Sáb 15 febrero 2025

¡NO TE PIERDAS!

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Coque Malla: «Esa muerte en vida que para mí supone la rutina es lo que ha generado el espíritu del disco» (2023)

Fotografías: Alejandro García-Cantarero

El paso del tiempo y la edad van pesando cada día más, y la perspectiva de la muerte (y por tanto de la vida), empieza a cambiar, a verse de otra manera, más cercana quizás, más real que cuando uno es más joven. Es de ahí de donde parte todo el imaginario conceptual de Aunque estemos muertos (2023), el nuevo disco de Coque Malla. Un trabajo que exige al oyente, que puede que no entre a la primera escucha, pero del que es muy difícil salir una vez uno está inmerso en él. Hay muchas novedades en las nuevas canciones del músico madrileño, tanto a nivel instrumental como lírico. Y es ahí donde radica una de las grandezas del álbum y de la propia carrera de Coque: ser inconformista con uno mismo, evitar la comodidad y alejarse de toda fórmula preconcebida de éxito.

Dice Coque Malla que todos sus discos tienen algo de cinematográfico y que seguramente este sea el que más claro lo demuestra, sobre todo a nivel narrativo. Escuchándolo de principio a fin y en el orden que su autor ha dispuesto, Aunque estemos muertos es un pequeño viaje por todas las inseguridades y miedos que él mismo ha tenido en los últimos años, y su banda sonora es evocadora y sugerente, plagada de atmósferas inquietantes que encajan a la perfección con el concepto del álbum y que transitan por un universo muy personal y sobrecogedor.

Aunque estemos muertos es un disco plagado de luces y sombras, como la naturaleza humana o la del propio Coque Malla, aunque en su caso, a pesar del tono de muchas de las canciones, las luces dominan su vida en la actualidad. Feliz en lo familiar, en lo sentimental y en lo profesional, de hecho ayer mismo recogió el Premio Ondas a la trayectoria musical y en pocas semanas arranca una gira cargada de fechas, Coque dibuja en este trabajo un retrato de su forma concreta de vivir y afrontar lo que es y lo que será. Aquí hay mucha reflexión, pero también hay incertidumbre y cierto miedo a mirar a un futuro no tan lejano. En esta conversación hablamos de muerte, pero sobre todo hablamos de vida, de querer vivir y de plantearnos el lugar que ocupamos en este largo camino que es nuestra propia existencia.

Hace un año que despediste la gira El último viaje del astronauta gigante. La verdad es que muchos pensábamos que tardarías más en regresar, pero ya estás aquí con disco nuevo bajo el brazo.

Es posible que yo también pensara que iba a tardar más en regresar.

Aquella gira vino después de la publicación de un completísimo recopilatorio, El astronauta gigante (2021). También salió el documental de Lasdelcine, Jorge. Una travesía de Coque Malla (2022). ¿Todo esto ha supuesto, de alguna manera, el final de una etapa y Aunque estemos muertos es el comienzo de otra?

Posiblemente, sí. Siempre se habla de eso y creo que es un argumento un poco cansino, pero es verdad que en este caso, desde luego, algo se cierra. Primero se cierra, aunque no creo que para siempre ni mucho menos, una serie de canciones y un tipo de producción generado por ese tándem con mi hermano Miguel, donde introduce los arreglos sinfónicos, las cuerdas, los vientos… eso que fue tan evidente en El último hombre en la tierra (2016) y que tuvo su continuación, primero en la versión en directo, que es casi lo que es Irrepetible (2018), y luego en ¿Revolución? (2019).

Luego claro, viene una pandemia que nos cambia los planes a todos y viene toda una sucesión de nostalgia con el documental, el recopilatorio, el libro de Arancha (Coque Malla. Sueños, gigantes y astronautas)… Son unos años de recopilación, de vista atrás, hay algo como de antología. Recuerdo, además, que durante la promo de El astronauta y del documental yo decía: «Estoy ya un poco harto de estos 2-3 años de retrospectiva y quiero empezar una etapa nueva, con un disco nuevo». Y efectivamente, ese disco es este y ya está aquí, ya es una realidad, ya casi forma parte del pasado porque lo terminé en junio [risas].

Pero es que además ha habido un cambio musical muy claro, así que es verdad que ahora empieza algo nuevo.

Quizás sea por eso por lo que has tardado menos de lo que tú mismo esperabas, por las ganas de hacer algo nuevo.

Posiblemente, sobre todo porque estar tanto tiempo sin tocar no es sano. Yo empiezo a notar que ya me empiezan a pasar cosas raras, de verdad lo digo, física y psicológicamente. Siempre lo digo, que cuando estoy de gira, en la furgoneta, con mi banda, comiendo por ahí, durmiendo en hoteles y subiéndome al escenario, estoy afinado como un violín. Y cuando no estoy así empiezo a desafinarme, como los violines, que empieza a resquebrajarse la madera porque no los tocas. Ahora ya lo veo más cercano, pero cuando en septiembre ya habían pasado casi nueve meses sin tocar y todavía me quedaban cuatro, me empezó a entrar como angustia de pensar en lo que quedaba todavía. Ahora ya estamos a mediados de noviembre, quedan dos mesecitos y ya lo puedo soportar más. Pero sí, tengo un mono de escenario importante.

Coque Malla

Mis discos son las conclusiones que saco a esas etapas que voy viviendo, y son muy intensos en ese sentido

No quiero echar mucho la vista atrás, pero preparando la entrevista me acordé de una cosa que me llamó mucho la atención cuando vi el documental. Me refiero a lo que contabas de la época de La hora de los gigantes (2009)…

Ah, bueno… perdona que te corte. Y en estos años también estaba lo de Mi nombre es Coque Malla, que es el espectáculo que hice que era como algo autobiográfico. O sea que claro, ha sido un empacho muy grande de todo esto.

Te decía que en el documental recuerdo que hablabas del momento de La hora de los gigantes como un momento crítico en tu carrera. ¿Has tenido más situaciones como esa a lo largo de tu carrera en las que te vieras en el abismo y sintieras que peligraba un poco todo esto?

No. Yo creo que fue desde que nos separamos Los Ronaldos hasta que La hora de los gigantes despegó, que ahí fue cuando cambió todo para bien, cuando volví a conectar con el público y encontré mi sitio en la industria, encontré mi manera de componer, de producir discos y de subirme al escenario. Realmente fueron esos años, pero ahora echando la vista atrás, benditos esos años, porque fue como una mili, aprendí muchísimo de la industria, de mí mismo y, lo más importante, aprendí a profundizar en mi profesión de cantante, de guitarrista y de compositor.

Entre disco y disco tuyo, sueles sacar a la luz algún proyecto diferente como Mujeres (2013), el disco en el que versionas a Rubén Blades (2015), Irrepetible, etc. Esto también hace que se dilate el tiempo entre los álbumes con canciones propias. ¿Responde más a una búsqueda de nuevos caminos musicales o es simplemente un poco de diversión entre disco y disco de canciones nuevas?

Quizás hace unos años no te hubiera sabido responder a esa pregunta, pero con el paso del tiempo empiezas a reconocerlo y a buscar ciertas explicaciones. Creo que una parte es que yo hago discos, mejores o peores, pero de gran intensidad emocional y con un tema central muy claro, con eso que a veces llamamos concepto de forma un poco pedante. Para que eso tenga peso y sea muy claro, tiene que pasar tiempo, tienes que quemar etapas, tienes que vivir procesos largos de tu vida, que te llevan a una conclusión importante que transformas en un disco.

Yo no creo que sea especial, sino que creo que las personas vivimos de esta manera, que vamos cumpliendo etapas. Nos separamos y hasta que procesamos esa separación… o conocemos a alguien y hasta que esa pareja se asienta… o somos padres y hasta que la paternidad acabas de entenderla… nos van pasando cosas y nos lleva mucho tiempo entenderlas, procesarlas y, finalmente, sacar algún tipo de conclusión. Yo creo que mis discos son las conclusiones que saco a esas etapas que voy viviendo, y son muy intensos en ese sentido. Quizás por eso necesito que pase un tiempo para poder sacar una conclusión de lo que he vivido.

Has comentado que todos tus discos tienen un concepto detrás, pero sí que has dejado claro que Aunque estemos muertos es quizás el disco más conceptual que has hecho hasta la fecha. Háblame de ese concepto que hay detrás del álbum. Tú mismo dices que es un disco sobre la vida.

Siempre que me topo con trabajos así me pregunto lo mismo, ¿surge antes el concepto y compones las canciones apoyándote en eso o, por el contrario, tienes ya los temas y buscas un hilo conductor común?

He hecho las dos cosas. Especialmente, creo que en Sueños (2004) sí que tenía la losa de hacer un disco conceptual, y tuve que forzarme a buscar el concepto y hacer el disco con ese clima para hablar de los sueños, de la realidad, etc. Pero también he hecho lo otro, no plantearme hacer un disco conceptual y el concepto ha venido solo, haciendo el disco. Me gusta mucho más la segunda versión, creo que es más creíble, que sale más natural y que funciona mucho mejor.

Este disco, desde luego, es el segundo caso. No me planteé «vamos a hacer un disco sobre la muerte», sino que empecé a sacar conclusiones de los últimos años que había vivido, que es lo que hemos hablado hace un momento, y me di cuenta que ahí estaba el paso del tiempo, la fragilidad, la edad, la paternidad, la muerte… y el concepto salió solo porque era lo que me estaba preocupando durante esos años. ¿Qué ha generado esa preocupación? Una serie de acontecimientos. Creo que la pandemia a todos nos pegó una hostia existencial muy importante, nos hizo sentir frágiles, nos puso la muerte en el telediario todos los días, a mucha gente se le murieron seres queridos… En fin… creo que esa tragedia de la especie nos pegó a todos una hostia muy gorda.

Mis padres fallecieron en los últimos años y yo al mismo tiempo he sido padre. Entonces, ser padre y perder a tus padres te coloca en otra casilla del tablero existencial. El paso del tiempo, la edad… Creo que todas esas circunstancias, unidas en los cuatro o cinco últimos años, han dado como resultado que de repente en mis letras empiece a aparecer la palabra muerte, la palabra frágil… Así encontré el concepto.

Y luego una influencia muy fuerte de un grupo muy hipnótico que es Radiohead y que yo escuchaba y me gustaba mucho, pero que he devorado en los últimos dos años. Radiohead y The Smile, el grupo paralelo. Ese mundo hipnótico por la parte más musical y de producción, mezclado con la muerte y la oscuridad, es algo muy atractivo y un material creativo muy potente. Pero paradójicamente, todo esto ha originado un disco nada lúgubre ni mortuorio, sino que es un disco con una energía, una mala hostia y una vitalidad muy fuerte.

Lo que me ha salvado la vida es tener claro, desde muy joven, lo que quería ser y lo que quería hacer

‘Bailo con los muertos’ es la canción con la que arranca el disco. Empieza de manera muy ambiental y es una canción un tanto oscura.

Sí que hay mucha oscuridad ahí.

Sin embargo, con ‘Místico’ ocurre lo contrario. Esa canción te levanta. Ahí dices que ya no puedes engañar al tiempo y que no hablas de comerte el mundo. Dejas claro que tienes los pies en el suelo, que aceptas las reglas del juego de la vida y decides tomarte todo con más serenidad. Aquí está muy patente el paso del tiempo.

Es curioso porque últimamente he hablado con compañeros tuyos como Tarque o Mikel Erentxun y en sus últimos trabajos abordan también todo eso o lo que supuso para ellos la pandemia, aunque con diferentes lecturas.

Ah, ¿sí? ¡Qué cabrones! [risas].

¿Cómo llevas tú el paso del tiempo? Has dicho antes que no quieres seguir mirando hacia atrás, pero mirar hacia delante…

Ahí hay un muro [risas]. Pues lo llevo mal, la verdad, por eso he hecho este disco. Es vitalista, pero también oscuro. Aparece todo eso, aunque un poco lejano todavía. Hay una canción de Dylan [Not Dark Yet] que dice: «It’s not dark yet, but it’s gettin’ there». Es como: Todavía no es oscuro, pero se está empezando a oscurecer. Pues es esa sensación, como cuando de repente dices: «Uy, ha cambiado la luz, ya no es el solazo que había, sino que está empezando a caer la tarde». A veces es inquietante esa sensación y, sobre todo, tomar consciencia de que es real.

Supongo que también depende de la vida que te toca vivir. Imagino que hay gente a la que la tragedia le golpea a lo bestia con 20 años y toma consciencia de qué va esto mucho antes. Yo soy afortunado y la toma de consciencia de que es real me ha venido no excesivamente pronto. Antes de llegar a este punto hablamos de la muerte, pero parece que es algo que le pasa a otros.

Yo estoy un poco en ese punto también, no tanto con la muerte sino con el paso del tiempo. Fui padre el año pasado y siento que estoy tomando consciencia de todo eso. Va demasiado rápido…

Es que la paternidad acelera esos procesos [risas]. Yo estoy seguro que con la misma edad que tengo, si no hubiera sido padre estaría todavía «ja, ja, ji, ji. Si yo no me voy a morir» [lo escenifica con cierta sobreactuación e ironía], bebiendo whisky y el hígado sufriendo. Pero ahora es diferente.

Hablando de esto y haciendo balance, ¿cuál es la mayor enseñanza que has obtenido en todos estos años de carrera a nivel personal o musical?

Soy un desastre para sacar esas conclusiones y para pararme a pensar en ello. Tengo claro que, habiéndome ido increíble, regular, mal y fantástico otra vez, lo que me ha salvado la vida es tener claro, desde muy joven, lo que quería ser y lo que quería hacer. Y tengo claro que es lo que más les deseo a mis hijos, sean descuartizadores de piezas de carne en una carnicería o ingenieros en la NASA, pero que sepan qué es lo que quieren hacer y por qué se quieren levantar todos los días. Eso es lo que a mí me ha hecho levantarme de la cama cada día y sobrevivir muy bien: Tener un propósito, con más o menos dinero, con mayor o menor éxito, pero siempre contento porque tenía un proyecto por delante o sabía que lo iba a tener.

Soy muy partidario de mentirse a uno mismo para pensar que la vida es maravillosa, cuando a lo mejor no lo es

‘El saco de los sueños’ tiene una lectura bastante positiva. Esta canción resume perfectamente el espíritu del disco, como de aprovechar el tiempo que tenemos, de disfrutar del viaje, de libertad. Es la lectura luminosa y esperanzadora del disco.

Así es. Yo creo que también habla mucho de huir de la comodidad y del aburguesamiento. Muchas veces también la paternidad te mete ahí porque te devuelve a la rutina, sobre todo por el colegio de los niños, tan necesario y tan maravilloso. Es que cuando yo dejé de estudiar me convertí en un bohemio, porque al final eres un bohemio cuando no tienes ni horario, ni jefes, ni rutinas, y eso lo he perdido otra vez. Por ejemplo, la semana: lunes, martes, miércoles, jueves… «qué bien que ya es viernes» o «qué pena que es domingo». Eso lo he recuperado y lo llevo fatal.

Claro, tú no tenías domingos como los que tenemos los demás.

Exactamente, yo no tenía domingos. De hecho el domingo, que hasta que yo estudiaba era el domingo deprimente que llegaba la tarde y te querías morir, pasó a ser mi día favorito. Cuando yo no tenía horarios y de repente un miércoles me iba de copas, el domingo pasó a ser el día del sol, el día de El Rastro, que era donde yo vivía… Y ahora el domingo vuelve a ser ese domingo deprimente, y los días entre semana vuelven a ser entre semana, y el fin de semana otra vez como gilipollas todos contentos… [risas].

Yo veo que mucha gente es feliz cuando vuelve del veraneo porque «por fin otra vez suelto a los niños», y yo soy todo lo contrario, soy feliz cuando vivimos como si fuéramos una comuna hippie, no hay horarios, los niños se acuestan a la hora que les da la gana, comemos tarde etc. Y soy muy infeliz cuando volvemos a los horarios y suena el despertador todos los días. Lo llevo fatal, la verdad, y de ahí nace esa canción y mucho del espíritu del disco. Esa muerte en vida que para mí supone la rutina es lo que ha generado el espíritu del disco.

‘Aunque estemos muertos’ (la canción) también habla de soñar, de vivir a pesar de todo ¿Ha sido terapéutico para ti hacer este disco? Porque creo que para el que lo escuche sí que lo puede ser.

A ver, terapéutico es cuando necesitas terapia y estás mal. Yo lo he escrito estando muy bien, en una etapa fantástica de mi vida. Pero bueno… [se para unos segundos a pensar], sí que es terapéutico en la medida en que pones en papel o en verbo obsesiones o cosas que tienes aquí dentro y que, si se quedan ahí, no es higiénico. Más que terapéutico, quizá podríamos decir que me ha servido para ordenar esas obsesiones y miedos, y para limpiar un poco la cabeza.

En esta canción hablas de bailar cerca del abismo. Y es un poco eso de lo que hablabas antes, de no caer en esa rutina aburrida, de la excitación de estar lejos de eso.

Totalmente. Y también de mentir. Yo soy muy partidario de mentir y de mentirse a uno mismo para pensar que la vida es maravillosa, cuando a lo mejor no lo es. De eso va esa canción también: «Resucitar no puedo, pero puedo inventarme una vida por ti». Estamos muertos, pero finjamos que estamos vivos.

En ‘Bla, bla, bla’ hay una mirada a nuestro alrededor. En un disco que es bastante introspectivo, aparece una canción que nos habla del ruido que se genera en nuestro día a día. ¿Eres de los que componen dejándose influenciar por lo que le rodea o de los que sacan de su interior el material para escribir?

Soy un compositor egocéntrico a tope, lo cual muchas veces me agota e intento salir de ahí, intento dejar de mirarme el ombligo, de hablar de lo que me obsesiona a mí y hacer un poco más de retrato social o incluso inventarme historias, que también es muy bonito, como hacen los escritores: coger personajes, ligeramente basados en personajes que conoce, e inventarse un cuento. Eso rara vez lo consigo.

En ¿Revolución? sí que había cosas así.

En ¿Revolución? un poco más, sí, pero son canciones contadas. Desde luego, Bla, bla, bla es la canción social de este disco [risas].

Coque Malla

Inevitablemente, con la edad se pierde una manera de recibir los estímulos externos

‘¿Volverá?’ es otra canción de esperanza…

Bueno, de esperanza… Está entre interrogaciones toda la canción.

Claro, entonces la lectura cambia por completo. Yo la he escuchado sin saber que todo son preguntas, pensando más bien que son afirmaciones. Es curioso cómo cambia el sentido del tema.

¿Crees que, como dices en la canción, podemos esperar que vuelvan «las historias con final feliz»?

Sí, las historias con final feliz van y vienen. Yo creo que ¿Volverá?, en el fondo, habla de algo que se pierde inevitablemente con la edad y es una manera de recibir los estímulos externos. Por eso hablo al principio de «¿volverá el perfume del amanecer cuando hay agua en el asfalto?». Yo ya no he vuelto a sentir esa cosa de cuando madrugabas y salías a la calle, no he vuelto a sentir las estaciones de manera tan intensa como las sentía antes. Antes llegaba la primavera y el cuerpo lo sentía, igual con el verano o cuando llegaba el frío, ahora es como un poco más plano todo.

¿A qué crees que es debido eso?

Yo creo que la edad desgasta esa percepción de la realidad. O igual soy yo… quién sabe. Pero de eso va esa canción. ¿Llegará una etapa de mi vida en la que volveré a sentir un amanecer como lo sentía hace unos años o ya se ha ido para siempre?

Al final en este disco hay una dualidad muy interesante. Las luces y las sombras están muy equilibradas…

La vida… Y el espíritu humano, que está en continua batalla entre lo bueno y lo malo, entre la luz y la oscuridad, entre asesinar a alguien y amarlo a muerte. «Amarlo… a muerte» [risas].

¿Actualmente en ti gana la luz o la oscuridad?

Actualmente en mi vida, la luz, absolutamente. Esa es una de las cosas maravillosas que tiene la paternidad, que llena de luz todo. Es como un foco gigante y no hay escapatoria a él. A veces, incluso dices «apunta el foco para otro lado, cariño» [risas] y quieres estar un poco en la oscuridad.

La verdad es que, como te decía, ahora hay mucha luz. Hay mucho reconocimiento profesional, hay trabajo, hay éxito, hay dinero, hay amor a muerte, y hay amor a muerte con los niños… El colegio… eso es lo que me tiene un poco amargado [risas]. Me van a echar de la asociación de padres… a la que nunca he ido… ni pienso ir [risas].

Actualmente en mi vida hay mucha luz

Hay una cosa que me ha llamado la atención en este disco y es que hay varias canciones en las que te diriges a una segunda persona, como que interpelas al que las escucha.

Buena observación, no lo había pensado. No soy consciente, pero ahora que lo pienso, tengo la sensación de que es un ejercicio que hago, lo de interpelar como tú bien has dicho. Generalmente suelo hablar de mí en primera persona, pero es verdad que no me he dado cuenta si en este disco especialmente ocurre eso. Es cierto que pasa en Baila en la oscuridad, en El dragón, en Aunque estemos muertos

Precisamente te iba a preguntar por ‘El dragón’. En esta canción te diriges a alguien, pero no sé cuánto hay en esta canción de mirarte al espejo e interpelarte a ti mismo.

Bastante, seguramente. Yo creo que El dragón, como comentábamos antes, es una canción que habla del aburguesamiento, del peligro que tiene acomodarse y dar por hecho que tu vida es fantástica y perfecta. Y cómo el dragón, en esa situación, puede hacerse fuerte sin que te des cuenta. Es un recordatorio, se puede dirigir a una persona o te lo puedes decir a ti mismo.

Con el paso de los años, ¿qué sentimientos te produce la imagen que ves cuando te miras al espejo?

Ahí lo tienes todo [lo dice señalando el disco que está sobre la mesa]. No hay nada más esclarecedor por un lado, y misterioso por otro. Muchas veces es un lío la conclusión. Creo que todos nos miramos al espejo y a veces sacamos conclusiones muy claras, pero otras veces decimos «¿qué cojones pasa aquí?».

Pues en ‘Como la mañana’ dices claramente: «Soy el que siempre quise ser». Al final, es una bonita manera de cerrar el disco.

Un disco que es casi como una banda sonora. Quería terminar la entrevista hablando de esas atmósferas que has creado con José Nortes y con la banda, y te preguntaría lo mismo que te he preguntado con el concepto del disco. ¿Qué fue primero la película o la banda sonora?

Creo que ha sido un poco a la vez. Desde luego, no había una idea previa, igual que no pensé en hacer un disco conceptual sobre la muerte. Como te he contado antes, pasan unos años donde ocurren una serie de cosas que te llevan a ciertos pensamientos, obsesiones, miedos, etc. y eso sale en las canciones, en frases sueltas que empiezas a escribir. Cuando empiezo a darle ya forma al disco, cuando estoy a las puertas del estudio, en mi caso es cuando digo «vamos a coger todo el material y ver qué hay aquí». Entonces ya lo colocas en su orden, Como la mañana pasa a cerrar el disco, Bailo con los muertos la ves perfecta para abrir el disco…

Es una mezcla. Hay un punto en el proceso en el que aparece el concepto y luego el propio proceso te va completando el concepto. No está todo perfectamente planificado, ni mucho menos. Y a nivel instrumental y de arreglos pasa exactamente lo mismo. Muchas cosas pasan, ya no en el local de ensayo, en el estudio o incluso en la mezcla.

Se perciben muchas cosas que parecen fruto de la experimentación, de probar sonidos, de jugar.

Totalmente. De hecho, Bla, bla, bla la grabamos con un pedal de pisco sour que te cagas. Al lado del estudio hay un restaurante peruano maravilloso al que íbamos a comer todos los días, a veces nos tomábamos un pisquito y a veces nos tomábamos tres. El pisco entra de puta madre y parece que no, pero de repente te pega una hostia… El caso es que ese día volvimos al local todos con las neuronas y con los sentimientos a tope. Empezamos a improvisar y estuvimos toda la tarde como «¡déjame a mí ahora!», entonces me metía en un estudio y hacía una toma de voz, luego Amable metía algo suyo, etc. Había un nivel de experimentación y de espíritu creativo. Muy potente. De hecho, Jose y yo hacíamos la broma de que este era un disco «piscodélico» [risas].

Coque Malla
Javier Decimavilla
Javier Decimavilla
La música nos puede salvar la vida o al menos mejorarla. Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, The Beatles o The Rolling Stones, entre otros, nos llevan enseñando el camino a la felicidad desde hace décadas.