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Rubén Pozo: «Este disco es un retrato fidedigno de la sensación que tuve al hacer cada canción» (2022)

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Fotografías: Marina Benítez (@_marinabenitez_)

No debe resultar sencillo (pero sí tremendamente excitante) llevar una carrera larga y exitosa a tus espaldas y, de repente, entregar tu mejor trabajo hasta la fecha. Puede ser cuestión de madurez, de talento, de trabajo o simplemente de inspiración. En el caso de Rubén Pozo esto ha ocurrido con Vampiro y, escuchando en profundidad el álbum, se percibe que hay un poco de todo esto.

Tras dar por terminada la etapa de Pereza, Rubén se embarcó en una aventura en solitario que, a base de esfuerzo y coherencia, se ha consolidado con cuatro álbumes donde permanece intacta su esencia rockera, su chulería, su sensibilidad, su humor y su saber hacer. La vida le ha ido llevando a lugares físicos y emocionales muy diferentes a los que frecuentaba con la exitosa banda en la primera década del siglo, pero todo ese bagaje le ha traído hasta aquí, con un trabajo sobresaliente bajo el brazo, repleto de un aroma acústico que muchos esperábamos que llegara tarde o temprano.

Vampiro es un disco atemporal, de esos en los que cuesta poco entrar y mucho salir. Diez canciones muy personales, escritas desde la inmediatez y la efervescencia del momento en el que brotan los sentimientos, casi vomitadas sobre el papel, para capturar esos instantes de emoción que en ocasiones resulta tan difícil atrapar. Estamos ante un disco de largo recorrido y, con la dedicación que merece, conversamos con Rubén Pozo en el sótano del Estupenda Café Bar, un conocido local del barrio madrileño de Malasaña. Allí, a solas con él, mirándonos a los ojos, con toda la sinceridad y naturalidad del mundo, intentamos capturar el espíritu que sobrevuela cada una de estas canciones, dejándonos llevar por el idílico ambiente creado en ese lugar y olvidándonos del reloj. Solo faltan tres días (cuando tuvo lugar esta entrevista) para que se publique el álbum y Rubén está radiante ante el inminente lanzamiento.

Antes que nada quiero darte la enhorabuena por este trabajo. Tú dices que es tu mejor disco y yo, que llevo dos semanas escuchándolo sin parar para preparar esto, estoy totalmente de acuerdo.

Muchas gracias, tío. Buah… Qué guay, me hace mucha ilusión que lo hayas escuchado con tanto interés. Es un disco cortito, media hora de música… Yo quería algo conciso, que no sea un ladrillo demasiado largo. Siempre he hecho discos más largos, pero tenía ilusión en hacer un disco de diez canciones, algo muy manejable. En estos tiempos que corren, y que hay tanto donde elegir, quería hacer algo accesible para alguien que no esté familiarizado con lo que hago.

Después de tantos años de carrera, tampoco está mal llegar a un punto de madurez en tu carrera en el que estemos de acuerdo con que es tu mejor trabajo hasta la fecha.

No digo que sea el mejor disco del mundo, pero de los míos sí que es el que más me gusta. Estoy enamorado de él, si bien es cierto que cuando vas a sacar un disco estás muy ilusionado. Pero es que es verdad. Yo me lo pongo en casa y me parece que está muy bien, me gusta cómo están colocadas las canciones… No sé… estoy enamorado de mi disco [risas].

Al margen del disco que sacaste con Lichis (cuya gira se vio truncada por la pandemia), esta es tu primera colección de canciones desde 2017, cuando publicaste Habrá que vivir. Cuéntame cómo has vivido, artísticamente hablando, este tiempo.

Como sabes, después de Habrá que vivir, un día me llamó Lichis y me dijo: «¿Te apetece que hagamos un disco juntos?». Me apeteció mogollón, nos pusimos a tocar juntos e hicimos el disco, que era el plan. Estoy muy contento con todo lo que hicimos, lo pasé genial con él y bueno, ya llegó la pandemia, salió el disco y cada uno nos fuimos a nuestras cabras.

Yo, como siempre. Si a mí me dejaran de salir canciones, lo dejaría. Poco a poco, en la vida van pasando cosas, y yo siempre acabo volcándolo en canciones. Tampoco es que haya pasado nada especial, pero sí que en la pandemia me ha salvado la idea de hacer un disco.

Cuando te tomas mucho tiempo para escribir una canción, a veces pierdes el sentimiento inicial que te llevó a empezarla

Este tiempo de parón, ¿te ha servido para reconectar con cosas de tu pasado, para reflexionar sobre tu presente y futuro, para resetear, etc.? Cuéntame qué aprendizajes has sacado a nivel personal durante este tiempo.

Yo creo que todos hemos mirado hacia dentro y, sobre todo, nos hemos dado cuenta de lo que tenemos cada uno. Te pilla un confinamiento y te das cuenta de quién tienes al lado, con quién estás, dónde vives, quién eres tú, quién es tu familia más cercana…

Está muy bien eso que dices porque a mí me parece que las canciones de este disco se extrapolan a dos mundos diferentes: al tuyo interior o personal y a la sociedad o al mundo que nos rodea. Creo que hay autocrítica y crítica a lo que nos rodea; igual que hay una aceptación de lo que eres y del mundo en el que vivimos.

Ah, pues puede ser. Sí que es cierto que hay algo social y eso yo no lo había trabajado mucho hasta ahora, como Abel y Caín. Y también hay una mirada interior, una crítica a mí mismo. Me viene muy bien que te hayas escuchado el disco tan a fondo porque tú me cuentas cosas sobre él de las que yo, al tenerlo tan cerca, no soy tan consciente. Pero ahora que lo dices, estoy totalmente de acuerdo y es algo que no había pensado hasta ahora. Tienes razón, tiene un poco de crítica interna y de crítica hacia el exterior. Bueno, más que crítica, la visión interna y la visión general.

¿A nivel emocional has buscado algo concreto al dar forma a este disco?

Realmente no, pero te voy a decir cómo he hecho las canciones. Es el disco que menos trabajo me ha dado compositivamente. Yo siempre he tardado mucho en componer, siempre le he dado muchas vueltas a las letras, puedo estar semanas o meses dando vueltas a un par de acordes o un estribillo que me faltan, hasta que estoy realmente contento con lo que me ha salido. Pero con estas canciones, yo tenía una sensación o un sentimiento y las escribía rápido, y casi a la vez con la guitarra. En general, son canciones hechas en una mañana, en una tarde o en un par de horas.

¿O sea que todas estas canciones son recientes?

Así es. Creo que, cuando te tomas mucho tiempo para escribir una canción, a veces pierdes el sentimiento inicial que te llevó a empezarla. Leí una cosa que le dijo John Lennon a George Harrison: «Cuando empieces una canción, termínala». Es que a veces estás por la tarde, haces una estrofa y un estribillo, y dices: «Bueno, ya tengo esto, así que ya continúo mañana». Es que, lo que te has dejado para mañana, al final te va a llevar mogollón de tiempo. «Termínala, haz el esfuerzo». Es que tú empiezas a hacer una canción cuando tienes un sentimiento a flor de piel, cuando te ha pasado algo o hay algo que te atenaza desde hace tiempo y, justo en ese momento, lo vomitas. Con este disco yo he creído en eso.

El padre de una novia mía de hace años, que era pintor de acuarela, me decía que «en la acuarela lo importante es el gesto, no te puedes poner a hacer trabajo minimalista. Un simple trazo es un árbol». Humildemente, yo he querido trasladar eso a las canciones. Hay versos que yo creo que podría haber hecho mejor, pero los he dejado así porque ese es mi gesto. Por eso te decía que compositivamente es el disco que menos trabajo me ha dado.

Eso hace que las canciones sean mucho más sinceras y fieles a ti mismo.

Todo lo que es la canción corresponde a la sensación que yo tenía en ese momento. Hablo del croquis, del alma, la guitarra y la voz. Luego me voy con José Nortes al estudio, a Black Betty, y ahí ya hay un trabajo más depurado.

Este disco, por tanto, es un retrato fidedigno de lo que tú eras cuando lo escribiste.

Creo que es un retrato fidedigno de la sensación que tuve al hacer cada canción. Y bueno, luego uno quiere hacer su obra maestra escribiendo, pero sale lo que sale [risas].

Conociendo tu carrera anterior y por dónde has ido tirando en los últimos tiempos, este disco es algo que yo esperaba que llegara. El hecho de ir reduciendo cada vez más al formato acústico hace que llegar hasta aquí haya sido algo muy natural.

Joder, me estás diciendo muchas cosas de mi disco que yo no pensaba. Efectivamente, he reducido, no he tocado todo lo que sé tocar, técnica e instrumentalmente no he tenido ningún alarde… Escribiendo me ha ocurrido lo mismo, no hay ninguna que diga «esto es para moldes de oro, para que la pongan en la calle» [risas]. Me gusta mucho eso, de verdad, muchas gracias.

Toda mi vida he sido muy dado a la autoflagelación y creo que ya está bien

El tema que abre el disco, Gente es precisamente esto que hemos comentado. Se trata de una canción optimista y bastante positiva.

Eso es un día que estoy de puta madre, me siento feliz, me siento bien, me perdono a mí mismo errores del pasado o del presente… «No te juzgues duramente…» Somos personas, tío, nos equivocamos todo el rato. Toda mi vida yo he sido muy dado al látigo en la espalda, a la autoflagelación, y creo que ya está bien. Pasan muchas cosas en la vida por las que sufrir de verdad. Hay cosas que he hecho que no me gustan y que podría haber llevado mejor, pero no puedo seguir fustigándome toda la vida. A ver, es que no he matado a nadie, pero sí que tengo cosas con las que me he hecho sufrir a mí mismo. Gente es como «me perdono, hace un buen día, está todo bien».

Quiero decir otra cosa de esta canción y es que me hacía mucha ilusión empezar el disco de buen rollo y de tranqui. Yo quería que a alguien, un sábado por la mañana, le apeteciera ponerse este disco porque le da buen rollo. Casi todos los instrumentos del disco los he grabado yo, menos la batería que la ha tocado Mariana Pérez en nueve canciones y mi hijo Leo, que tiene 15 años, en Gente. Él vino al estudio y la grabó a la primera. El tío tiene buenas actitudes, la verdad.

Supongo que eso hace que se incremente ese buen rollo.

Claro, tío. Cuando entra la batería, a mí se me cae la baba [risas].

Es una canción que habla un poco de lo que te comentaba antes, de la aceptación. Estamos aquí y estamos bien.

Eso es. Estamos bien, no hemos hecho nada catastróficamente irreparable. Todos tenemos cosas con las que nos podemos machacar en nuestra vida. Yo no es que las haya olvidado, pero está bien pensar que no pasa nada, que somos solo humanos y hacemos lo que podemos.

En Me pareces increíble entra la guitarra marca de la casa y aparece ya la voz de Ana Diego. Háblame de ella, porque parece que hayas encontrado la voz perfecta para acompañarte y en este disco tiene bastante protagonismo.

Ana es amiga de mi chica y la verdad es que yo no sabía que cantaba… Un día cogí la guitarra en casa, se puso a cantar y me quedé flipado. Naturalmente, empastan muy bien nuestras voces. Ella no se dedica a esto, pero canta de una forma muy natural, sin alardes, y tiene mucho oído. Yo siempre estoy haciendo maquetas en casa y, como de vez en cuando va a ver a mi chica, siempre la cojo en algún momento, «Mira, estoy haciendo una canción, a ver si te vienes un momento al estudio y metes una voz». Siempre mete una voz que se inventa ella y, al final, va al disco así.

En este disco tiene más presencia. Ella siempre me anima mogollón, me dice «cómo me mola esta canción», siempre está como loca por que la saque los conciertos, lo que pasa es que ella tiene otro curro. Pero bueno, siempre que pueda estar, la voy a llevar, porque me da karma y empastamos muy bien.

El primer single fue Mañana es lunes, que es el siguiente tema del disco. Es otra canción que relativiza mucho la realidad, diciéndonos que pase lo pase, todo vuelve a empezar. Se ha acabado el fin de semana, mañana es lunes, pero pronto va a volver a llegar de nuevo el fin de semana.

Para bien o para mal. A lo mejor has tenido un fin de semana de mierda, empieza el lunes y es un reseteo. Parece que el lunes está establecido como un reseteo de la semana, y siempre es dura la vuelta al trabajo o al colegio. Como músico, mis lunes ya no son los lunes, de hecho, el lunes es el sábado o el viernes del músico. En general trabajamos jueves, viernes y sábado, el domingo lo gastas en volver a casa y en estar tirado, y el lunes es tu sábado.

Pero yo no puedo evitar tener todo el bagaje de los lunes de cuando iba al colegio o al instituto. Es algo que se me ha quedado ahí y el domingo por la tarde-noche me da angustia. Yo no tengo que ir a la oficina ni al taller al día siguiente, pero tengo eso en el ADN y se me ha quedado.

Tengo una visión un poco pesimista de la humanidad

En cuanto a Abel y Caín, aunque te lo van a preguntar millones de veces, cuéntame cómo surge la colaboración con Miguel Ríos. La verdad es que parece una canción hecha a medida para él y supongo que no es así.

Sí, él me lo dice: «Rubén, tío, cómo empastan nuestras voces, en el estribillo pasa algo especial». Para mí, él y su voz han catapultado la canción. Es una canción rock y la letra habla un poco de lo que pienso y es que no nos entendemos.

El mensaje de este tema es muy claro, haciendo una crítica bastante ácida y acertada del mundo en el que vivimos. Me gusta mucho lo que cuenta en algunas frases como «las utopías de remar todos a una».

Es como si estuviéramos todos de acuerdo en que el problema viene del poder, pero en realidad no nos plantamos porque nosotros tampoco nos ponemos de acuerdo. Hay un bando contra otro bando, pero es que dentro de los bandos también se está a hostias. Es que me parece tan difícil que hayamos ido a Marte y cosas así, que son unos ejercicios de colaboración tan masivos, porque luego no nos ponemos de acuerdo para cosas esenciales.

Veo que estamos siempre muy peleados y yo mismo con mis amigos también. Tenía amigos de toda la vida y ahora ya no lo son, y es que siempre estamos igual, tenemos ahí un gen de pelea. Por ejemplo, con el poderoso que está esquilmando la selva brasileña, todos deberíamos ponernos a una a decirle «¡Basta!», pero no lo hacemos porque entre nosotros estamos todo el día peleados. La canción habla un poco de eso, del lema hippie de «Todos juntos como hermanos», pero como Abel y Caín.

Al final, habla mucho del individualismo, que es lo que nos lleva a ese punto del que hablas. «La banca siempre gana, es la ley del más fuerte».

Todos somos esclavos, como digo en la canción: «Esclavo de un esclavo y de otro esclavo mayor». Tratamos mal al esclavo porque hay uno que tiene más poder que nosotros, del que a su vez somos esclavos, y ese, a su vez, es esclavo de otro…

La verdad es que tengo una visión un poco pesimista de la humanidad. Yo he sido muy utópico y siempre he creído en ser buena persona y buena gente. Lo sigo creyendo, pero más que nada por estar a gusto con uno mismo.

La utopía se va diluyendo un poco con el paso de los años.

Es que creo que no tenemos remedio. Igual no somos la raza elegida. Igual nos extinguimos y llegan los siguientes monos y, cuando evolucionen y sepan pensar y tomar conciencia de sí mismos, lo hacen mejor que nosotros. Joder, cómo me he enrollado… Y tú me habías preguntado antes por la colaboración de Miguel [risas].

Te cuento. José Nortes toca con Miguel Ríos, es su brazo derecho, aparte de su productor. El caso es que estaba grabando en Black Betty con José y llegó Miguel para hablar con él. Ya cuando se fue le dije a José: «Tío, esto es ‘Abel y Caín’. ¿Qué tal quedaría la voz de él y hacer un poco el juego?». Le dije: «Si hay una colaboración en el disco, creo que podría ser esta».

A él le gustó la canción y la verdad es que ha sido un encanto, un amor, ha sido todo predisposición, todo buen hacer, y realmente me parece que ha catapultado la canción. Yo estoy muy ilusionado por haber contado con quien me parece que ha sido el primero en todo. Todos vamos por la senda que ha abierto Miguel Ríos. Es que él empezó a la vez que los Beatles, tío… Es una movida. Y está cantando mejor que nunca.

¿Sabes lo que pasa con Miguel Ríos? Que como siempre ha estado ahí, cuando se habla de quién es el mejor cantante de rock en español siempre se dice que Carlos Tarque, Bunbury, etc. Y de repente, uno dice «Miguel Ríos» y todo el mundo contesta «ah, claro, sí, Miguel Ríos». Es que, como siempre ha estado ahí, parece que no se le tiene en cuenta. Pero yo creo que a día de hoy, en esta tercera resurrección que ha tenido, todo el mundo le está diciendo «Gracias, Miguel, porque has sido el primero, porque no has perdido nunca el saber hacer y sigues aquí, haciéndolo cada vez mejor». Es que esto es para que lo estudie la NASA. Pues eso, imagínate el lujo y el honor que ha sido haber trabajado con él.

Al final, lo que nos cura es el amor y el cariño

En la siguiente canción, que es Tras la tormenta, dices que «el sueño terminó». Me parece un tema bastante melancólico, de hecho hablas de «darse pena».

Mira, me voy a sincerar mucho contigo, ¿vale? De repente, llegó el confinamiento y yo no estaba muy boyante de pasta. Yo vivo de alquiler con mi chica y bueno, aunque no voy a ponerme a dar detalles, debía pasta, llegó el confinamiento y dije «Hostia, ¿ahora qué va a pasar? Si no puedo salir a tocar por ahí». Y yo tampoco estaba muy bien con mi chica, así que de repente lo vi todo muy negro.

Luego se arregló todo, tío. Un par de carambolas, pude empezar a tocar, económicamente me arreglé un poco; con mi chica, tras pasar un bache fuerte, nos arreglamos. Pero sí que hubo un momento en que lo vi todo muy negro y tal cual lo plasmé en Tras la tormenta. Yo es que me veía volviendo a casa de mi madre, te lo juro. Pero bueno, de repente la gente empezó a escuchar mucha música, me llegó un buen salvavidas de royalties, los conciertos pandémicos me fueron bien… El caso es que tiré para adelante, me arreglé con mi chica y aquí estamos.

Ya no eres mi problema es otro tema bastante crudo. Aquí la voz de Ana le da un toque aún más emocionante a la canción. Y además, el solo de guitarra eleva la canción a otro nivel, dando aún una mayor sensación de melancolía.

Es una canción oscura, muy cabrona. Lo que dice Pepito o Pepita de Fulanita o Fulanito, dice más de los primeros que de los segundos [risas]. Yo creo que es una canción que habla de mí un poco. Para mí es como: «Fuera la gente tóxica de mi lado». La canción habla un poco de soltar lastre. Hay gente que no te sienta bien y no puedes hacer más esfuerzos. «Lo siento, adiós. Tengo que elegir. O tú o yo, y me elijo a mí». Es que, lo mismo que no me quiero flagelar, tampoco quiero que me flagelen desde el exterior.

En la nota de prensa de este single decías que esta canción es la responsable de no haber hecho un disco enteramente acústico.

Así es, pero al final la eléctrica se ha colado, en esta canción sobre todo, en Me pareces increíble, en Vampiro también hay algún detalle… Pero sí, yo quería hacer un disco acústico, aunque también lo que más me gusta es romper mis propios planes. De todas formas, creo que el disco habría sido más rollo si hubiera sido solo acústico.

Al principio de esta entrevista decías que habías quedado muy satisfecho con el orden del disco y, precisamente, creo que el orden es lo que hace que el disco tenga cierta variedad y enganche.

Sí, pero he tenido suerte. Es como que ahora lo escucho y pienso: «Creo que acerté». Una parte me ha salido conscientemente y otra de pura chiripa [risas].

En Siempre saludaba dices una cosa que resume mucho: «A veces tengo miedo de mí mismo» y también añades: «Necesito no necesitar». Me ha gustado mucho esta frase y el sentido que da a la canción. ¿Crees que la necesidad nos hace más débiles ante nosotros mismos?

Vivimos en un mundo en el que tenemos al alcance de la mano, en un aparato 20 cm, todo lo que tiene cualquier persona del mundo y los que están a tu alrededor. Como decía el proverbio ese (que no sé si es chino): «No es más pobre quien menos tiene, sino quien menos necesita».

Vivimos en una sociedad de consumo y ultra capitalista, en la que se nos azuza para que necesitemos cosas todo el rato. Y no solo cosas, sino también formas de vida: «Tienes que tener una familia, tienes que tener trabajo, tienes que tener tu rato de ocio y tiene que ser de esta manera…» Y en cuanto a consumismo, pues eso, «Tienes que tener este móvil, tienes que tener este coche, tienes que tener esta casa, si quieres ser guay y estar del lado de los ganadores». Al final, es imposible llevar a cabo el proverbio ese. Yo soy más mayor y lo veo de otra manera, pero veo a mi hijo y es todo lo que te estoy contando. Pero claro, cuando yo tenía 14 años o menos, todos queríamos unas Nike Jordan también, por ponerte un ejemplo.

Entonces, en Siempre saludaba yo pienso que debo ser también el malo para otros. Lo mismo que en Ya no eres mi problema yo le estoy diciendo a alguien «me sientas fatal y no te quiero en mi vida», yo también puedo ser el monstruo de otra persona y puedo ser su vampiro energético. La canción termina con una coda que me encanta: «Dame unas gotas de tu hechizo, haz tu magia amor y dale ritmo». Al final, lo que nos cura es el amor, el cariño, etc.

Todos somos seres sociales y, aunque tenemos mil roces, tenemos que interactuar

En Escorzo hablas de «juicio de introspección». Vuelves a mostrarte muy sincero y directo. El tono oscuro de la canción se remarca muy bien con ese saxo del final. Ese creo que es uno de los grandes logros de este disco también, que cada canción a nivel musical enfatiza la historia que cuentas.

¿Te puedo hacer una pregunta?, ¿Escorzo es de tus preferidas?

No sé si de mis preferidas, pero me gusta mucho, la verdad.

Es que es una canción que no sé si va a ser de las que más van a gustar, la verdad.

Quizás sea la más ‘extraña’.

Es extraña, sí.

Es lo que te decía, que empieza como muy oscura, pero luego el saxo del final le da un toque increíble y hace que todo lo que has contado antes en la canción cobre sentido.

Joder, qué guay eso que dices. Es que para mí el saxo de Tuli ha levantado la canción.

Haciendo lo mío es otra canción que hace un poco de daño al escucharla.

Es una Bossa Nova, tiene un poco de humor cuando dice: «Qué fría la cama, sin tus pelitos picándome en la nariz». Mira, te había dicho antes que todas las canciones eran nuevas, pero te confieso que Haciendo lo mío la he sacado del cajón, la tenía desde hace cuatro años o así. Es una canción que siempre canto en casa y, aunque no sea de mis mejores canciones, a la gente que se la he tocado le ha gustado.

A mí me parece una canción muy personal y me da la impresión de que, como en todo el disco, emocionalmente te has vaciado bastante.

Sí, eso es verdad. Y es cierto que esta canción es muy personal aunque sea la única que no está hecha junto con la remesa de las demás.

El disco se cierra con Vampiro, la canción que da título al disco. ¿Resume un poco el espíritu general del álbum?

La verdad es que no lo sé. El disco empieza de buen rollo y no acaba tan de buen rollo. «Vivo de noche como un vampiro, y cuando todos duermen estoy mejor», ahí pasa algo. No sé muy bien cómo explicar esa canción, pero para mí es la segunda parte de Ya no eres mi problema. Es un poco lo mismo, pero siendo menos cabrón. Es como: «Bueno, lo he intentado, pero no pude cambiar el mundo»; «Creía que el mundo se podía cambiar y hacer cosas buenas, pero me he dado cuenta que no»; «Mi intención era buena, pero no pude hacerlo».

Por eso el protagonista prefiere no ver a nadie y estar a su rollo, porque en su pequeño mundo nocturno está a salvo y se entiende bien a sí mismo. Pero esto no es una vida que puedas llevar, es como la peli de Orson Welles, Ciudadano Kane, que al final se recluye y no ve a nadie. Eso no es sano.

Al final, somos seres sociales y, aunque tenemos mil roces, tenemos que interactuar. Si te apartas y solo te apañas con lo tuyo es que te pasa algo. Realmente no llego a ninguna conclusión con esta canción, pero hubo un tiempo en el que me pasó eso y, como te he dicho antes, lo escribí rápido.

Yo no puedo escuchar un disco sin fallos

Hemos estado tan inmersos en cada una de las canciones del disco que me ha faltado preguntarte por la figura de José Nortes. En Vampiro has vuelto a contar con él para la producción. ¿Qué aporta o buscas que aporte él a tus canciones?

Eso se resume en una frase: Con José Nortes es con la única persona que me puedo encerrar uno o dos meses en un estudio, para grabar mis canciones, y no me sale un ronchón por la cara de tensión. Es que a mí, el hecho de entrar en el estudio siempre me ha generado mucha presión y tengo un problema cutáneo en la cara que, cuando estoy muy tenso, hace que me salga un ronchón por la cara. Con José Nortes es con la única persona con la que, no solo no me sale el ronchón, sino que encima disfruto, me olvido y voy a pasármelo bien y a tocar, que es lo que me gusta hacer. Entonces, me salen tomas con luz, con sonrisas.

Él es un tipo que me ayuda a tirar para adelante, y no me hace hacer muchas tomas, cosa que me encanta porque yo nunca he sido de hacer muchas. Por eso digo que es mi mejor disco, pero es el que menos trabajo me ha costado hacer. No me comparo con Bob Dylan, para nada, pero es que él escribió Blowin In The Wind en media hora. Como te decía antes, que trabajes algo mucho o que hagas mil tomas, a lo mejor lo que está haciendo es que te cueste más elegir la buena.

Y puedes incluso sentir rechazo por lo que haces.

Eso es. Llega un punto en que le coges manía y te empieza a no gustar, te empieza a agobiar… y te sale el ronchón [risas].

A ver, es que no estoy escribiendo Crimen y castigo, estoy escribiendo y grabando un disco rock. No sé… Yo es que le doy al play y me entra todo bien. Supongo que es simplemente eso.

Me gusta mucho eso que dices de grabar en pocas tomas porque a mí me encanta escuchar los discos y apreciar defectos, sentir que tienen vida. Esto ocurre, por ejemplo en Haciendo lo mío, que se escucha incluso el cerdeo de la guitarra.

Quizás yo ya esté mayor, pero es que yo no puedo escuchar un disco sin fallos, tío. Ahora mismo, la tecnología te permite hacer una cosa perfecta y totalmente artificial, pero yo quiero escuchar una banda tocando, quiero escuchar a humanos tocando música. Lo siento, no me va la música electrónica. La puedo disfrutar, pero lo que me gusta de verdad es gente tocando, me gustan las imperfecciones, el gesto que decía el padre de mi ex novia…

Hay chavales que les escucho en directo y digo: «Cómo molan, qué rock and roll tienen, qué desparpajo». Luego escucho el disco y lo han arreglado intentando parecer mejores músicos de lo que son, cuando ningún oyente lo que quiere escuchar es a buenos músicos, sino que lo que quiere es emocionarse. Led Zeppelin, que tocan muchísimo mejor que todos nosotros, están llenos de fallos y de golpes de Bonham al aro de la caja sin querer, y Jimmy Page es muy guarro, y Robert Plant hace un gallo… Y lo dejan, porque eso hace que tenga vida. Si todo está perfecto, está muerto, porque los humanos no somos perfectos.

No es que me guste solo lo antiguo, pero es donde se ven los fallos. Me gustan las cosas sin claqueta, una batería que se pueda acelerar un poco porque lo ha sentido así en el momento o porque no se ha dado cuenta, simplemente. Yo busco eso. Pero bueno, entiendo que soy un tipo de 46 tacos y que no soy el target para los chavales. No sé si este disco va a interesar a alguien… [risas].

Bueno… Pero al final el rock siempre vuelve.

A ver, yo no tengo nada de eso de «hay que defender el rock». Me la suda el rock, me la suda el pop y todo lo demás. A mí me importan las canciones. A mí me gusta oír algo que me emocione y que me lo crea. Pero sí, creo que sigue habiendo un público para las canciones, sigue habiendo gente que quiere oír a alguien que le ha pasado algo y ha hecho una canción de tres minutos, con tres acordes. Tampoco hay que saber mucha música, esto no es Tchaikovsky ni Mozart, esto es el sentimiento de algo trasladado rudimentariamente sobre unos pocos acordes. A lo mejor no tiene que ser un buen guitarrista para que me guste alguien tocando la guitarra, pero tiene que tener alma.

AUTOR

Javier Decimavilla
Javier Decimavilla
La música nos puede salvar la vida o al menos mejorarla. Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, The Beatles o The Rolling Stones, entre otros, nos llevan enseñando el camino a la felicidad desde hace décadas.

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