sonaba a Slowdive, no sonaba a Primal, no sonaba a Catch the Breeze o a Souvlaki Space Station. Sonaba bonito, precioso, sonaba a Mojave 3. La misma Star Roving sonaba a… sonaba a banda de Clairecords de 2008. Podría aparecer en cualquier álbum de Tears run rings y no desentonar.

Y ese era el problema, Slowdive no habían vuelto. Estos nuevos Slowdive eran la evolución de Mojave 3, se aupaban en los hombros de las bandas de la escena nu-gaze de los 2000. Slowdive no habían desarrollado ese sonido, dejaron algo mucho más profundo, más único, que las jóvenes bandas se encargaron de pulir y de algún modo los nuevos Slowdive se encargaron de adoptar. Y esa sensación es un problema, porque quiere decir que no vais a poder disfrutar plenamente de un gran disco.

Y este Everything is alive (2023) mucho nos tememos que se sigue por esa senda. Pero, dejando de lado esa sensación como de decepción (ya sabéis, la nostalgia, las expectativas, etc), Everything is alive mejora en todo a su predecesor. Hemos dicho que sigue esa senda, pero se asoma mucho más al abismo que Slowdive (2017), ya desde el primer corte, Shanty, con su arpegiador, se ve que Halstead y compañía -con una más testimonial Rachel Goswell– escarban un poco más en lo que debería ser la banda, experimentando, son aún más peso de los sintetizadores, pero con el siempre presente Big Muff. En Player Remembered se atisba el magnetismo de Pygmalion usando elementos de Mojave 3 en el inicio de su vida. En Alife se puede dibujar en la lejanía el riff cortante con delay de Souvlaki Space Station, en un tema que demuestra lo vital que es el desarrollo vocal de Rachel Goswell en el sonido de la banda, que insistimos, echamos en falta. Kisses es una canción pop luminosa típica de estos nuevos Slowdive, y Andalucia plays nos lleva de nuevo a la etapa más oscura de Mojave 3, en sus inicios y sorprendentemente al más reciente Nick Cave, un tema que podría aparecer en Ghosteen (2019), para terminar en todo lo alto con The Slab.

Everything is alive consolida el retorno de la banda más importante del Shoegaze (con permiso de Kevin Shields y los suyos) y define el nuevo camino, más a los orígenes de la banda. Y nos enseña a ver la historia del dúo Goswell-Halstead como un único hilo indiferente. No hay unos primeros Slowdive-Mojave 3-nuevos Slowdive. Hay una vida, hay un aprendizaje, hay un desarrollo. Neil Halstead es mejor músico ahora que hace 30 años. Es mejor guitarrista, es mucho mejor cantante. La esencia que definió a la banda a principios de los 90 sigue estando, aflora más que en su álbum de 2017. Vale, no vais a encontrar un éxtasis como el de Shine. No está la urgencia de When The Sun Hits. No existe la explosión de Catch the breeze o el viaje de Alison. Ni la solemnidad de Spanish Air. Y por eso aquellos álbumes son tan especiales, son irrepetibles. Everything is alive es un algo nuevo. Es un álbum cuidado, perfeccionado y pulido, apto para todos. Shoegaze para todos los públicos. ¿Por qué iba eso a ser malo, después de todo?

AUTOR

Guillermo Vázquez
Guillermo Vázquez
A veces escribo de música, a veces escribo de coches. Otras veces hago música. Pero la mayor parte del tiempo me quejo por cosas.

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