Existe una tendencia en el punk actual que tiene como finalidad despachar o reírse de la hipermasculinidad más tóxica instaurada en la sociedad. Es un ideal que le ha funcionado muy bien a Idles y del que también sacan su jugo desde su nombre como banda los menos sobrevalorados Viagra Boys, un grupo sueco que quizá recuerdes porque en 2018 llenó titulares de medios de calado nacional por ser “el grupo punk que desafió el llenazo de Rosalía” en el Mad Cool de aquel año.
Aquel año publicaron su notable debut, Street Worms, y empezaron a acumular seguidores gracias a sus potentes directos liderados por el excéntrico y tatuadísimo Sebastian Murphy –es tatuador de profesión- y su uso del humor para criticar la actuación masculina en situaciones sentimentales o sociales. Una sátira que sigue muy presente en su segundo álbum de estudio, Welfare Jazz, con el que han abierto este año 2021 a través de nuevo del sello YEAR0001.
En su segunda obra, Murphy y compañía mezclan garage rock, jazz, synth punk y post punk narcótico en una especie de muestrario de los pensamientos de un hombre –en este caso Murphy- antes y después de la ruptura de una relación amorosa. De hecho, en los primeros 12 cortes del disco se aprecian conexiones claras entre canciones (This Old Dog-Secret Canine Agent o Toad-To The Country) para dar peso narrativo al concepto. Si en los primeros temas estamos ante un adicto con miedo al compromiso («I’m never gonna be the man you want me to be / I’m a rebel till I die«) y una oscura obcecación hacia los perros, en las últimas canciones encontramos a la misma persona tras superar sus adicciones (I Feel Alive) y en busca de una redención en su relación rota («And I know I don’t show it but I think that’s what I want now«).
Con un timbre vocal que por momentos, especialmente en la destacada balada To The Country, recuerda al mismísimo Nick Cave, Murphy aprovecha esta temática para lanzar versos que se pueden entender como autoreferenciales o simplemente una forma de personificar al típico ‘capullo’ en el amor como ejemplifica en Ain’t Easy. Acompaña a las letras un sonido pulcro, lo-fi y visceral que en canciones como Toad podría integrar la playlist de alguna fiesta clandestina celebrada en época pandémica en una nave industrial de, por ejemplo, Llinars del Vallès. Evoca también una cierta querencia de libertad absoluta en la creación, con interludios para hablar de ese perro que en otra vida pudo ser un “agente secreto” o el corte central 6 Shooter como frenesí jazzístico orientado claramente al directo.
Cierra el trabajo una versión-homenaje del fallecido John Prine que encaja ideal como mensaje final del álbum. In Spite Of Ourselves relata con humor una relación de dos polos opuestos que se atraen a pesar de sus rarezas y contradicciones. Amy Taylor de los australianos Amyl & The Sniffers pone voz a la chica en un tema en el que participaba Iris DeMent en su versión original.
En definitiva, Welfare Jazz es un álbum cuya satírica consciencia es la mayor de sus virtudes. La falta de canciones memorables y ‘mordiente canina’ en su conciso repertorio, Viagra Boys la sustituyen con su regusto nostálgico y añejo en la producción, así como su irónica manera de contar historias o mostrar personajes tan reales como extraños.