Fotografías: Alejandro García-Cantarero
Un gran número de carreras musicales de este país han arrancado y se han forjado en los bares, las salas, los pubs y garitos de muchas de las ciudades de nuestra geografía. La de Litus es una de ellas, tal y como él reivindica a menudo y comenta con orgullo cada vez que surge el tema en una conversación. La casualidad ha hecho que nos encontremos con el artista catalán en un bar-restaurante del centro de Madrid que está ubicado en el mismo local donde se situaba La Mandrágora, histórico bar que, recién entrada la década de los 80, se convirtió en punto de encuentro de artistas y músicos y donde se registró el mítico álbum de Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez. No parece un mal lugar para charlar con alguien que entiende todo ese mundo como parte del aprendizaje en el oficio de hacer canciones.
El motivo de nuestra conversación es el lanzamiento de Chadanaca (o el gozo aterrador de bailar al borde del tejado), el nuevo álbum de Litus. Diez canciones que toman el testigo de Hablo tu idioma pero no lo entiendo (2019) y que muestran un sonido más pop y menos de vodevil que el anterior. Con referencias a la música americana, una instrumentación exquisita y unas letras con las que resulta fácil conectar desde la primera escucha, este trabajo se muestra luminoso y directo, emocionante y nostálgico, repleto de referencias vitales y con un punto menos críptico que el anterior, más accesible. Hablamos de cada uno de los temas que forman parte del álbum (como ya hicimos en su día con su anterior trabajo), de sus significados, lecturas, orígenes y del protagonismo que tienen por sí mismos en el conjunto del disco.
De primeras, estas canciones entran como un soplo de aire fresco y quizá es algo que veníamos necesitando después de tantos y tantos discos pandémicos o melancólicos que se han publicado en este último año y medio.
Es curioso porque esto no lo había pensado pero Fernando Neira, por ejemplo, me dijo: «Has hecho como una huida hacia adelante. Después de toda la mierda, has hecho un disco muy divertido y alegre». Pues a lo mejor es verdad eso que decís y este disco sirve para escapar. Yo tenía claro que no iba a hacer un disco pandémico, aunque algo siempre se cuela. De entrada, sí que es cierto que la pandemia hizo que pensara en hacer un disco más rápido de lo normal. Hablo tu idioma pero no lo entiendo, a pesar de los pesares, fue un disco que funcionó bastante bien y, aunque no pudimos hacer la gira que queríamos, tuvo muy buena prensa y muy buena acogida. Por eso quise hacer este rápido, porque quería volver a girar cuanto antes.
No quería romper totalmente porque estaba muy contento de adónde habíamos llegado, pero sí que este era un disco que tenía en la cabeza desde hace años y que me costaba hacer. Yo quería hacer un disco muy pop, sabiendo que esa es una palabra muy abierta. Quería un disco de canciones cortas, con estructuras que entran fácilmente, con buenos estribillos, con un poquito de alegría… Los Beatles siempre están ahí pero quería tirar un poco más de América, de los Eagles, un poquito de Beach Boys, un poquito de Carole King, de Billy Joel…
Dices que querías hacer un disco así desde hace años, ¿por qué te ha costado tanto?
Aunque me da un poco de rabia la palabra, creo que tiene que ver con una cierta madurez, con saber quitar acordes. A veces, crees que una canción es mejor porque tiene acordes más complejos y yo pienso que en el pop la gracia es el «menos es más». Creo que es complicado encontrar los mínimos acordes para acompañar una bella melodía, y ese punto de contención puede que tenga que ver un poco con la madurez.

En este disco quería explicarme mejor y hacerme entender para conectar más
A mí este disco me remite fundamentalmente a dos cuestiones que te mencionaré en varias ocasiones: el riesgo y la nostalgia. Háblame, a nivel general, de estas diez canciones. ¿De dónde surgen?, ¿de qué estado emocional y anímico salen y qué hilo conductor crees que une a todas ellas?
Yo no decidí lo que iba a hacer, sino que lo descubrí. Pensé que era un buen momento para dejarse llevar. Sentía que tenía algo que decir, pero no lo forcé. Por ejemplo, la palabra Chadanaca, que es una excentricidad y un juego, la descubrí en Late Motiv. Vino Juan Gómez-Jurado, el escritor, a jugar a Words y trajo palabras muy complejas. De pronto dijo Chadanaca, que es una palabra bengalí. Cuando contó lo que significaba (El gozo aterrador de bailar al borde del tejado), primero me hizo mucha gracia que una palabra tan pequeña significara algo tan complejo y metafórico, pero me fascinó ese significado y pensé en cuando decidí dedicarme a la música y que esa decisión ha hecho que yo viva un poco así: bailando de una manera disfrutona pero sabiendo que, si das un mal paso, te la pegas.
Pensé que ese era un concepto que molaba y que podía tirar de ese hilo. Eso me llevó un poco lo que dices tú. Lo has llamado nostalgia y creo que es acertado, pero más que eso, yo creo que fui a los orígenes, reflexioné sobre todo lo que ha ocurrido estos años. Tiene un punto también de hacer las paces con ciertas cosas del pasado. Por ahí entiendo la nostalgia de la que hablas. Pensé en cómo comenzó todo este viaje, volví a mi ciudad natal, etc. Y ahí fue cuando surgió hacer una canción a la ciudad (Pájaros de desván), pero no es una oda a ella, sino que lo utilizo como símbolo de dónde empecé. En el fondo, la canción hace una reflexión sobre el viaje.
En Hablo tu idioma pero no lo entiendo cada canción llevaba por título un nombre propio que, de alguna manera, se relacionaba con la historia que contabas en ella. Parece que en este disco has querido ser más directo, pero aún así nos encontramos con palabras como la propia Chadanaca, Kreptafibia, Doppelganger…
Como filólogo, no me he podido aguantar [risas].
¿Es intencionada la búsqueda de estas palabras y significados para jugar con ellas o te las vas encontrando e incorporando a tus canciones?
A veces, me doy rabia a mí mismo [risas]. Pero hay un punto que me parece muy divertido y es que, como mucha gente sabe que esto me mola, me envían palabras raras. Kreptafibia, por ejemplo, vino de eso. Estas palabras hablan de conceptos que a veces podemos contar con otras palabras más habituales, pero la gracia que tienen para mí es que tienen un matiz que las hace distintas, y eso es muy inspirador. Por eso, pienso mucho si utilizarlas o no, pero me convenzo porque esa palabra en cuestión me ha inspirado, me ha conmovido y me ha llevado a escribir esa letra.
Siempre quiero dejar claro que no quiero hacerme el intelectual, sino que casi es más un juego y algo que me inspira. Las cosas que te inspiran creo que son sagradas. ¿Por qué tengo que escoger una palabra que entienda todo el mundo cuando la que me ha inspirado es esta?
Sí que creo que en este disco he intentado explicarme mejor que en el anterior y que las letras se entienden mejor. Está bien no ser tan críptico, pero las palabras extrañas creo que forman ya parte de mi imaginario y no tengo por qué limitarlo. Pero sí que era algo que yo pretendía desde el principio: explicarme mejor y hacerme entender para conectar más.

A veces, escribir letras de canciones es más situar al espectador que contarlo todo
Has comentado que tu profesión, desde que empezaste, es un poco lo que significa Chadanaca: El gozo aterrador de bailar al borde del tejado. Entiendo que, sin esa idea de riesgo, tu oficio no tendría el mismo sentido.
Quizá sería mucho mejor bailar sobre una superficie plana en la que estés tranquilo [risas], pero la metáfora se hace más interesante bailando en un tejado. Pero sí, tú hablabas antes del riesgo y no sé si todo esto tendría sentido o no sin él pero, en todo caso, es así.
En Voy también hablo un poco de que las cosas interesantes pasan en el durante. Es decir, tienes que hacer, en lugar de rayarte tanto y pensar por qué estamos en el tejado y no podemos bailar abajo. Hay que arriesgarse.
Pájaros de desván ya la has comentado un poco antes. Habla de tu infancia con cierta nostalgia pero esbozando una sonrisa siempre.
Eso es. A mí me transmite muy buen rollo. La idea partía de un recuerdo muy cinematográfico incluso, que es cuando aprendí a ir en bici. Yo estaba con mi abuela y recuerdo que me costó un poco quitarme las rueditas. Ese momento de empezar a ir en bici sin ellas, para mí es uno de los momentos más brutales de la vida. Pasé de pensar que lo estaba consiguiendo a caerme e irme llorando a mi abuela. Mi abuela me preguntó: «¿Qué te ha pasado?» Y yo: «¡Lloro de felicidad!» [risas]. Quería contar ese recuerdo, pero no podía dar tantos detalles porque en la canción no me daba tiempo. Aunque el impulso de ese verso sí que iba por ahí: «Aquí aprendí a andar y atreverme a correr, a pedalear sin perder mi centro de gravedad». Es un poco eso que hablábamos antes del pop, de ser simple.
Ayer hablaba con un amigo de que escribir letras de canciones, a veces, es casi más situar al espectador que contarlo todo. Para contar están los poemas o las novelas, pero en las canciones creo que ya la música y las melodías cuentan algo, ya tienen significado. Así que las palabras tienen que acompañar lo que ya está contando esa melodía.
Ismael Serrano hizo suya una frase de un poeta austríaco que se llamaba Rilke: «Mi patria es mi infancia». Pájaros de desván me lleva a esta idea de nuevo.
Estoy totalmente de acuerdo con esto que dices y con esa frase. Pero en este disco yo también he sentido que mi patria es mi viaje. Es muy importante recordar dónde empezó todo.
Cuántica es otra canción pop redonda. Habla de las segundas oportunidades. ¿Cuán necesarias crees que son esas «segundas vueltas» a las que haces mención?
Yo he escrito muchísimas canciones de amor en mi vida y ya desde hace años no me pongo a escribir una porque sí, sino que tiene que tener un motivo muy potente, y tiene que tener algo que la haga un poquito original. En este caso no es que yo quiera pontificar sobre las segundas partes, sino que hablo de ello porque a mí me salió bien. Habla de una historia mía personal y de mi pareja. Cuando éramos muy jovencitos fuimos rollete, pero la vida nos llevó por otros caminos… aunque siempre conservamos una buena amistad.
Cuando a lo mejor ya habían pasado diez años y era impensable volver, de pronto pensé: «Me encanta, y nunca nos hemos dado la oportunidad de ser pareja. ¿Por qué no?». Todas las señales indicaban que eso no iba a salir bien, que las segundas partes nunca son buenas… pero yo sentí que, como mínimo, había que intentarlo. De pronto le dije «¿quieres ser mi novia?» y se rio en mi cara, como si fuéramos niños [risas]. Pero la verdad es que nos ha salido muy bien.
Entonces, quería escribir una canción de amor maduro o de amor reposado, no tanto la típica canción de amor adolescente. Se me ocurrió lo de «cuántico» porque es algo que siempre me ha flipado. Es que yo cuando lo intenté sabía que me podía salir mal, pero también sabía que tenía que hacerlo. Eso también es un poco cuántico. Era como que, aunque saliera mal, yo tenía que cerrar ese círculo porque nunca nos habíamos dado una oportunidad auténtica. Y bueno… al final salió bien.

‘Voy’ es la canción con la que dije: ‘esto es lo que quiero contar’
Háblame de Kreptafibia y de por qué decidiste que participara El Kanka en esta canción. ¿Fue antes la canción o la idea de que colaborara contigo y entonces le buscaste una?
El Kanka y yo somos de la misma generación y siempre me ha caído muy bien. Era de mi circuito, de los que empezábamos a ir a los bares, y me alegra muchísimo que le vaya tan bien. El caso es que un amigo, hace un año o así, me mandó un mensaje en el que me decía que había estado escuchando una entrevista a El Kanka en la que le preguntaban qué discos le molaban en ese momento, a lo que contestó: Hablo tu idioma pero no lo entiendo. La verdad que fue algo que me hizo mucha ilusión, así que le escribí un mensaje por Instagram, dándole las gracias y sin esperar que me respondiera. El caso es que me respondió súper rápido y me volvió a decir que le encantaba mi disco y que teníamos que vernos. Así que pensé: «Tenemos que hacer algo juntos».
Sí que pensé en qué canción hacer, y estoy contento de que sea Kreptafibia porque a priori no es lo que esperas de El Kanka, pero a él le gustó y sabía que conectaría con ella. Él sabe cantar muy bien, viene de los bares y de hacer voces, así que sabemos acompañarnos. Como era una canción muy de voces, me decidí por ella. Estas cosas son peligrosas aunque el otro cantante sea bueno, porque hay que encontrar la canción. Es que, cuando las colaboraciones suenan forzadas queda muy feo. En este caso creo que tiene algo especial.
La hora azul es una de mis favoritas, con ese aire americano. Me recuerda mucho a lo que hicieron M Clan en su disco Delta (2016), por irme a referencias cercanas. En su día aquel disco coincidió con un viaje que hice y que me acompañó mucho por la carretera. Creo que esta canción tiene un poco de eso también. ¿Qué has buscado con el sonido de esta canción en concreto?
La verdad es que Delta me gusta mucho a mí también. Yo creo que, en el fondo, todo mi disco tiene un punto americano, que me lleva a la Road Movie. Creo que es una música que te acompaña muy bien, como tú has dicho, en un viaje en el coche, por ejemplo. Hay mucha tradición ahí, de Kerouac, de viajar del Este al Oeste, de la Ruta 66…
Esta canción, que tiene una melodía que me fascinaba, sí que tiene un rollo Laurel Canyon, pero parte de ese punto McCartney de Blackbird que, en el fondo, él también se inspiró en eso, en el folk americano, el fingerpicking… Pensé mucho en una que a lo mejor no es tan conocida y se llama Mother Nature’s Son, que es una canción de McCartney incluida en el White Album (1968). Es que yo tenía claro que, aunque es una canción que se puede hacer a guitarra acústica y voz, no quería que se quedara tan desnuda, quería que fueran apareciendo cosas muy lentamente.
Para esta canción escribí varias letras hasta que encontré la que me gustó. Como me gustaba tanto la melodía, no daba por buena cualquier letra. Yo intentaba contar una historia pero no me funcionaba y, de pronto, busqué ayuda en un amigo músico que se llama a Ricard Latorre. Pensé en él porque me encanta cómo escribe. Fue maravilloso porque, ya de entrada, lo primero que me sugirió fue: «Esto va a ser como un madrigal», que es una forma casi medieval de hacer poemas o canciones y que tiene que ver no con contar historias sino con describir la naturaleza. Es como estar en un paraje y pararte simplemente para describir lo que ves. Parece una tontería, pero es que contar una historia con su desarrollo agobiaba la canción. Creo que la melodía también te pide ese reposo.
Y La hora azul es un concepto que para nosotros era muy importante, y que nos contó Adrià Puntí hace bastante tiempo. La hora azul es ese momento del atardecer en el que el sol y la luna se juntan y la naturaleza también reposa. Es un momento del día mágico, en el que «El búho pide perdón al exhausto ratón».
En Maraña hay una frase que me gusta mucho, cuando dices: «Nació un nuevo baile del traspiés, de todos los pasos que fallé». Volvemos un poco a lo mismo de antes, al riesgo.
Sí, es una idea muy recurrente. El aprender de los errores, la resiliencia, etc. Que un mal paso no solo es «la próxima vez, lo voy a hacer bien», sino que a lo mejor hay que hacerlo mal pero reconducirlo hacia otra cosa.
Voy, como ya hemos comentado antes, habla de arriesgarse a pesar del miedo.
Si no recuerdo mal, la primera canción que tuve totalmente terminada fue Pájaros de desván, pero Voy diría que fue la segunda. En todo caso, fue la canción con la que dije: «Esto es lo que quiero contar».

Durante estos años he pensado mucho en la inseguridad, en el síndrome del impostor y si estoy o no a la altura
Y con Septiembre volvemos a la nostalgia. Creo que a todos nos pasa que el comienzo de ese mes siempre nos trae recuerdos de los largos veranos que se acababan.
Fue la última que escribí. La hice en Formentera cuando se terminaba el verano. En el fondo, es una idea recurrente, como El final del verano del Dúo Dinámico o Días de verano de Amaral. La verdad es que es algo que me emociona mucho porque es cierto que los veranos que pasábamos cuando éramos pequeños nos marcan como la época más feliz, como el paraíso. A mí me sigue pasando cada año, que cuando termina el verano es un poco de bajón, pero también tiene ese punto de volver a empezar, de tener una nueva oportunidad, de reinventarte y de tener la esperanza de que ya llegará el siguiente verano. Por una parte, es inevitable sentir un poquito de tristeza pero, a la vez, enfrentémonos a lo que viene de una manera positiva. A mí me parece bonito que, en realidad, el año empieza ahí, no en enero.
En Doppelganger vuelves a recuperar a Adam Worth, del que ya hablaste en tu disco anterior. Incides en esa idea de que todos tenemos un Moriarty y un Sherlock Holmes en nuestro interior, tal y como me contaste cuando salió tu anterior disco.
Es una idea que me fascina, de toda la vida. Descubrí la palabra Doppelganger en la tercera temporada de Twin Peaks. A mí ya me flipaba esa idea de tener al bueno y al malo dentro de ti, pero Doppelganger va más allá porque es otra persona. Es como que te encuentras a otra persona que es como tú, pero que es tu parte mala. Y pensé: «Bueno, eso es lo que crees tú, porque la otra persona puede pensar que tú eres el malo». Utilicé todo esto para una canción que habla, básicamente, de la inseguridad, del síndrome del impostor, de si estoy o no a la altura… que es algo en lo que también he pensado mucho estos años. En realidad cuando lo escribía no me sentía así, sino que hablaba de todas esas veces en las que sí que me sentí de esa manera.
Y el último tema es Agua de mayo. Una manera de despedirte que, esta vez sí, me parece muy teatral, con ese piano que es protagonista.
Eso es. De hecho, dudé mucho porque se parecía bastante al final del anterior disco, pero era una buena canción para terminar…
Y muy personal, ¿verdad?
Sí, habla de un amigo al que quiero mucho. Me pareció bonito escribirle una canción, un homenaje. Era una melodía que yo había hecho para una obra teatral y que al final no cuajó, pero como me gustaba mucho, quise recuperarla. Creo que, aunque quería insistir en todo el disco en ese punto pop, estaba muy bien que las dos últimas canciones fuesen un pelín más arriesgadas y que volvieran a ese punto de vodevil.
Para terminar, háblame de qué otros proyectos tienes ahora mismo en marcha. Supongo que desde que terminó Late Motiv tienes un poco más de tiempo para embarcarte en cosas nuevas.
La verdad es que los últimos meses en Late Motiv fueron duros porque despedirte de algo tan bonito es complicado, pero ahora mismo estoy muy bien. Sí que creo que podíamos haber estado más años, pero siete temporadas en televisión son muchas. Casi mil programas es algo brutal.
Lo bonito para mí es que sigo conectado con El Terrat y con ellos voy a hacer un proyecto de rumba catalana en el que llevo trabajando casi dos años. Es un musical con Pablo Novoa de director musical, escrito a medias con un guionista de El Terrat e interpretado por mí. Estamos trabajando a tope con esto aunque, por supuesto, quiero priorizar mi disco ahora mismo. También estamos haciendo conciertos con la banda de Late Motiv y están yendo muy bien.