«Puede que ahora mismo nuestro planeta sea miserable, pero existen otros mundos y otros espacios»
THE LEGENDARY PINK DOTS
A fin de conmemorar su 45º aniversario (1980-2025), The Legendary Pink Dots está lanzando Chemical Playschool Volumes 23 & 24, una memorable edición limitada solo audible en streaming desde el 3 de octubre de 2024 a través de Bandcamp. Se prevé que las copias limitadas e impresas en disco compacto (CD) y álbum digital, sean enviadas, previa reserva anticipada, a partir del 15 de enero de 2025. Este nuevo trabajo de LPD pertenece a la colección especial, Chemical Playschool, de la cual forman ya parte otros diversos volúmenes anteriores que siguen su propia numeración.
Personalmente debo admitir que, tras escuchar Chemical Playschool Volumes 23 & 24, me siento fascinado por este fantástico álbum, idóneo para ser oído con auriculares y disfrutado en diversos ambientes. Sin duda, es una obra maestra que se automejora con cada escucha y, como no, es uno de los mejores álbumes que han visto la luz este 2024.
El disco se compone de 12 temas. En él intervienen Edward Ka-Spel (voz principal, teclados, dispositivos diversos), Randall Frazier (teclados y dispositivos varios), Erik Drost (guitarra acústica, guitarra eléctrica, bajo), Quentin Rollet (saxofón, percusión) y Tom Hagerman (violín, viola, arreglos de cuerdas, acordeón). La masterización ha corrido a cargo de Ray Steeg y Peter van Vliet. La portada es un trabajo de Simon Paul.
Recordemos que The Legendary Pink Dots es una banda británico-holandesa fundada en 1980, conocida por su combinación única de psicodelia, rock experimental y música electrónica. Alrededor del vocalista Edward Ka-Spel y del tecladista Phil Knight (The Silverman), la banda desarrolla un estilo único, aunque con el paso del tiempo sufrió varios cambios en su formación.
Dentro de la formación, han colaborado artistas como Cevin Key (Skinny Puppy), el cual ha aportado una intrigante mezcla de sonidos que se han ganado el reconocimiento internacional de la vanguardia sonora. A pesar de los desafíos y transformaciones, la banda permanece aun activa, lanzando regularmente nueva música, experiencias y actuaciones en vivo.
Chemical Playschool Volumes 23 & 24, es un discazo con todas las de la ley, sobre todo para todos aquellos seguidores que aman las bandas atípicas, con sonido diferencial y que se atreven a romper bloques convencionales en pos a la creatividad y el desarrollo de nuevos enfoques. La música es, por tanto, ocio, arte, pero también investigación y atrevimiento.
Las composiciones de este Volumes 23 & 24 son una auténtica joya, con arreglos sónicos que se ambientan a base de riffs especiales y sonidos electrónicos que convierten todo el álbum en una joya, esta vez sin el apoyo del teclista Phil Knight, también conocido como The Silverman.
El álbum despega con Gone Ton Pieces, un montón de notas de gran calibre emocional que vaticinan lo que va a ser el resto del disco. Atención a temas como My House, segundo corte del álbum. Se nos muestra como una melodía sumergible y profunda que te deja pasmado.
Acto seguido, sobreviene My Basement/The Cult Of Affordable Dentits Parts 1&2, un brutal éxtasis de giros y contrapuntos al más puro estilo disruptivo y experimental. Y que decir del track Shout ‘FIRE’, que es una gozada vanguardista de corte King Crimson con un depurado desafino y distorsión marcados por ritmos candentes e hipnóticos.
El quinto desarrollo se titula Good Night, una pista donde LPD se desmarca con una impresionante lluvia de emociones que enervan a cualquier cerebro en estado de suprema embriaguez sónica. Desde la suavidad al misterio, desde el ritmo tecnológico a la fusión armónica: todo ello se amalgama en una miscelánea explosiva de múltiples narraciones.
Tras la hecatombe paranoica de la buenas noches llega la armonía vocal y rítmica de Obscure Object/Blind Faith/Boiling Point/Imposter, cuatro conceptos entrelazados e independientes que en su conjunto conforman una sola sintaxis sonora. La ambientación cósmica del vacío es patente. Se comparten diversos pasajes con una completa regresión al abismo y al renacimiento de éteres siderales y lumínicos. Son 16 minutos de profunda locura inmersiva.
Tras ello, alcanzamos Magic Word, esa palabra mágica que se convierte en una peculiar melodía de acentuadas crecidas y descensos. A ello se adhiere una percusión marcadamente retro y perversa. Las voces de Ka-Spel difuminan los cambios rítmicos y arpegiados dentro de un backgroud de ráfagas saxofonistas, de violín y destellos electrónicos.
The Note es la octava pista del álbum; otro destello de maestría vocal y melódica. Múltiples capas se solapan para tejer una telaraña de sonidos de los cuales es imposible salir. Siseos suaves, vientos fríos, aceleraciones siniestras, vuelta al principio como una elíptica sin fin.
Wandering Sprits/The Haunted Piano Room, es el siguiente surco. Agrupa notas suspendidas, flotantes como lágrimas de cristal ácidas caídas del cielo con el fin de alcanzar The Meal, la comida del espíritu errante, ese manjar sónico para saborear delicadamente a base de ritmos y revulsión electrónica. Los detalles de sonidos son una auténtica pasada.
Bajo este final distorsionante, diversas notas colgadas entre golpes de piano y voces acrílicas se alejan en el infinito, para dar la bienvenida a los extraños: Welcome Strangers, esos foráneos que deambulan por el espacio/tiempo indagando posibles respuestas ignoradas. El sonido del mellotrón recuerda los paisajes sinfónicos de King Crimson. Junto a ello, un sostén de sintetizadores krautrock como el zumbido insectívoro de un saxo voraz y unas voces femeninas que se fusionan como un plug-in sonoro. El final es una suave disolución.
Y finalmente llegamos al cierre de la obra. Cae el telón y aparece Destination, un vuelo sideral bajo formato de ingravidez drónica. La fusión de capas y niveles son los protagonistas de esta sinfonía vanguardista que recuerda a Klaus Schulze y a György Ligeti. El órgano eclesiástico plasma su presencia en algunos de los fragmentos confiriendo una tonalidad astral sin límites.
Recapitulando, la maestría de Chemical Playschool Volumes 23 & 24, se resume como un viaje sublime a través de los universos de lo inimaginable, una sinfonía arquitectónica que conduce al oyente por los rincones más insólitos y lóbregos. El alma experimenta la abiogénesis del inconsciente. Pocos discos logran socavar los cimientos anímicos como éste.
LPD es una banda que posee un arte y una imaginación muy especiales, tanto, que los convierte en una agrupación única. Son capaces de llevarte por los lugares más intangibles. Su nivel de composición es asombroso. Manejan la instrumentación con verdadero sutileza y su ingeniería y habilidad bate todos los retos posibles.
Cabe decir, además, y con plena sinceridad, que los temas de LPD nunca tienen final. Siempre están ávidos de nuevos peregrinajes, y de permanecer en constante evolución/revolución. Su música es la sangre que circula por sus venas, las eléctricas sinapsis que interconectan su sistema cerebral creativo, y el metabolismo sonoro que se disuelve en máxima experimentación y suspensión.
Son muchos años escuchando música y siguiendo a bandas de todo tipo, con grandes nombres en mi bagaje personal. En él se han enclavado hitos de máxima referencia histórica, tanto clásicos como diferenciales. Pero dentro de las formaciones más novedosas y extrañamente creativas, LPD reside en el más alto del trono, junto a Van Der Graaf Generator y Peter Hammill, así como otras de los 70 que marcaron un estilazos sin precedentes.
La música es un reflejo de parte de uno mismo y, por tanto, hay que saber valorar y atreverse con nuevas líneas de trabajo y sensaciones. Nunca olvidemos que la evolución es la base del crecimiento.