Puede que ser lo más claro posible sea la mejor forma de ambigüedad. En Youth Hunt (2017), debut de The Homesick, esa especie de descontextualización irónica que influenciaba todo era la vuelta de hoja que hacía de su agudo post-punk y psicodelia lo-fi un atractivo aún mayor.
A raíz de ello, al trío holandés se le ha catalogado tanto como ese reverso irónico a la exploración post-punk de toda una generación, con el añadido de un sinfín de referencias socioculturales, que uno ya no sabe qué pensar. Pero la personalidad y el sonido de The Homesick parece el lado en el que tenemos que estar.
En su segundo larga duración, el primero en el legendario Sub Pop, ellos mismos son conscientes de esa sensación que causan y más allá de explotarla le dan un nuevo giro. El estudio y la escucha activa, la experimentación y por supuesto una claridad moral de lo millenial alejada de toda superioridad intelectualoide. Todo ello triturado con ritmos post-punk, guitarras inquietas, líneas de bajo muy presentes y una ornamentación bastante generosa.
The Big Exercise (2020) está lleno de frescos impresionistas que tiran más de un pop barroco poco edulcorado que de ese nebuloso garage psicodélico tan presente en su primer álbum. Ese sonido sigue ahí, pero más pulido, con más melodía y unas guitarras más cercanas a los matices —siempre me ha parecido súper pretenciosa esta etiqueta pero la voy a soltar— art punk de su primer álbum. Pese a lo que pueda parecer no se trata de una pomposidad grandilocuente, sino más bien de un juego de instrumentos repitiendo el mismo patrón al unísono, dejando que todo se desarrolle con más libertad.
En esta amplia perspectiva pop ajena a prejuicios caben desde una ligera obsesión por los himnos nacionales (What’s in Store), hasta la vanguardia de lo tradicional de Meredith Monk y Joan La Barbara (Leap Year, Kaïn), pasando por esas raíces psicodélicas por todos bien conocidas (Pawing, Focus On The Beach). Bañado en una tradición pop y avant-garde que traza una línea desde los King Crimson más melódicos hasta Ariel Pink, The Big Exercise es exploratorio y pasional a partes iguales.
Mención especial para I Celebrate My Fantasy y Male Bonding. Por un lado, una excentricidad laberíntica donde los motivos e instrumentos se van sumando hasta crear un sonido arrasador y suave a partes iguales. Por el otro, una deconstrucción de garage sucio y machacón con adornos barrocos que representan el mejor resumen del sonido de The Big Exercise. No se me ocurre otra forma de acabar que con el tipo de canción que aceptaría una mandolina como arma arrojadiza.