Fotografías: Alejandro García-Cantarero
Puede ocurrir con las cartas de tarot, con la religión o con otras creencias más o menos aceptadas popularmente: el destino de cada uno puede estar inevitablemente ligado a cuestiones no terrenales. Las canciones y el arte a veces también indican el camino a seguir cuando las dudas atenazan una forma de vivir o de sentir. Chica Sobresalto ha vivido en pocos años una serie de cambios tan radicales que los altibajos han terminado por adquirir mucho protagonismo en su día a día. El éxito, la repercusión mediática y la responsabilidad de cumplir con las expectativas han hecho que Maialen Gurbindo haya estado más de una vez en la cuerda floja, con ganas de abandonar y alejarse de lo que realmente es el sueño que tenía desde niña: vivir de la música.
Antes de dar forma a Oráculo (2023), su segundo larga duración, a la artista navarra le asaltaron las inseguridades hasta el punto de plantearse dejarlo todo. Pero no era la primera vez que ocurría, y no está mal admitirlo y arrojar cierta luz sobre esto. Somos personas con aristas, con imperfecciones físicas y emocionales, con miedos, con sombras… y quizás el éxito sea convertir eso en una virtud, enderezar el camino y aprender a convivir con uno mismo.
En las nuevas canciones de Chica Sobresalto hay mucho de esto. En su maravillosa y completísima edición física, el disco viene acompañado de un libreto con diversos textos y explicaciones de cada una de las canciones. Es así como este trabajo se puede entender de manera más global, conociendo mejor a su autora y comprendiendo que la honestidad que desprenden sus composiciones tienen mucho que ver con Maialen, la persona que realmente siente y vive detrás de este proyecto musical. Estuvimos hablando con ella a corazón abierto, intentando completar un poco más ese puzzle tan fantástico que es Oráculo y constatando que cada una de las frases que encontramos en estas canciones nace de las entrañas y del alma de una persona repleta de verdad.
Sinapsis salió hace dos años. Un disco en el que hacías un ejercicio de sinceridad y de personalidad muy grande. Ahora llega este Oráculo y das un pasito más en esto. Se percibe que te has quedado a gusto.
Sí, es que decidí que iba a intentar hablar más claro porque creo que lo otro no lo entendía nadie. La prueba es que mi bajista, que no se aprende las letras nunca, me dijo: «Esta vez entiendo las letras y me las estoy aprendiendo». Así que pensé que eso era buena señal [risas].
Es como si hubieses puesto todas las cartas sobre la mesa. Cuando en un primer disco hablas de ti misma y en un segundo lo haces de una manera aún más explícita, ¿no da cierto miedo haber soltado todo y pensar que de aquí en adelante tienes que seguir contando cosas?
Ahora sí me da cosa. Con el primero no me pasó, porque desde que lo escribí hasta que salió pasó muchísimo tiempo. Yo ya tenía el disco hecho, luego pasó lo de Operación Triunfo y después lo sacamos. Como fue una época bastante catártica para mí, no tenía esa sensación. Ahora sí que la tengo, y he vuelto al mood de «no voy a componer nada nunca más…» [risas].
Cuando conozco discos hechos de esta manera, con un peso tan grande del concepto que hay detrás, siempre me pregunto lo mismo, ¿qué llega primero, el concepto y lo que quieres contar o las propias canciones?
Yo es que estaba intentando hacer gimnasia compositiva, que mucha gente que compone muy bien me había dicho que había que hacerlo todos los días. Es decir, no sólo ponerte a componer cuando viene la musa, que es lo que yo he hecho toda la vida. Entonces dije: «Voy a buscar algo que me dé temáticas para jugar» y un día, en casa de mis padres, encontré la baraja del tarot y saqué cartas para jugar. Además, hacía años me habían sacado la carta de «La Torre», así que de repente, me flipó el concepto y dije: «Voy a hacer canciones con el tarot». Luego me aburrí del tarot y dije: «Pues me invento un oráculo». Esto me pasa mucho, que elijo un concepto y luego me siento muy atrapada en él e intento abrirlo porque si no, no puedo seguir.

Si la gente conecta con mis canciones es porque le incomodan las mismas cosas que a mí
Me he leído el libreto completo y, antes que nada, me gusta mucho que la honestidad que hay en estas canciones y textos esté también en los agradecimientos. Te agradeces a ti misma, porque te lo mereces. Buena manera de saldar una pequeña deuda contigo misma.
Me he dado cuenta de que no me lo merezco por hacer cosas buenas en la música, porque hay mucha gente que hace cosas increíbles y yo no considero que me merezca nada en especial, pero agradecerme a mí misma el curro que hago, sí que me parece chulo. En algunas clases de yoga que he dado, pedían que te agradecieras el tiempo que te has dedicado a ti misma. El disco me parecía que era una macro clase de yoga, porque es algo que he hecho para mí y por mí lo primero. Por eso me lo quería dedicar.
Después de los agradecimientos está el prólogo que ha escrito Ana Medina. En él habla de autoconocimiento, de autoconcepto, de autodescubrimiento. Supongo que este es un proceso complicado y me ha gustado que Ana destaca cómo tus luces y tus sombras han hecho «match» en estas canciones. ¿Has encontrado el equilibrio con este disco?
Sobre todo creo que me he dejado de machacar por las sombras, porque creo que todo el mundo las tiene y que no pasa nada por tenerlas. Yo, sobre todo, veo mis sombras muchas veces en la profesión, en las envidias, en la competitividad… Es que es complicado, y a veces te haces una coraza que puede parecer frialdad, pero en realidad es algo que necesitas para protegerte. Antes de ir a OT yo era mucho más confiada e inocente, y me he machacado mucho para dejar de serlo en algunos aspectos… Creo que lo necesitaba. También la terapia ha ayudado a aceptar un poco las sombras.
Dices que este disco lo escribiste desde el miedo, desde el pánico y el terror. Cuéntame un poco cómo eran esos temores y a qué se debían.
Digamos que nunca había hecho canciones estando viviendo por completo de la música, teniendo un equipo detrás, porque Sinapsis ya estaba compuesto, excepto Fusión del núcleo y la segunda parte de Selección natural. Entonces, me empecé a cagar muchísimo y me entró un síndrome de la impostora en el cual ni siquiera creo en ese síndrome, sino que creo que soy una impostora y punto. Me cagué muchísimo de miedo y me encerré a tal nivel que sólo me relacionaba con mi banda, con Diego Arroyo [Veintiuno], porque me daba clases de piano, y con mis compañeros de piso. No hacía absolutamente nada más. Entonces empecé a entrar en un bucle en el que no podía más y tuve muchísimo miedo, pensando si no iba a funcionar, la inversión económica, la banda, etc. Me cagué viva.
En este disco pasas de la ciencia de Sinapsis a la mística, a lo esotérico, a lo mágico. Y en ambos disco estás tú. ¿Qué parte tienes tú de real o pragmática y qué parte de mística?
A la hora de la verdad, soy bastante lógica, aunque no lo parezca en un principio. En todas las cosas que tienen que ver con mi curro o con cosas más serias de la vida, soy así. Pero luego, en mi día a día, voy con el tarot, con el oráculo… me encanta para darle un color distinto a mi vida, aunque luego, a la hora de la verdad, tire más por lo lógico. Siempre digo que me gustaría creer más de lo que creo, porque me hace la vida más bonita y más fácil incluso.
Dices que Oráculo nace porque crees en la idea de que las canciones predicen el futuro y también por la necesidad que tienes a veces de creer en algo que guíe tu destino o tu futuro. Visto de esta manera, y escuchando las canciones y todo lo que cuentas, creo que este disco puede servir a mucha gente para este propósito. Hablas de temas muy potentes y puede que haya gente que lo utilice como terapia o como guía.
Ojalá. Eso me fliparía porque es algo que yo he hecho siempre con la música de la gente que me gusta. Al final son cosas que me incomodan a mí y supongo que hay un grupo de gente a la que quizá también le incomoden esas mismas cosas. Lo veo siempre en los conciertos, cuando me quedo al final a saludar a todo el mundo, y veo gente con la que tengo muchísimas cosas en común. Me hago amiga de mucha gente que viene a los bolos y eso es porque, si han conectado con las canciones, le incomodan las mismas cosas que a mí.

Me emociona mucho que, tocando los mismos acordes con la guitarra y con el piano, salgan melodías diferentes
El disco se abre con Testamento de una decepción. Un tema muy confesional para empezar. ¿Por qué decides empezar con algo tan sincero y, a la vez, tan duro? Además la canción acaba con un «¡Hala!», como que te quedas a gusto.
Esa canción además, le dije a Santos & Fluren, los productores, y a la banda, que quería dejarla así. Esta producción la hice yo en mi casa, que no tengo ni idea de producir y el programa lo manejo lo justo, pero sí que quería que fuera así, que no tuviera nada más. Era como que con la racha que llevo, pensando que lo quiero dejar todos los días, no quiero venderle la moto a la gente de que hago un disco y estoy súper segura. Entonces voy a abrir el melón en la primera canción, voy a dejar lo que sería mi testamento, que es que no estoy segura absolutamente de nada y que no pasa nada por querer dejarlo. Quería ser honesta y punto [risas].
A mí me parece una manera muy bonita de hacerlo.
Se me ocurrió un día conduciendo: «¿Te imaginas que me choco contra el quitamiedos?, ¿En quién me reencarnaré? En alguien a quien le apetezca ser funcionario» [risas]. Me apetecía que fuera así, aunque pensaba: «¿Cómo voy a hablar en la primera canción de suicidarse?». Pero dije: «Mira, es lo que te ha salido y ya está».
Como has comentado antes, La torre fue el origen de todo. Aunque lo cuentas muy bien en el texto que acompaña esta canción en el libreto del disco, igual no todo el mundo tiene acceso a él, así que cuéntamelo ahora.
Son unas cuantas cosas que, de repente, en mi vida se juntan y se crea un momento puzzle. Para mí es como si hubiera descifrado el final de una peli, cuando te das cuenta de quién es el malo antes de que lo digan. Tuve esa sensación al tener la idea del concepto. No es una cosa que tuviera presente todo el rato, pero con 17 años me echaron las cartas y me salió «La Torre». A mí me pareció súper destructivo y súper horrible, me emparanoié durante mucho tiempo con esto y después se me olvidó.
Cuando estaba en Operación Triunfo, el edificio que había delante de la terracita donde salíamos a fumar o a estar un ratito era el Hospital del Tórax de Tarrasa, que nos contaron que la gente se acabó tirando de allí de cabeza… como una historia un poco tétrica. Entonces, cuando estábamos dentro, con cero contacto con el exterior, nos dijeron de repente que había COVID y que nos teníamos que ir a casa.
En ese momento a mí se me explotó una burbuja terrible, me salí fuera sola porque no podía procesar lo que estaba pasando, miré el hospital y me acordé de «La Torre». Ahí pensé: «Esto es lo que me salió con 17 años, que mi vida se iba a ir a tomar por culo, que iba a tener que construir todo desde cero, etc.» En ese momento me volví muy loca y para mí fue como una revelación.
Luego ya vino lo del tarot que te he contado al principio, pero fue después porque me olvidé de «La Torre» por completo, hasta que volví a verlo en casa de mis padres, estaba con lo de la gimnasia compositiva, asocié y dije: «¡Boom! Este es mi concepto».
Cuéntame cómo es eso de la gimnasia compositiva.
Nos lo dijeron varias personas que nos daban clases de composición en OT, que es una de las mejores cosas que me pasaron allí. Me lo dijo Zahara, me lo dijo Diego Arroyo… gente que me encanta cómo compone. Y yo, cuando alguien me dice que haga algo, voy a ello, aunque luego haga lo que me dé la gana [risas]. Sí que es verdad que cuando me dan un tip para mejorar voy a muerte con ello.
¿Crees que has evolucionado compositivamente gracias a eso?
Mucho. Gracias a eso y al piano, porque yo con la guitarra hacía lo que llevaba haciendo desde los 15 años, y había cogido muchísimos vicios que sabía que me funcionaban, pero todo me sonaba igual. Y al coger el piano, que la armonía se ve de una forma muchísimo más clara, he podido empezar a controlar lo que hago. No toco bien el piano, pero construir acordes es algo sencillo. Y sentarte todos los días, al final, obviamente hace. Mi mánager, Alén Ayerdi, siempre me dice que la suerte te tiene que pillar trabajando y creo que con la inspiración pasa lo mismo, que te tiene que pillar currando.
Precisamente, Zahara es otro ejemplo de búsqueda de nuevas formas de componer, ahora con los sintetizadores, por ejemplo. Al final, lo que estás haciendo es una manera de evolucionar muy interesante.
Es divertido porque pasan cosas distintas y también algo que me ha sorprendido mucho es que salen melodías súper diferentes. Esto me sorprende porque, tocando los mismos acordes con la guitarra y con el piano, de repente las melodías son diferentes. Eso me ha emocionado muchísimo.

Mientras componía este disco, nada de lo que estaba haciendo me parecía suficiente
La estrella es una canción que habla de los sueños que tenías de niña y de esas voces que siempre desaconsejan dedicarse a esto. Tú desde pequeña tenías claro a lo que querías dedicar tu vida y lo intentaste de muchas maneras. Desde que empezaste has tenido varios altibajos en los que te planteas que no vales para esto. ¿Cuántos momentos ha habido en los que hayas estado a punto de desistir de manera definitiva?
Justo antes de OT, que yo estaba ya totalmente colapsada porque no sabía qué había que hacer para tirar esa pared que no conseguía tirar. Justo cuando vi el casting de Operación Triunfo estaba en ese momento y recuerdo una conversación con mi aita, con mi padre, paseando al perro, que le dije «Aita, estoy mirando oposiciones porque no puedo más», y mi aita: «Es una pena… Pero bueno, siempre puede seguir tocando, una cosa no quita la otra». Pero claro, al final yo pensaba que es totalmente incompatible tener un trabajo a tiempo completo y hacer esto. Esa ha sido una de las veces que más lo he sentido y creo que OT me salvó de ahí.
La otra ha sido componiendo este disco. Por eso lo de la intro del testamento, porque fue como «voy a decepcionar a toda la gente que sí que ha creído en mí, pero es que yo ya no creo, así que no entiendo qué estoy haciendo».
¿No creías en ti porque no te salían canciones que te emocionaran?
Nada de lo que estaba haciendo me parecía suficiente. Yo me emocionaba componiendo, pero no me parecía suficiente. El hecho de componer sin enterarme de lo que estoy haciendo, sin que me suponga un esfuerzo… siempre digo que soy compositora accidental. Veo a personas que componen sabiendo lo que están haciendo, con muchísima cultura musical, con muchísimos conocimientos de armonía, y yo no. Entonces pienso: «No tendré que hacer esto porque todo es accidental. Me han cogido en un programa de la tele, por eso estoy aquí, y si no estaría en mi casa. Realmente eso significa que no tengo tanto talento porque si no hubiera saltado la liebre de otra manera».
De eso me convencí yo sola y lo he pasado mal, hasta que un día mi psicóloga me dijo: «¿Por qué algo que te gusta hacer, que haces sin querer y que parece que a la gente le gusta, no puede ser válido?, ¿Por qué crees que las cosas te tienen que costar esfuerzo?» Esa cultura, un poco católica, de que para conseguir algo grande hay que sufrir. Por eso creo que he estado también un poco en el abismo.
¿Se parece Chica Sobresalto a la artista que la Maialen niña proyectaba en su mente e imaginaba?
¡Sí! Y me hace gracia porque no lo había pensado nunca. Chica Sobresalto se parece más a la Maialen niña que a la Maialen adulta. Chica Sobresalto se atreve, no le da palo, cree en sí misma… por eso me la inventé. Y la Maialen niña era así. Por eso, ahora que lo pienso, están bastante unidas.
El milagro es una canción que habla del amor, en todas sus vertientes. La letra viene de un texto que escribiste del tirón en el coche. Aunque has dado antes algunas pinceladas, aprovecho para preguntarte por tu proceso creativo. Dices que eres un poco caótica y por eso haces gimnasia compositiva, pero a día de hoy ¿cómo eres tú como compositora?
Me he ido ordenando, en parte gracias a Zahara, porque creo que ella tiene una cosa muy guay y es que es muy honesta escribiendo, es muy visceral en lo que dice, se nota que lo dice de verdad y que todo nace de las tripas, pero al mismo tiempo todo tiene mucha coherencia. A mí lo que me pasaba es que yo lo hacía desde las tripas, pero me ponía a escribir una canción con lo que estaba sintiendo en ese momento y lo hacía sin pensar. Ella dijo que siempre tiene unos brutos y que va a escribiendo en ellos, pero esos brutos tienen nombre y apellido. Entonces ella, depende del momento en el que esté, va escribiendo en un lugar o en otro.
Así que dije: «Si lo dice Zahara, ahí que voy» [risas]. Así empecé a escribir por temáticas y, aunque todo me estuviera ocurriendo a la vez porque paso de una emoción a otra, de un segundo a otro, tanto que a veces hasta me asusto, tenía diferentes vertientes de mi forma de sentir las cosas. Entonces, si estaba cabreada con cierta cosa o estaba enamorada de cierta cosa, podía elegir dónde escribir.
Es como que vas clasificando todo.
Eso es. Es clasificar, totalmente. Y luego con esas letras, me siento con el instrumento. Esto sí que lo he hecho siempre así, intento que las melodías nazcan de la letra junto a la armonía. Componer una armonía y luego meter letra me suele salir peor, porque hago cosas un poco extrañas que creo que no fluyen tanto. Sí que me pasa que, de repente, lo que quiero decir no me cabe en los compases exactos que debería tener… Pero bueno, hay canciones que también hemos dejado así, como El desorden, que como se llama El desorden, me lo he permitido, no he cuadrado los compases. Pero sí, creo que ahora mismo soy más ordenada, dentro de que sigo siendo caótica.


Hay veces que necesito desconectar de mí misma
Al final en todo proceso artístico es difícil parar y darlo por terminado, siempre parece que se puede mejorar. ¿Te cuesta a ti cerrar las canciones?, ¿Cuándo te das cuenta de que hay que dejar de darle vueltas a una y darla por cerrada?
Yo normalmente tengo que alargar. Me pasa que, como soy tan volátil con las emociones, podría hacer 27.000 millones de canciones de un minuto cada una, que es lo que hago con los Retales, las cancioncitas que vamos regalando con los pre-saves, por ejemplo. Entonces tengo que tirar del hilo para seguir hablando de algo. Encima soy muy sentenciadora con lo que escribo y, de repente, digo: «Ya está. Ya lo he dicho, no quiero repetirme. A otra cosa». Mi cerebro funciona así, y no puede ser porque hay que tener paciencia, sentarse, arreglar las cosas…
La monogamia es una canción que has hecho con Celia Becks. Al margen de lo que trata la canción, que es bastante claro, cuando hablas de ella en el libreto dices que es una canción un poco de venganza y afirmas que ese sentimiento es el que más te mueve. No es muy común admitir que alguien se mueve por venganza.
Cuando hago canciones, lo que más siento es que me estoy vengando. Por ejemplo, cuando compongo La torre siento que me estoy vengando de esa circunstancia, de haberme sentido así… Con La monogamia, lo mismo. Cuando me he sentido oprimida o he sentido que se me juzga por cosas que creo que no se me debería juzgar… como es mi canción, ¡me vengo de lo que quiero! [Risas]. Es verdad que cuando estoy triste por algo y hago una canción sobre eso siento que me estoy vengando de la situación y de mi sensación.
¿Y de ti misma también te vengas?
También, también. Me tengo mucho paquete a veces, me tengo manía. Hay veces que necesito desconectar de mí misma y es cuando me pongo a jugar a la Play o intento hacer algo que no me haga pensar. Es como que esta narradora interna me está volviendo loca, no me cae bien [risas]. Me gustaría ser más genuina y hacer las cosas o hablar con la gente sin pensar, porque a veces analizo mucho y encima lo hago mal. Por eso a veces me cuesta relacionarme con la gente.
En El desorden hablas de todas esas cosas que se supone que debemos hacer, que la sociedad nos exige y que, al fin y al cabo, eso depende también del punto de vista que se tenga. Dices que ser honesta y real está de moda, pero siempre que se haga como los demás esperan. ¿Te sientes incomprendida en la vida moderna o eres tú la que no la entiendes?
Creo que soy yo, porque el problema no va a ser todo el mundo menos yo. Sí que me siento incómoda con muchas cosas que están relacionadas con la vida moderna. Más que nada, lo que me molesta es que ha habido una corriente desde hace unos años en la que se habla de salud mental y de muchos temas que estaban invisibilizados, pero me da rabia que siempre se vean desde la perspectiva en la que se vende. Quiero decir que tú hablas de salud mental y hablas de depresión, por ejemplo, y es algo que está bastante aceptado, pero si hablas de un brote psicótico, no. Que una persona que está delgada hable de un TCA, está aceptado, pero que una persona gorda hable de TCA, no.
Me molesta que tú me estés vendiendo una verdad que yo me voy a creer solo porque tú me estás diciendo que es verdad, porque si de repente yo no encajo en eso es peor que no encajar en una vida ficticia que te venden la redes. Te están diciendo que es verdad y tú te vas a rayar el triple. Es una tontería, pero yo lo comparo con el «make-up no make-up«. Me estás vendiendo que no te echas nada, pero en realidad usas 27 potingues y eso me parece peligroso para la salud mental de la gente.
Me identifico mucho con eso que dices de que odias la gente que no piensa como tú. A mí eso muchas veces me genera muchos conflictos internos porque, al fin y al cabo, la mayoría estamos seguros de que pensamos de la manera correcta.
A mí esto me pasa mucho, pero creo que lo he mejorado. Mis padres me lo dicen muchas veces, y una amiga también me lo dijo una vez, que sentencio mucho. Y eso es verdad porque yo, por ejemplo, soy vegana, me considero animalista, y no me entra en la cabeza que la gente coma carne, y cuando veo hacerlo mi cerebro, sin querer, está juzgando. Es algo de mí que no me gusta nada y que seguiré trabajando.

Creo que el hogar es el «automaternaje»
El hogar empieza con esta frase: «Me he obsesionado con construir un hogar, en lugar de buscarlo dentro de mí». Casualmente, hace poco estuve hablando con Valeria Castro de su disco y la palabra «hogar» salió mucho, y las diferentes maneras de entender esa palabra. ¿Qué es para ti un hogar?
Es como el aprendizaje que he hecho en estos últimos años y ahora mismo, aunque no lo he conseguido del todo, creo que el hogar debo de ser yo. El hogar yo lo tengo muy relacionado con mi madre. Ella es camarera y a veces llegaba de currar súper tarde, y yo no me podía dormir hasta que llegaba. Para mí esa era la sensación de sentirme acogida y en casa.
Entonces, un día Paula, mi psicóloga, me dijo un concepto muy guay porque yo por las noches tenía muchos miedos a cosas absurdas, y me dijo que eso son miedos de la infancia, que por lo que sea yo no he gestionado, y me enseñó el concepto de «automaternaje». Me pareció precioso porque hace referencia a qué te diría esa voz interna que tienes. Cuando pasas a ser adulta, se trata de ser tú tu madre y que esa sensación de acogida y de abrazo te la sepas dar tú. Por eso creo que el hogar es el «automaternaje». Y mi perro, claro, eso siempre.
Quizás un hogar no se construye deliberadamente, sino que se va creando con el tiempo y no siempre depende de nosotros. Tú lo intentaste en Madrid y dices en el libreto que seguramente nunca hayas estado tan triste como durante esos dos años.
Sí, porque sentía que no paraba de fallar. Yo iba cambiando de piso o haciendo diferentes cosas para encontrarme mejor, teniendo las ganas de hacerlo, y todo el rato sentía que estaba fallando. Para mí fue como un desengaño con la vida, porque no había salido de Pamplona nunca. Tenía un trabajo que no es que no me gustara, sino que era duro y las condiciones son fatales en el convenio de la limpieza y de las monitoras de comedor, pero vivía en una burbujita bastante feliz.
Entonces se me junta en el hecho de entrar en esta industria sin tener ni idea y dando un salto mortal, con irme a una ciudad grande en la que no tienes a tu familia y a tus amiguis ahí al lado. Yo siempre he conocido a mis vecinos, iba al pipican con mi perro y conocía a la gente de allí… y esto de repente se pierde, la gente me ve cara de provinciana y de pringada… Entonces estaba muy triste todo el rato. Es curioso, porque fui a La Resistencia, a la gala de Nochevieja de TVE, pasó con Fusión del núcleo algo que no creo que me vuelva a pasar nunca… y no estaba contenta. Y encima me sentía culpable por no estarlo.
En El juicio hablas de cómo somos juzgados constantemente por los demás y, sobre todo, por nosotros mismos. Hay una línea muy fina entre la autoexigencia positiva y la forma en que tendemos a exigirnos cosas solo para acercarnos a lo que se espera de nosotros. ¿Cómo eres capaz tú, a día de hoy, de gestionar esto para poder diferenciar y separar ambas formas de exigencia? Es dura esa frase: «Cómo asumir que aquello que más me hace sufrir está sólo dentro de mí».
Es que muchas veces, cuando alguien se mete contigo en la redes, por ejemplo, o alguien piensa algo de ti que no te gusta, realmente te está tocando una herida que tú tienes. Yo voy ahora por la calle y alguien me grita «¡gilipollas!», y me da exactamente igual, pero si de repente alguien me escribe para decirme que ese collar que lleva mi perro es de maltrato (esto me ha pasado, eh), yo ahí sí que me altero porque es algo que me da miedo y que yo me esfuerzo muchísimo en ser una buena dueña para Murphy.
Esa es una herida que tengo yo: el no ser suficiente. Así que yo creo que en el momento que yo esté cómoda conmigo misma, lo que digan los demás me va a dar exactamente igual. Pienso que las envidias son un indicativo de algo que tú crees que te falta, por eso creo que realmente es mejor curar dentro que estar preocupada o justificándote o sacando las uñas por lo que están diciéndote. Yo cuando me agobio mucho pregunto a alguien con quien tenga confianza. O sea, yo he mandado audios en plan «hola, necesito que me digas si soy mala persona por esto».
En El lío pones en valor el hecho de estar contigo misma, de no necesitar a nadie más ni a nivel físico ni a nivel emocional. ¿Recuerdas el momento en el que por fin te das cuenta de esto?
Sí. Estaba en una lucha interna bastante heavy de aprender a estar sola. Yo siento que cuando te quedas en silencio, sin tele y sin nada, lo que ocurre es que tienes conversaciones contigo. Entonces, cuando te caes fatal intentas cubrir ese silencio a toda costa. El caso es que me empiezo a quedar bastantes veces sola en casa, porque mis compis de piso trabajaban muchísimo y yo estaba en plena composición, y de repente empiezo a sentir que estoy a gustísimo. De repente, tenía una sensación de decir: «Esto quiero conmigo siempre porque esta sensación es mejor que la que tengo con nadie».
Así que quería poner en valor esto y, de hecho, esta es la única canción que he compuesto con la guitarra, porque tiré a mi zona de confort, sin pensar en nada, empecé a tocar el riff sencillito que se repite en toda la canción, y estaba a gustísimo.

Lo que más me gusta de hacer canciones es cuando veo las piezas juntarse
En Poquita cosa, de manera irónica pero muy directa, hablas de algunas de esas cosas por las que tú misma te has infravalorado. La hiciste con Diego, de Veintiuno, cuéntame cómo fue ese proceso de componer a medias una canción que habla de algo tan personal.
Es gracioso porque es muy yo el concepto, pero en realidad se le ocurrió él. La verdad es que no tenía mucho sentido hacer la colaboración con Veintiuno porque habíamos hecho Nudes hacía relativamente poco, pero como me estaba dando clases de piano y estaba todo el rato ahí, me parecía absurdo no hacer una canción con él. Encima Diego tiene el don de los estribillos y de las melodías luminosas, que creo que es algo que a mí me falta, aunque él dice que es porque no quiero, pero de verdad que no sé.
Al final he conseguido que el disco no fuera muy oscuro, pero como me daba miedo que lo fuera, dije: «Si hago una canción con Diego seguro que le da un punto de luz». Y justo me dice: «Llevo tiempo dándole vueltas al concepto de ser poquita cosa» y yo hacía nada que me lo había quitado de la biografía de Instagram porque mi psicóloga me lo había recomendado. Así que nos pusimos cada uno a escribir estrofas en las que decimos por qué nos sentimos poquita cosa. Ahí sí que se nota que lo que canto yo lo he escrito yo y lo que canta é lo ha escrito él, porque lo suyo rima, es bonito… [risas].
El ser asimétrica a mí me ha afectado mucho, hasta el punto de que estuve pensando en ponerme un hilo tensor en la ceja, por eso también quise hablar de eso. Era como «claro, ¿a mí cómo me va a escribir una marca si tengo la cara al revés?» [Risas]. Yo estuve un tiempo diciendo que tenía la cara desordenada. Por eso me apetecía hablar de esas tonterías, que realmente no lo son tanto. Otra cosa, por ejemplo, es la moda de «tus amigas son lo más importante». Yo claro que tengo amigas, pero muchas veces me encuentro con dificultades para relacionarme o no me gusta salir de fiesta y me encuentro sola, y eso es algo que también creo que hay que normalizar.
Parece que con este disco te has reconciliado bastante contigo misma.
Con muchas cosas sí. Tengo hilos pendientes y mucha gente con la que tener conversaciones aún, pero he aceptado que soy así, que hay cosas que podré ir trabajando. Es quererse pese a todo e intentar entender a esa voz interna que te cae mal.
El disco se cierra con La muerte (en Twitter), un tema que habla de afrontar miedos y en el que incluso hablas de una enfermedad que tienes. Una vez más hablamos del autoconcepto, como en muchas canciones del disco. Dices que «hay una línea muy delgada entre quién soy y quién queréis que sea». ¿Crees que te estás acercando definitivamente a quién eres y alejándote de quién queréis que sea?
Esta canción la hice antes del concepto y de absolutamente todo. Es muy cercana a Sinapsis y no iba a entrar en el disco. Se llamaba Muerte en Twitter porque cuando salí de OT me di cuenta de que en pequeñas cagadas que tuve la gente se me tiraba encima. Ahora es mucho más fácil porque no me pasa esto, pero en ese momento yo me sentía muy incómoda en ese foco. Lo agradezco muchísimo porque si no, no estaría donde estoy, pero yo estaba muy incómoda. Aunque comparada con la de otra gente mi exposición no era gigante, el hecho de que cualquier cosa que yo hiciera diera para un titular, a mí me incomodaba mucho.
Esta canción me parece una manera muy acertada de cerrar el disco, como dejando claras algunas cosas, dando un portazo y marchándote.
¿Ves como es venganza total si lo piensas bien? [Risas]. Efectivamente, es así. Cuando cierro la puerta, lo que tenía que hacer lo he hecho. Si no sale bien, adiós. Me perdono por no aguantarme a mí misma porque tampoco quiero estar empoderada todo el rato, y empiezo el disco diciendo que lo quiero dejar y acabo diciendo que me perdono por quererlo dejar. Acaba con muerte y empieza con testamento, así que es como cerrar el círculo. Es un rompecabezas que a mí me flipa, es lo que más me gusta de hacer canciones, cuando veo las piezas juntarse.
Incluso en el libreto cada canción está relacionada con una carta que contiene una serie de frases y prácticas para afrontar cada una de las situaciones que planteas. Dices que es un juego, pero hay mucha reflexión detrás de todo esto.
Realmente es un poco chorrada. Te voy a confesar que ayer leí las «predicciones» [así se llaman en el libreto las frases y prácticas que desarrolla], porque hacía mucho que no las leía y estaba haciendo vídeos, porque habrá un QR para la gente que no tenga el libreto, y me parecía todo una mamarrachez [risas]. De repente no me gustó nada, pero ya está hecho [risas].
A ver, realmente lo que he puesto ahí son los aprendizajes que yo he hecho con cada canción. Obviamente no creo que nadie se lo vaya a tomar en serio, pero quién sabe…