Fotografías: Marina Benítez (@_marinabenitez_)
En estos tiempos en los que un vaso es un vaso y un plato es un plato -Mariano Rajoy dixit-, el arte parece estar cada vez más compartimentado: la música va por un lado y la literatura va por otro, o por ninguno. Si sólo tenemos tiempo para entender la literalidad de las cosas, ¿qué pasa cuando ya no lindan los mundos y se entremezcla todo lo bello? Es más feroz la vida, primer disco de Delgado, viene a hacer justo eso.
Titulado como unos versos de Jorge Guillén, el álbum presenta nueve canciones como nueve aprendizajes, en lo vital y en lo literario. Tomando el indie folk como base, pero también el folclore español o el rock and roll, Javi Heras habla de lo que ocurre cuando concluye la búsqueda de uno mismo. En esa incursión hacia dentro, también se expande cada vez más hacia fuera. Sus canciones parten de lugares muy distintos: el dolor, el miedo, la rabia o el hartazgo, pero siempre van hacia el mismo sitio, persiguiendo la luz.
Si a Heras le preguntaran sobre él, sobre Delgado -porque son una sola cosa-, pasaría algo parecido al «ni canta, ni baila, pero no se la pierdan» de Lola Flores. Javi no considera que escriba poesía, porque dice que «sus letras no aguantan el examen del tiempo», pero eso es exactamente lo que contestaría un poeta. También dice que «no se sostienen en el papel», pero uno coge su vinilo, lee los versos y sólo puede llevarle la contraria: lo escrito se yergue sobre el cartón, se mantiene en pie cuando lo canta y el oyente lo va llevando aúpa después. No hay un soporte ideal. Es más feroz la vida te acompaña como todas esas obras que producen un chasquido, que remueven algo pequeñito en el que da con ellas. Es entonces cuando uno acude, como Heras, a los autores de su vida, y entre ellos puede estar Delgado -como cantante o como poeta-.
Para los lectores que no te conozcan: ¿Quién es Delgado? ¿Qué es Delgado?
En un resumen muy breve, soy un cantautor salmantino que hace indie folk, que lleva quince años tocando en distintos proyectos, con bandas en las que hacía de todo menos ser el cantante principal. He estado escribiendo todos esos años. No me atrevía a lanzarme por distintas razones hasta ahora. Desde entonces, estoy llevando mi música allá donde se quiera escuchar. No tengo mucho más con lo que definirme, siento que las canciones hablan por el artista.
Es más feroz la vida se publicó el 8 de noviembre. Ahora que han pasado unas semanas, ¿cómo te sientes?
La industria va tan rápido que parece que veinte días es mucho, pero no es nada. Lo tengo súper reciente. Me siento muy orgulloso y muy contento. Es una diferencia muy grande entre lanzar singles, que es el ritmo al que nos somete el capitalismo musical y los discos, que es el ritmo natural que ha seguido siempre la música. Los discos tardan un montón, son un auténtico parto. Una vez están fuera, lo que se recibe de la gente es mucho más bonito que los singles, la gama de emociones que provoca es gigante. La gente te escribe cuando ya ha oído muchas más canciones, cuando ha hecho el recorrido que tú has planteado, es mucho más enriquecedor y me está encantando. Me encuentro muy en paz.
Hace unos años, cuando no había arrancado mi proyecto, ponía demasiadas expectativas en cada paso que daba. Ahora lo veo todo como una serie de hitos en un camino muy largo. El disco es un hito muy importante, pero vas cerrando etapas y continuando con otras. No acaba aquí, el disco ahora tiene el recorrido que yo le quiera dar y que me dejen darle, como una gira el año que viene. Me siento muy a gusto con él y estoy orgullosísimo, representa exactamente lo que soy, al menos en este momento.
En el disco hablas de varios tipos de amor, como los cuidados o la autoestima, pero no aparece el amor romántico.
Amor romántico no hay de ningún tipo.
Hablaba con amigos el otro día sobre la presencia del amor en la música: nos parece que es más fácil hablar de él cuando todo va mal. ¿Es más fácil hablar sobre la vida cuando la vida va bien o cuando la vida va mal?
Tiene bastante conexión con lo que dices sobre el amor. Más fácil no es nunca, pero creo que genera un resorte creativo, algo se activa cuando va mal. Se te ocurren muchas cosas, tienes mucho que soltar. Cuando va bien, tienes que vivir. A mí no me sale volcánicamente soltar una felicidad. Además, es más difícil ponerlo en palabras sin resultar muy cursi, tanto el amor cuando va bien, como la vida. Se convierte en un monotema, pareces una taza de Mr. Wonderful. Es difícil no sonar demasiado entusiasta o demasiado agradecido. Estoy poniendo al editor, al juez, antes que al artista con esto, pero creo que el discurso de lo malo es más complejo que el de lo bueno. Estamos mucho más cerca de que todo sea más o menos agridulce a que todo sea perfecto. Tampoco todo va a ser desastroso siempre, solemos estar en los grises.
La vida a mí me ha puesto muchas canciones cuando estaba todo muy mal. Han salido de sitios muy duros: del rencor, del dolor, del despecho, de la falta de autoestima, del duelo, de la indignación, del hartazgo, del miedo. Todo eso ha sido el caldo de cultivo para estas canciones. Como mucho, hay nostalgia, hay melancolía, pero si te fijas, ni una sola emoción es positiva. Ahora bien, yo soy una persona muy vitalista y muy constructiva. Siempre tiro para arriba. Aunque todas las canciones empiecen en un lugar muy oscuro, siempre trazan un viaje hacia la luz. Una canción que habla sobre la muerte desemboca en una coda sobre lo poderosa que es la vida.
En tu primer EP, dices «la esencia no se mide en resultados», en la canción ‘De la nieve y la sal’.
Qué fácil es decirlo, luego hay que aplicárselo. Yo me lo repito siempre [risas].
A muchos artistas les da miedo, pereza, o las dos cosas, tener que promocionarse en redes sociales. Tú estás en ello desde hace unos meses. ¿Se puede disfrutar del proceso? ¿No es tan terrible estar pendiente del engagement?
Yo disfruto de ese proceso, pero requiere varios condicionantes que hay que aceptar. Creo que depende mucho de la personalidad de cada artista. No es justo que haya que hacerlo, no estoy especialmente a favor de que tenga que ser así, de que para ser artista tengas que pasar sí o sí por el aro de hacer promo en redes. Yo soy periodista de profesión, me dedico a la comunicación y me encanta. Me supone un reto muy bonito, siendo el músico que soy, teniendo un perfil que no es precisamente mayoritario, que no apela a la viralidad ni tiene un potencial para llegar a las masas, intentar construir un público fiel poco a poco, pequeñito, pero que coge cariño a las cosas que haces, a cómo eres.
Otro de los condicionantes es que tengo contratada a una agencia de comunicación, sin agencia yo me desesperaría. Aunque yo tenga ideas, luego hay que realizarlas. Si yo tuviera que montar mis vídeos, al tercer vídeo que tuviera menos likes de los que espero, lo dejaría. Pero cuando tienes muchos materiales preparados -yo tengo materiales preparados hasta febrero de 2025-, es tranquilizador, no pone tanta presión, no sientes que te lo juegas todo con una publicación. Hay que tener muy claro lo que uno es y con qué tipo de público se relaciona. A mí me gusta contestar a todos los mensajes, y es un poco pesadito, pero está bien porque la gente te muestra mucho cariño. Lo entiendo, respeto a todos los artistas que dicen que la promo es un infierno.
«Aunque todas las canciones de este disco empiecen en un lugar muy oscuro, siempre trazan un viaje hacia la luz»
Sabes cómo llevar la promo sin enloquecer.
Lo llevo muy bien. Llevo dos años con la agencia Witis, han entendido perfectamente por dónde voy, la forma que tengo de comunicarme. Hay mucha gente que me conoce en persona y me dice: «No hay nada diferente entre lo que dices en redes y la realidad». Soy igual de intenso en las redes que en la vida real. Soy igual de pedante [risas]. Ahora en serio, no hay un personaje. Puede estar un poco más matizado, no me estoy cagando en Dios, intento ser un perfil bastante blanco. Aun así, creo que hay algo de ideología, me gusta pronunciarme por ciertas causas sociales, todo eso es parte de mi persona y también del artista. Las canciones son de verdad, no hay un alter ego, no me estoy ocultando detrás de una máscara ni estoy haciendo un personaje. Es importante tener un perfil cercano.
Ahora que dices que no hay un alter ego. Estas últimas semanas todos comentamos eso de «he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona», que es terrible en su contexto, pero que se puede extrapolar: ¿hasta dónde cantas, escribes, como Delgado y hasta dónde como Javi?
Se fusionan completamente. No lo había pensado antes, pero lo que digo en las canciones es siempre lo que pienso en la vida. Eso me condiciona, a veces envidio a los que son capaces de escribir canciones con emociones muy primarias, Kurt Cobain desde la rabia o desde la pena más devastadora. Damien Rice tiene canciones en las que echa toda la culpa a la otra persona y él se libera, se exonera de responsabilidad. La vida no es así.
A mí me gusta mucho ser una persona compleja, con un pensamiento matizado por emociones complicadas en las que entran en juego muchos factores, todos a la vez. Si yo escribo una canción en la que le echo la culpa a alguien, como intenté en su momento con Más libre es la tormenta, que trata de una separación de pareja, al final todo queda matizado por una especie de melancolía, un intimismo reflexivo, que es la manera en la que salen los pensamientos de mí. Es muy difícil encontrar emociones que no sean las que yo siento en la vida real. Envidio una canción llena de rabia. Mi rabia se vive de otra manera, pasa por la reflexión, por la razón. Tardo tanto en hacer las letras que entra en juego todo eso: forman parte de un proceso emocional, pero atraviesan mucha parte analítica.
Hay fusión total entre Javi Heras y Delgado. Lo que no hay es Delgado en la parte periodista de Javi Heras. En mi trabajo, el artista se queda aparte. Si siguiera todo lo que me dice la voz artística, no estaría trabajando, dejaría todo. Para mí siempre es más importante el instinto creativo. Cuando se me ocurre una idea, siempre sería lo primero a lo que le dedicaría atención, mucho antes que a mi trabajo, mucho antes que a comer. Lo más importante para mí siempre es escribir, pero no puedo escuchar a la voz artística todo el tiempo, porque no tendría sustento, no sería una persona funcional.
«Si siguiera todo lo que me dice la voz artística, dejaría todo. Para mí siempre es más importante el instinto creativo»
Un poeta no tiene por qué ser cantante, pero ¿puede un cantante ser también un poeta?
Yo no me considero poeta. Ojalá. La poesía se tiene que sostener sola en la página, sin melodía. Hasta donde yo he escrito, ninguna de mis letras se sostienen así para mi criterio de exigencia. A lo mejor, para otras personas que leen a poetas menos densos de lo que yo leo, sí que les podría parecer poesía. Para mí la poesía no solo se sostiene en la página, aguanta el examen del tiempo, sigue teniendo validez un siglo más tarde. Todo lo que he escrito no va por esa senda, tengo una exigencia muy grande.
Lo que tengo claro es que leo mucha más poesía que la mayoría de músicos que conozco a mi alrededor. Hay muchos en generaciones anteriores, seguro que Joaquín Sabina era un lector voraz de poesía, o Aute, los cantautores de toda la vida. Pero no consigo tener conversaciones sobre poesía con compositores actuales. Sin embargo, sí que las tengo con amigas doctoras en literatura. Esa parte de mí es muy importante y está en las canciones, es crucial y es muy diferencial. Me gusta pensar que ahí está uno de mis puntos fuertes.
Me siento muy cercano a la manera de sentir de los poetas. En las canciones no se suele hablar de la muerte, del existencialismo, pero en la poesía sí, todo el rato. Tiene mucha más riqueza de temas que la música popular. La música pop es amor, desamor y cuatro mierdas más [risas]. Perdón por la contundencia. Aunque hay muchas excepciones, en el pop y el indie siempre se está hablando de lo mismo. En la poesía hay una riqueza vastísima y hay una historia mucho más larga de escritura. Si tú lees un poema en la página de cualquier autor anterior al 98, está perfecto de estructura. En cambio la música no. La música se rige por unas normas que te marca la melodía, no te las marca la palabra. Hay mucha poesía que leo y que me parece muy mala, poetas totalmente consagrados que luego cuando lo leo digo: «¿Y a esto le han dado un premio?». Como lector soy mucho más exigente que como escuchante de música o como músico.
¿Cómo se va cuadrando una letra tan cuidada en una canción coreable, tan melódica? ¿Cuánto tiempo, cuánto trabajo hay detrás de cada tema?
En el vinilo hay un apartado dedicado a las citas literales de poetas. No quería hacer un Bunbury, y lo siento por él, pero lo denunciaron por ello: cogió citas literales de poetas y las fusiló en sus canciones. Eso no está bien. Conviene decir: «oye, esto no es mío». El título del disco, Es más feroz la vida, no es mío, es de Jorge Guillén. Los tendría cuadrados si dijese que eso es mío. La poesía me ambienta cada vez que empiezo a escribir una canción. Cuando escribí sobre la muerte en Oigo un rumor, sabía que tenía que leer muchísimo a Jaime Gil de Biedma porque había escrito un montón sobre eso. Para todas las canciones del disco hay citas literales menos para Tú sabrás, lo digo por tu bien. Salió más fluida, yo quería que fuera comercial y que no dijera chorradas, que hablara de algo medianamente denso pero que fuera coreable.
Hay canciones en las que he tardado el triple: estuve cuatro años escribiendo La memoria es un perro. Para un total de cuatro estrofas en Si me atreviera, igual escribí quince, una barbaridad. No sé cómo lo hago, echándole muchísimo tiempo, dándole muchísimas vueltas. Estoy de nuevo en ese proceso porque estoy escribiendo canciones nuevas, es tedioso, es horrible, no sé si es el camino adecuado.
Lo único que me consuela es que hay gente que me escribe para decirme que le han gustado mucho las letras, y eso me parece impagable. Cuando canto La memoria es un perro y veo que alguien se emociona con un verso que está hecho para eso. En De la nieve y la sal, canto «nada es más fugaz que el decorado» y veo cómo se enciende una luz en gente que no ha escuchado esa canción antes. Es esencial que no sean líneas enrevesadas. Que se pueda captar a la primera aunque sea bastante poético, que el mensaje general sea sencillo. Para mí ese es el esfuerzo más grande: destilar un lenguaje llano que suene bonito a la hora de ser cantado.
«Para mí ese es el esfuerzo más grande: destilar un lenguaje llano que suene bonito a la hora de ser cantado»
Te iba a preguntar por los acentos en las canciones, tú no tienes ni una sola palabra mal acentuada.
Eso es imperdonable. No voy a saltarme un acento, no va a pasar [risas]. No es porque yo sea un integrista, hay gente que piensa que soy un fanático. Mi problema es que cuando un acento está mal puesto, te saca de la ficción que has construido en una canción. Te saca de la conexión que has establecido con el oyente. Ese oyente deja de entender el mensaje para captar que algo se lo han dicho mal. Si el acento está en su sitio no existe esa posibilidad de error.
Yo le doy muchas vueltas ya no solo a los acentos, sino a cómo decir las palabras para que se capte todo. En Mi peor versión digo: «La inevitable errata del guion también soy yo» y sé que hay gente que puede entender que la errata soy yo. En general, intento ser muy cuidadoso, porque para mí lo más importante es la conexión con el mensaje. Incluso juego con las melodías para que potencien las palabras que estoy diciendo. Se fortalecen conjuntamente. Se trata de que se capte a la primera y emocione a la primera. Hay veces que no se entiende nada, canciones de Shakira: «Nos deseábamos desde antes de nacer» ¿Qué? ¿En serio ha dicho eso? [risas]. El poder de captación que pueden tener Valeria Castro o Jorge Drexler, son canciones que automáticamente se han convertido en una parte de mi vida gracias a lo que me ha emocionado desde el principio.
¿De dónde surge la idea del disco? ¿Son canciones que ya tenías y que reúnes ahora? ¿Son temas que has compuesto a partir de la idea de un álbum?
No tenía intención de grabar otro disco cuando lancé el EP. El EP, Hay alguna forma de dolor que haga soportables las demás?, lo grabé en 2020 y lo publiqué en 2023. De ese EP se quedaron fuera dos canciones que luego han entrado en el disco: El clan y Tú sabrás, lo digo por tu bien. Las demás fueron nuevas. Me di cuenta de que tenía un montón de canciones, y tonto sería si no aprovechaba ese momento. Teniendo un trabajo, los momentos de composición se reducen al verano, solo puedo componer de verdad en vacaciones. Me di cuenta de que tenía ocho o diez canciones con las que podía grabar un disco, era una oportunidad que no voy a volver a tener nunca más.
La industria pide que vayas a toda leche y que aproveches la inercia de lo lanzado: si yo acababa de sacar un EP, en febrero de 2024 ya podía estar publicando algo. No fue un disco conceptual, no se desarrolló en conjunto. Es más feroz la vida son distintas facetas de mí. El primer EP trata de la búsqueda de uno mismo y este disco trata de la relación con lo que hay fuera, con la traición, el maltrato, la complicidad de quienes ayudan a perpetuar las injusticias o la relación con la muerte. Ya no es algo interno, ya no busco la identidad. Fue recoger canciones y darle coherencia, descartar también otras canciones que no encajaban o que no llegaban a tiempo.
En la canción ‘Si me atreviera’, dices: «Vivir sin riesgo es tirar la vida al mar». ¿Qué pone uno en riesgo cuando lanza su primer álbum? No sólo en términos monetarios. ¿Qué cosas de uno mismo se juegan, se entregan?
Ese verso que mencionas es de un poema de Joan Margarit, que dice «si no hay riesgo, la vida es un fracaso». Es un poema que trata de un erizo de mar, escondido en las rocas, donde nadie le molesta, pero vive solo, triste, en la oscuridad.
Respondiendo a tu pregunta, monetario hay muchísimo [risas]. El caso es que ya se me ha olvidado. Cuando me preguntabas por el disco, te decía que estoy muy contento. Con el primer EP sentía mucho más riesgo. Mis expectativas ya no son especialmente grandes, estoy encantado de que esto sea un proceso y de que continúe. Es poner ladrillos en un muro que se irá construyendo hasta donde llegue. El riesgo grande es qué van a opinar sobre ti. En el primer EP yo tenía muchas dudas sobre mi primera voz en todos los sentidos, mi voz desde el punto de vista fisiológico, el timbre y la afinación, y mi voz como discurso. Ahora me siento mucho más seguro, no porque cante bien, que desde luego no lo hago, ni porque escriba bien, que tampoco creo que lo haga.
Eso último va off the record. No puede quedar registrado y yo no pienso transcribirlo.
Bueno, no canto todo lo bien que me gustaría ni escribo todo lo bien que me gustaría. Pero creo que estoy muy representado por mis canciones y por lo que hablo. Eso me genera una paz muy grande. Aunque esté feliz con la producción que ha hecho Txarlie Solano o con la banda que me acompaña, que es absolutamente maravillosa, no lo convierto en un motivo de preocupación o en una relación de dependencia en la que uno piensa «no soy nada sin ti», me siento seguro sin esas cosas. Si me quedo sin todo lo demás, mis canciones siguen siendo mías y mi voz también, para mí la superación del riesgo está ahí. Te puede gustar más o te puede gustar menos, estoy en un punto totalmente primario del proyecto. No lo conoce nadie, es diminuto, pero las personas que lo escuchan se sienten más o menos conectadas, empieza a haber personas que se fijan en mí. Más allá de los demás, me fijo en lo que yo siento, y me siento muy convencido de lo que hago. Ojalá mantener este discurso durante un montón de años. A lo mejor empieza la gira, me doy tortazo tras tortazo y me doy cuenta de que lo que hago no interesa a nadie. Pero de momento confío en el camino que estoy tomando.
El riesgo se me ha olvidado. Siempre generan muchos problemas de autoestima la voz, la imagen. Yo me siento muy mayor para lo que son los cánones ahora. Sólo me tranquiliza saber que Leonard Cohen empezó muy tarde. Él con 37 lanzó Suzanne, hizo una canción para la eternidad [risas]. Pero su carrera fue súper larga. Yo me vería haciendo canciones hasta los 75 años. No siento que tenga caducidad y eso me genera muchísima tranquilidad. Solo quiero cuidarme, seguir bebiendo té [risas], tratando de dormir bien, no perder la cordura, escribir bien, escribir más.
«este disco trata de la relación con lo que hay fuera, con la traición, el maltrato, la complicidad de quienes ayudan a perpetuar las injusticias o la muerte»
Ahora que mencionas tu voz. En ‘Lejos’, de tu anterior EP, dices: «No pensé que fuera mi lugar, nunca me ha soltado de la mano la ciudad (…) Allí busqué mi voz, lejos. Todo se ve mejor, lejos». ¿Ese lugar es metafórico o existe? ¿Hay un sitio al que acudes para alejarte del ruido, para escucharte con mayor claridad?
Ambos. Empezó siendo real, se refiere a Candelario, el pueblo donde escribo mis canciones, en Salamanca. Es una casa de piedra en la que me recluyo, y allí empecé a escribir las canciones de mi proyecto. No es la primera canción que he escrito en mi vida, entre los 18 y los 25 años escribí muchísimas, pero no eran lo que yo sentía que podía decir, no lo conseguía. Dediqué muchos años a darle vueltas, a cómo conseguir que mis canciones se parecieran a lo que yo escuchaba, a Ryan Adams, por ejemplo. Me salían ríos de palabras, una chapa monumental de cantautor pesado y no puedo hacer eso, no puedo escribir algo que como público me aburriría.
Tras cinco o seis años de búsqueda escribí Lejos. Es una canción muy representativa porque habla de la búsqueda interior. La seguiré cantando hasta que me dejen o hasta que sienta que ya no me representa, pero la búsqueda interior está siempre. Además, la gente busca mucho lejos. A la gente le gusta irse para encontrarse.
Un amigo decía que la poesía es un ejercicio de síntesis extrema. En ese ejercicio de síntesis, tú te resumes en tres palabras: folk – con – pelazo.
De momento [risas]. Es un eslogan, pero yo no soy publicista. Se me ocurrió en la cola del concierto de Bon Iver en 2022. Tenía que cambiar la biografía de Instagram, cambiar mi nombre a Delgado. Estaba con una amiga que se dedica al marketing y me dijo «folk con pelazo es buenísimo», le hizo tanta gracia que lo puse y ahí se quedó. Hay dos cosas con la que la gente se queda muy rápido: voy a cualquier sitio, digo «soy Delgado» y la gente dice, «sí, es obvio» [risas] y lo de folk con pelazo es un buen eslogan. Es mucho más difícil sintetizar buenos versos que hacer un eslogan.
Aunque te definas como folk con pelazo, ¿en este disco hay solo folk? Con esta insistencia que tenemos por etiquetarlo todo, no voy a pedirte que me digas un solo género, pero ¿a qué cosas suena este trabajo?
Hay varios géneros, se reflejan en distintas líneas que no cierro para futuro. Me interesan mucho varios caminos que explorar. Son tres líneas diferentes en sonido y estilo: una es el indie folk, que podría conectar con Hermanos Gutiérrez, con Depedro, guitarras con muchísimo eco y muchísima reverb. No llega a explotar, está bastante contenido pero es muy pegadizo, tiene mucha onda. Son canciones como Oigo un rumor y Tú sabrás, lo digo por tu bien.
Luego hay una parte muy folclórica española, hay varias canciones que estoy escribiendo ahora que se acercan a eso, y ahí estarían sin lugar a dudas Si me atreviera o El gran silencio. Esa parte de palmas y entusiasmo colectivo me encanta. Lo tercero es el folk puro, americano, de fingerpicking en Catedrales y La memoria es un perro. Todo está muy relacionado con la idea de frontera musicalmente hablando. Hay un par de canciones de líneas de exploración por las que creo que no voy a seguir, El invasor es entre soul lento y un rock muy distorsionado. Ese tema depende mucho de un sonido de banda, y no es con lo que más cómodo me siento ahora.
Acabas de publicar el disco y ya me hablas de las canciones del siguiente, esto va rapidísimo.
Este verano escribí mucho. Me salieron muchas ideas de canciones y las estoy empezando a desarrollar ahora. Me está costando Dios y ayuda, falta muchísimo tiempo y todo el álbum trata de desamor, entero. Es una piedra sobre mi tejado, soy el que nunca habla de amor o de desamor [risas]. No hablo de eso porque creo que si se hace de una manera tópica es la cosa más aburrida del mundo, pero me gustan mucho las canciones complejas.
Cuando alguien escribe una canción de amor sencilla pero muy pura, o desde una óptica nueva, como Asilo de Drexler o Y sin embargo de Sabina, frágil, lleno de vulnerabilidad y de traición, porque esa es la realidad. Lo que no entiendo es el amor convertido en medias naranjas y en topicazos infernales. Me pasa lo mismo con el cine romántico y con la poesía romántica. Lo que no puede ser es escribir el «no puedo vivir sin ti», «sin ti no soy nada» ¡No es verdad! Sí que soy algo, lo que quiero es que las canciones de amor o desamor representen lo que somos, no somos esos extremos. Puedes sentir eso un día, puedes sentir que estás hundido por haber perdido a alguien, pero dentro de tres semanas no vas a estar así. Y si lo estás, ve a terapia.
¿Tú crees que todo el mundo tiene tanta inteligencia emocional?
No, seguramente no. Pero como yo sí que la tengo, porque he tardado mucho en trabajarme, no quiero que las canciones reflejen dependencia o amor básico o desamor básico. Las rupturas son complejas y muy bonitas dentro del dolor, ponen en juego una serie de emociones muy contradictorias. Al mismo tiempo, existen el recuerdo de algo a lo que te quieres aferrar y el rencor. La convivencia de esas emociones es preciosa. A mí me están empezando a salir canciones así. Tengo que ver cómo hago desde el punto de vista del marketing digital para defender, después de dos discos en los que no hay ni un tema de amor, que ahora un disco entero vaya a girar sobre eso, porque hay seis o siete temas así [risas].
Entonces, sí que es más fácil hablar de desamor que de amor.
Es una verdad indiscutible. Del amor no he conseguido hablar. Me cuesta menos hablar de otras cosas bellas. Tengo una canción sobre lo efímero de la belleza y otra sobre lo contrario, estoy desarrollándolas. Hablo de cómo las cosas que más merecen la pena duran poquísimo: una puesta de sol, un orgasmo, una mirada de complicidad. He escrito a parejas canciones de amor, sí, pero la grabo, se la mando y no quiero que quede constancia de eso nunca [risas].
Has tocado en la sala El Sol, en el Café Berlín y tienes una gira preparada para 2025. ¿Qué puedes contarnos?
La gira ha sido gracias a mi mánager, Paula Énriquez, bendito sea por haber empezado a trabajar con ella. Una mánager te abre muchas puertas, sin ella no podría acceder a esas salas. La gira me lleva a Zamora, Salamanca, Valladolid, Barcelona, Santander, Burgos, Sevilla, Málaga, Valencia y termino en Madrid. Esta gira es principalmente acústica, excepto en Salamanca, a la que sí que voy en formato banda pero sin batería. Es mi ciudad natal y quiero que vean a mi espléndida banda formada por tres músicos a los que adoro, quitando a mi querido batería Alex Riquelme al que también adoro. A Salamanca vendrán Diana Erenas al bajo y teclados, María Muriel con coros, teclados y ukelele y Rodrigo Ramírez con guitarra y coros.
Hay una cosa bonita respecto a girar: me saca de Madrid, de lo que he construido aquí y me obliga a reubicar la autoexigencia y el tipo de concierto que voy a plantear. El concierto del Berlín fue un concierto soñado. Es difícil sonar mejor dentro de mis posibilidades y contar con músicos con los que tengo esa complicidad, con los que haya una conexión más grande. A esto aspiraba, de ahí solo se puede caer. A partir de ahora, tengo que reenamorarme de mi proyecto, tocando en formatos más pequeños, donde no me van a arropar otras voces. Sentir que tienes el motor de una batería detrás y cuatro voces haciendo coros te da una seguridad muy grande. Cuando vas tú solo con tu guitarra vuelves a estar con todo tu miedo.
Formaste parte de The Details, banda tributo a los Beatles hasta noviembre de 2023, cuando os despedisteis de las salas. Si jugamos a fuck, marry, kill con John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, ¿a quién matas, con quién te acuestas y con quién te casas?
No me casaría con ninguno porque eran insoportables [risas]. Me casaría con Carly Simon, con grandes divas, con Lisa Hannigan, me casaría con todas las hermanas Sledge. No para cometer maldades con ellas, sino para que me cantasen por las mañanas, y yo formar parte de sus coros etéreos. De los Beatles mataría al puto Ringo [risas]. Nada, no, me caían genial todos, y fatal. Es justo eso. El único que no me cae tan mal es Paul porque era un currante. Con Paul me casaría, pero por las mañanas querría matarle. Follaría con Lennon, pero seguramente follaba fatal, da la sensación de que era egoísta y violento. Aunque si pensamos solo en términos de atracción y sex appeal tenía algo, un duende inexplicable. Libro a Harrison de la muerte porque le tengo cariño. Entonces solo puedo matar a Ringo, pero por descarte.