He escuchado a The Lumineers desde que tengo memoria. Aún tengo recuerdos de cuando regresaba de la escuela esuchando sus canciones melancólicas y a veces un tanto deprimentes. Ese tipo de canciones con las que te sientes identificado cuando tienes el corazón roto gracias a esa chica que tenías idealizada hasta la coronilla.
Pero no fue hasta el lanzamiento del álbum Cleopatra (2016) que la banda marcó algo en mi que hasta el día de hoy está vigente. Tal vez fue su inhabitual costumbre de relacionar sus canciones con hechos de la vida real (de sus integrantes o de vivencias ajenas) o la simplicidad acústica de sus temas (algo que valoro profundamente en un artista en un tiempo donde las exageraciones melódicas son la costumbre).
Lo que más ha destacado a The Lumineers con el paso del tiempo, ha sido su forma de contar historias. Todos, o casi todos, queremos sentir que el artistas nos cuenta algo con la canción: una experiencia, una vivencia o incluso un cuento fantástico. Esta particularidad que tiene la banda de contar las historias más profundas (reales o ficticias) es lo que me ha convertido en un fan abnegado.
Después salió III (2019) y la cabeza casi se me desprende del cuello. Fue, simplemente, una opera prima sin precendentes, mezclando en perfecta armonía entre una historia bien contada en combinación con un juego cinematográfico que parecía filmado por el mismo Christopher Nolan en persona, con una trama trágica y con un final prácticamamente inconcluso, dejandote reflexionar sobre el futuro de nuestros personajes.
Exploté ese álbum hasta el último momento. Lo escuchaba en bucle una y otra vez; a cada lugar que iba tenía los audífonos pegadosa los oídos, imaginando cada escena de la preciosa cinematografía con el pasar de las canciones. Lo escuchaba en todas partes: cuando iba de la casa a la uni, cuando caminaba entre clases, cuando iba de regreso a casa, cuando hacía las tareas… Lo escuchaba todo el tiempo. Simplemente quería desentrelazar toda aquella película hecha álbum musical.
Recuerdo que eran tiempos de lluvia, y el sonido de la lluvia mezclada con la música que salía de mis audífonos me hacían querer escuchar más. «¿Qué sigue ahora?» me preguntaba cada vez que le daba reset al álbum para escucharlo una de nuevo.
Y de repente, casi tres años después, la espera finalizó. Ha pasado un poco más de un mes del lanzamiento del último álbum, BRIGHTSIDE (2022). Tenía muchas expectativas de este álbum; una parte de mi quería una réplica de los dos últimos trabajos realizados por la banda porque habían tocado profundamente una parte de mi ser.
Sin embargo, cuando comencé a escucharlo me sentí un poco desorientado, pues aunque no esperaba un cambio radical de sus tonalidades o su música en general, sentí que las letras (lo que siempre me ha generado altas expectativas viniendo de la banda) eran difusas y que tocaban todas un tema diferente sin llegar a una conclusión, tal como sus precedesores.
No me mal entiendan, aún me considero un fanático sin remedio y creo que la banda no pierde su toque de melancolía tan característico, pero mi calificación al álbum es tan sólo una demostración de que esperaba un poco más.
Algo que puedo rescatar de BRIGHTSIDE es que me recuerda mucho a los primeros momentos de la banda, aunque con un poco menos de profundidad social en los temas. A.M. Radio es tal vez una de las mejores, dejando entre ver una historia de conducción en la madrugada con la calidez del sol mañanero disfrutando de los segundos mientras escuchas una balada matutina.
The Lumineers no pierden su esencia, y este nuevo disco nos lo demuestra; lleno de guitarras eléctricas mezclada con pianos y violines (tan leves que apenas se puede notar), pero no tan lleno de historias como las que solían contar. Tal vez se apresuraron mucho al lanzar este nuevo disco, tal vez sólo querían refrescar su música con un toque diferente al que nos tenían acostumbrados con sus dos últimos lanzamiento.
Y es que aunque le falta concepto, no le falta calidad. La producción del álbum es tan buena que la transición de una canción a la otra es prácticamente imperceptible, y esto me gusta mucho porque te deja inmerso en la música hasta que has escuchado todas las canciones.
Tal vez en esta ocasión se preocuparon más por la composición musical que querían tener en el álbum más que en la historia conceptual que querían contar, y considero que eso no está del todo mal pues algunas de las canciones tienen un transfondo profundo, tal es el caso de WHERE WE ARE que aparentemente cuenta la trágica historia de un accidente que tuvo uno de los integrantes de la banda, pero personalmente (y tal vez algunos de ustedes) esperaba un resultado mejorado de los trabajos anteriores en ese aspecto.
Sin presentar cambios exagerados pero sin perder su esencia característica que tanto gusta (lánguidos en ocasiones pero con mucha gracia para los oyentes más fieles), The Lumineers nos deja con algunas preguntas que responder con este disco, las cuáles serán siendo desentrañadas con el tiempo ya sea por la banda o por los analistas más experimentados en el asunto de encontrar significado a su música.
Mientras tanto, podemos disfrutar de los temas sin quejarnos demasido y apreciar el signifcado artístico detrás del trabajo del dúo de Denver.