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WAXAHATCHEE – ST. CLOUD

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La vuelta a las raíces no suele ser una buena señal en muchos artistas. El retorno a un estilo anterior suele ser anhelado por muchos fans, sin embargo rara vez vive para cumplir las expectativas que se tenían. No obstante, la vuelta a las raíces que nos presenta Katie Crutchfield, alma máter de Waxahatchee, es un viaje al pasado de su ADN, más que un retorno a un estilo previo de su viaje musical. Abrazando los estilos musicales con los que la artista de Alabama creció, el country y folk, Crutchfield presenta en este St. Cloud uno de sus mejores trabajos —si no el mejor— hasta la fecha.

La artista reconoce que este trabajo se ha realizado con más cuidado que los anteriores,  cuidando la elaboración de las canciones, e incluso esperando a la disponibilidad de los músicos que Crutchfield consideraba los adecuados para sus temas. También admite que se trata de un disco que ha realizado tras «haber sentado la cabeza», encontrando una estabilidad y tras dejar la bebida. «He empezado a rechazar la idea de que necesitas vivir tu vida de forma torpe y ser un gran desastre para poder escribir cosas interesantes o emocionantes», admitía en una entrevista a Pitchfork. Es por esto que quizás el disco transmita una sensación de paz, tranquilidad y sobre todo mucha familiaridad.

Esta temática incluso puede verse en algunas de las letras del álbum. Oxbow, por ejemplo, el tema que abre el álbum, habla de la decisión de Crutchfield sobre empezar a cuidarse más y tener una vida más tranquila. En lo musical es quizás la canción que más difiere con el estilo que se puede encontrar en el resto del disco, pero resulta interesante y despierta el interés por el trabajo restante.

En Can’t Do Much o The Eye, la artista habla de su relación con el también músico, Kevin Morby. La necesidad de querernos a nosotros mismos y de aceptarnos es el tema central en Fire, una de las canciones destacadas donde la instrumentación queda casi relegada a un segundo plano y destaca sobre todo la magnífica actuación vocal de Katie Crutchfield.

Quitando del tema introductorio, el resto del disco presenta un sonido country más tradicional. Katie Crutchfield cita a Lucinda Williams como una de las influencias principales de este disco, y la verdad que ésta es bastante palpable. Las guitarras —y sobre todo— los órganos son los que ayudan a construir esta atmósfera familiar. Los mejores ejemplos de esto son Hell —canción influenciada por Dolly Parton— y War,  cuya temática son las batallas internas que tenemos como personas para ser mejores.

Pero no todo el disco es tan literal y claro. Es la última canción, la que da el nombre al disco, la que presenta una letra más poética. La que la instrumentación queda casi completamente delegada a un segundo plano —apenas constituido por órgano y rasgueos de guitarra— para destacar la voz de Crutchfield. Se trata de una reflexión más general, menos centrada en las experiencias de la artista, sobre la soledad.

Si bien se trata de un disco profundamente personal, Waxahatchee ha conseguido con este disco acercarnos su verdad y sus vivencias de una forma que es muy fácil identificarse con ella porque al final estas experiencias forman parte del hecho de ser humano. Es quizás el mayor encanto que presenta este disco, la sensación de estar en casa, donde podemos ser nosotros mismos y donde buscamos ser mejores. Este es el triunfo de Katie Crutchfield en este St. Cloud.

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