Qué bien sienta ver que tenemos de vuelta a una de las artistas más sólidas de los últimos tiempos de la música alternativa que es ni más ni menos que Annie Clark o artísticamente conocida como St. Vincent.
La carrera de la artista estadounidense empezó allá por el 2007 con su debut Marry Me donde dejaba muestras de algo que iba a ser la columna vertebral de su música: el art pop. St. Vincent cuenta con una carrera en la que siempre tiene algo que decir tanto a nivel lírico como sonoro: Actor (2009) iba muy en la línea de su buen debut, pero posteriormente tanto con Strange Mercy (2011) y su disco homónimo del 2014 dio unas lecciones guitarreras atronadoras.
Más adelante, en concreto en 2017 y 2021, contó con la colaboración del famoso productor americano Jack Antonoff (que previamente trabajó con artistas de la talla de Taylor Swift o Lorde) en la que en Masseduction había un claro empaque de synthpop, mientras que 4 años después con Daddy’s Home, Clark y Antonoff entregaban un trabajo con alma setentera donde el soul y la música glam al más puro estilo David Bowie hacían acto de presencia.
Ahora, en 2024, contamos con el regreso por la puerta grande de St. Vincent. Y esta vez, tanto a nivel lírico como de producción, nos encontramos con un disco 100% Annie Clark. Lo primero que hay que destacar de All Born Screaming es su atmósfera: sórdida y oscura en todo momento desde el minuto uno con su canción de apertura titulada Hell Is Near; dicho tema trasmite ese aroma tenebroso pero con la característica guitarra de la artista, aunque esta vez más pausada. Los sonidos infernales todavía están por llegar, y este tema de apertura recuerda por su ambiente a My Cosmos Is Mine de Depeche Mode.
En el segundo tema nos topamos con la que es, para un servidor, la mejor canción del álbum (y mira que hay nivel aquí); Reckless funciona a las mil maravillas con una primera mitad calmada donde la letra brilla por completo (‘I watched you all night till the dawn had come / And the angels came down and picked you up’) para luego desencadenar en un último minuto de infarto musical que podría estar incluido perfectamente en el álbum Is This Desire? (1998) de PJ Havey.
Ahora es el turno de los tres singles que la artista lanzó para dejarnos con la miel en los labios: primero la sensacional Broken Man, donde el disco comienza a arder tras el estallido final de la segunda canción; un rock industrial al nivel del mejor Nine Inch Nails. Segundo, la estupenda Flea que posee un ritmo endiablado donde el bajo es simplemente sensacional. Y por último, la brutal Big Time Nothing donde los acérrimos de Björk van a sentir impresiones similares a las que hay en el tema Army Of Me de la artista islandesa.
Tras una primera parte del disco empapada de oscuridad y sonidos atronadores, nos sumergimos en un tramo también con sus tintes sombríos, pero donde el mayor protagonismo recaen en la elegancia y evocación. Desde ya es necesario una película de James Bond donde el tema principal sea interpretado por St. Vincent, ya que la sexta canción del álbum (Violent Times) es una muestra sensual y estilosa que encaja en cualquier película del agente 007. Luego, en el séptimo tema llamado The Power’s Out reposa el sonido más tradicional de Annie Clark: esa inconfundible voz acompañada de una guitarra adictiva. Otra canción soberbia y ya van siete.
Llegamos al punto con mayor añoranza del disco: Sweetest Fruit es un tema dedicado por parte de Annie Clark a la artista SOPHIE (tristemente fallecida en 2021) donde la clave del tema se halla en la letra (‘My Sophie climbed the roof / To get a better view of the moon, moon’).
Ya en la recta final de All Born Is Screaming descubrimos las dos últimas paradas del disco: So Many Planets es un tema bastante juguetón con unos coros que dan un gran plus al tema; y por último, la canción titulada como el disco que cuenta con la colaboración de la compositora galesa Cate Le Bon. Dicho último eslabón del disco reúne todo lo que hemos escuchado y sentido en las nueve canciones previas para finalizar en una producción majestuosa donde voces en bucle diciendo All Born Screaming dan cierre a un trabajo magnífico.
En definitiva, All Born Screaming es un disco soberbio a todos los niveles. St. Vincent da una lección lírica y de producción donde fusiona diversos sonidos que dan una grandísima personalidad al álbum. Al terminar de escuchar las diez canciones, sentimos fuego, suciedad, oscuridad y muchas más percepciones en las que sencillamente hay que cerrar los ojos e introducirnos en todo lo que es All Born Screaming. Una odisea musical mayúscula.