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SOFT CELL – HAPPINESS NOT INCLUDED

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Por Leonel de la Rosa

Desde su salto al panorama musical en los albores de la década de 1980, Soft Cell ha tenido los ojos puestos en el futuro. Su ahora icónico debut Non-Stop Erotic Cabaret (1981) vaticinaba un mundo oscuro y hostil en el que solo el caos podía salvarnos de la pérdida total de nuestra humanidad; el sonido de ese disco, frío, minimalista pero decididamente sórdido, sería su sello de identidad.

Cuatro décadas después, el dúo británico ha decidido retomar las armas y nos ofrece Happiness Not Included (2022), un trabajo que no solo nos demuestra que los años no han apagado su llama creativa, sino también que pueden ser fieles a su sonido y aún brindar algo digno. Sin embargo, si bien en 1981 podían parecer futuristas, para el 2022 corren el riesgo de ser descartados como un pasajero más del tren de la nostalgia.

Pero Soft Cell es un caso curioso, no porque su influencia en el synth pop sea tan inmensa –que lo es–, sino porque la historia les ha dado la razón. Este es el futuro distópico del que nos advirtieron hace 40 años. Y Marc Almond y David Ball han hecho lo más sabio: abrazarlo completamente. Al final, ante la destrucción causada por una pandemia, el regreso de la amenaza nuclear, la paranoia informativa y un sinfín de pequeños desastres, su presencia tiene más sentido que nunca.

El álbum comienza un tanto flojo. Happy Happy Happy y Polaroid nos remiten al Soft Cell de siempre, pero los estribillos de Almond no terminan de convencer y el planteamiento rítmico no ofrece mucho movimiento. Es hasta el tercer tema, Bruises on All My Illusions en el que comienza lo interesante; desviaciones armónicas, sintetizadores más evocativos, una oscuridad que nos remite al infravalorado This Last Night In Sodom (1984), antes de que Martin Gore reclamara ese carácter sónico para incorporarlo a su Depeche Mode.

Purple Zone nos ofrece un necesario momento de luz; acompañados por los legendarios Pet Shop Boys y sus inconfundibles teclados, entonan “So let’s get out of this life / I’m afraid and alone / paralyzed in the Purple Zone”, un estribillo que, en el mundo de Soft Cell, es casi un anhelo optimista. Es aquí donde comienza lo verdaderamente notable del álbum, sobre todo en las letras de Almond, quien a partir de este punto se muestra más incisivo y brillante. Le sigue Heart Like Chernobyl, fatalismo con una dosis saludable de humor de patíbulo, donde el dúo nos recuerda que a veces hay que desafiar la propia corrección política (“Oh dear, I feel like North Korea in the winter”) para establecer un punto más importante.

En el fangoso y opaco tema que le da nombre al álbum, el dúo se pronuncia iracundo y determinado contra la enajenación de la era digital: “Everything in this scene is offensive, that’s why we’re always on the defensive / Our social media makes us slaves, like children we have to be told to behave”. Pero es el tema anterior, la elegante Light Sleepers, donde encontramos el punto mejor logrado del álbum. Almond, más contemplativo, narra sobre el inclemente paso del tiempo, mientras Ball nos da uno de los instrumentales más sofisticados de su carrera, en el que los pianos se mueven en una interesante progresión de acordes que da paso a un solo de saxofón, una extraña ocurrencia en Soft Cell, pero que sorprende para bien.

En Nostalgia Machine, vuelven en su faceta más accesible, más pop, con un estribillo que pide a gritos un remix destinado a las pistas de baile europeas, para rematar con el otro momento cumbre del disco, la extática, escandalosa Nighthawks, un tema que cabría perfectamente en un club gótico o en la parte medular de una fiesta de BDSM. Desde el alarido que arranca el tema, el secuenciador y el beat pulsante, los ingleses se manifiestan en plenitud de poderes. Este es el sonido del que son pioneros, y aunque los años no pasan en vano, la sensual perversión y la habilidad de provocar permanece.

El disco termina en una nota más contemplativa; en I am not a friend of God, Almond da una declaración de principios, un rechazo a una figura que en su vida solo ha representado opresión, y para terminar, Tranquiliser y New Eden reflejan ente pianos y atmósferas un sentimiento de esperanza, un resquicio en medio del caos y de la precariedad del futuro que ya llegó.

Happiness Not Included, si bien no explora nuevos territorios ni modifica especialmente los códigos y fórmulas habituales de Soft Cell, sigue siendo una adición sólida a su catálogo, y prueban que los años de inactividad no les han hecho perder fuerza. Con este álbum enfrentan su veteranía con muchísima dignidad, algo que no solo es bastante encomiable, sino que también traza un camino viable para sus contemporáneos dentro del synth pop.

Escucha aquí el regreso de Soft Cell, Happiness Not Included

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Apasionado investoriador musical (investigador + historiador), cinéfilo incurable y voraz lector.

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